26/04/2011

Diálogos apostólicos

Diálogos



Esperar pelo último momento?

É muito arriscado!

Como não sabemos quando será e em que circunstâncias, é muitíssimo preferível e mais seguro começar agora mesmo.

NUNC COEPI!







ama , 2011.04.26

A transparência cristã de João Paulo II

Estando próxima a beatificação do Pontífice, recolhemos um artigo do Prelado do Opus Dei publicado no periódico ABC (Madrid)


24 de abril de 2011

Mons. Javier Echevarría // ABC

Desde hace años se escuchan testimonios de jóvenes y menos jóvenes, que se han sentido atraídos por Cristo gracias a las palabras, al ejemplo y a la cercanía de Juan Pablo II. Con la ayuda de Dios, unos han emprendido un camino de búsqueda de la santidad sin cambiar de estado, en la vida matrimonial o en el celibato; otros, en el sacerdocio o en la vida religiosa. Se cuentan por muchos millares, y a veces se les denomina «la generación de Juan Pablo II».

¿Cuál fue el secreto de la eficacia evangelizadora de este extraordinario Pontífice? Es evidente que Karol Wojtyla fue un incansable defensor de la dignidad humana, un pastor solícito, un comunicador creíble de la verdad y un padre, tanto para creyentes como para no creyentes; pero el Papa que nos ha guiado en el paso del segundo al tercer milenio ha sido, ante todo, un hombre enamorado de Jesucristo e identificado con Él.

«Para saber quién es Juan Pablo II hay que verlo rezar, sobre todo en la intimidad de su oratorio privado», escribió uno de los biógrafos de este santo Pontífice. Y así es, en efecto. Una de las últimas fotografías de su caminar terreno lo retrata en su capilla privada mientras sigue, a través de una pantalla de televisión, el rezo del Vía Crucis que tenía lugar en el Coliseo. Aquel Viernes Santo de 2005, Juan Pablo II no pudo presidir el acto con su presencia física, como en los años anteriores: ya no era capaz ni de hablar ni de caminar. Pero en esa imagen se aprecia la intensidad del momento que estaba viviendo. Aferrado a un gran crucifijo de madera, el Papa abraza a Jesús en la Cruz, aproxima a su corazón al Crucificado y lo besa. La imagen de Juan Pablo II, anciano y enfermo, unido a la Cruz, es un discurso tan elocuente como el de sus palabras vigorosas o el de sus extenuantes viajes.

El nuevo beato ha llevado a cabo con generosidad heroica el mandato de Cristo a sus discípulos: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15). Con su afán de llegar hasta el último rincón de África, de América, de Asia, de Europa y de Oceanía, Juan Pablo II no pensaba en sí mismo: le empujaba el deseo de gastar su vida en servicio de los demás, el ansia de mostrar la dignidad del ser humano —creado a imagen y semejanza de Dios y redimido por Cristo— y de transmitir el mensaje del Evangelio.

"El Papa que nos ha guiado en el paso del segundo al tercer milenio ha sido, ante todo, un hombre enamorado de Jesucristo e identificado con Él". En una ocasión, a última hora de la tarde, acompañé a monseñor Álvaro del Portillo —entonces prelado del Opus Dei— al apartamento pontificio. Mientras esperábamos la llegada del Papa, oímos unos pasos cansados, como de alguien que arrastra los pies, que se acercaban por un pasillo: era Juan Pablo II, muy fatigado. Monseñor del Portillo exclamó: «Santo Padre, ¡qué cansado está!». El Papa lo miró y, con voz amable, explicó: «Si a estas horas yo no estuviera cansado, sería señal de que no habría cumplido mi deber».

El celo por las almas le movía a desplazarse hasta el último rincón de la tierra para llevar el mensaje de Cristo. ¿Hay alguien en el mundo que haya estrechado más manos en su vida, o haya cruzado su mirada con la de tantas personas? Ese esfuerzo, también humano, era otro modo de abrazarse y unirse al Crucificado.

La universalidad del corazón de Juan Pablo II no sólo le conducía a una actividad que podríamos llamar exterior: también en su interior latía operativamente este espíritu, con el que hacía propias las ansias de todo el mundo. A diario, desde su capilla privada en el Vaticano, recorría el orbe. Por eso fue natural la respuesta que dio a un periodista, que quería saber cómo rezaba: la oración del Papa —respondió— es un «peregrinar por el mundo entero rezando con el pensamiento y con el corazón». En su oración —explicaba— emerge «la geografía de las comunidades, de las Iglesias, de las sociedades y también de los problemas que angustian al mundo contemporáneo»; y, de este modo, el Papa «expone ante Dios todas las alegrías y las esperanzas y, al mismo tiempo, las tristezas y preocupaciones que la Iglesia comparte con la humanidad contemporánea».

"La misma biografía de Karol Wojtyla puede «leerse» como un continuo llevar el Evangelio a los más variados sectores de la sociedad humana". Ese corazón universal y ese empuje misionero le llevaron a dialogar con personas de toda clase. Así se hizo patente durante el Jubileo del año 2000: quiso encontrarse con niños, jóvenes, adultos y ancianos; con deportistas, artistas, gobernantes, políticos, policías y militares; con trabajadores del campo, universitarios, presos y enfermos; con familias, personas del mundo del espectáculo, emigrantes e itinerantes...

La misma biografía de Karol Wojtyla puede «leerse» como un continuo llevar el Evangelio a los más variados sectores de la sociedad humana: a las familias, a la escuela y a la fábrica, al teatro y a la literatura, a las ciudades de rascacielos y a las barriadas de chabolas. Su propia historia le condujo a percibir con claridad que es posible hacer presente a Cristo en todas las circunstancias, también en los momentos trágicos de la guerra mundial y de las dominaciones totalitarias que imperaron en su tierra natal. En los escenarios más diversos de la modernidad, Juan Pablo II fue portador de la luz de Jesucristo a la humanidad entera. Con su existencia nos enseña a descubrir a Dios en las circunstancias en que nos toca vivir.

En uno de sus escritos, San Josemaría Escrivá de Balaguer contempla a Jesús en la Cruz como Sacerdote Eterno, que «abre sus brazos a la humanidad entera». Pienso que el caminar terreno de Juan Pablo II ha sido una copia ejemplar de ese Señor que acoge en su Corazón a todos los hombres y mujeres, derrochando amor y misericordia con cada uno, con un acento especial para los enfermos y desvalidos.

La vida del cristiano no es otra cosa que tratar de configurarse con Cristo; y Juan Pablo II lo ha cumplido de modo sobresaliente: por su heroica correspondencia a la gracia, por su alegría de hijo de Dios, personas de toda raza y condición han visto brillar en él el rostro del Resucitado.
La fotografía a la que me refería al inicio de estas reflexiones me parece una síntesis gráfica de la vida de Juan Pablo II: un Pontífice fatigado por el prolongado tiempo de servicio a las almas, que orienta la mirada del mundo hacia Jesús en la Cruz, para facilitar que cada uno y cada una encuentre allí respuestas a sus interrogantes más profundos. La vida del nuevo beato es, pues, un ejemplo de transparencia cristiana: hacer visible, a través de la propia vida, el rostro y los sentimientos misericordiosos de Jesús. Pienso que ésa es la razón y el secreto de su eficacia evangelizadora. Y estoy convencido —así se lo pido a Dios— de que su elevación a los altares provocará en el mundo y en la Iglesia una oleada de fe y de amor, de deseos de servicio a los demás, de agradecimiento a Nuestro Señor.

El 1 de mayo de 2011, en la Plaza de San Pedro, bajo la mirada cariñosa de la Madre de la Iglesia, podremos unirnos a Benedicto XVI y decir una vez más: «Queremos expresar nuestra profunda gratitud al Señor por el don de Juan Pablo II y queremos también dar gracias a este Papa por todo lo que hizo y sufrió» (Audiencia general, 18 de mayo de 2005).

A quienes le conocimos en vida, nos corresponde ahora el gustoso deber de darlo a conocer a las generaciones futuras.

+ Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei




 INFORMAÇÕES MUITO BREVES    [De vez em quando] 2011.04.26

Pensamentos inspirados

À procura de Deus



A Ressurreição, não é só vencer a morte.


A Ressurreição, é conceder, a todos, vida.


jma, 2011.04.26

A face positiva da crise

PASTORAL SOCIAL
SECRETARIADO DIOCESANO

COMISÃO DIOCESANA “JUSTIÇA E PAZ”


A face positiva da crise

Conta, peso e medida
As sombrias análises que os comentaristas económicos trazem a público sobre a crise em que se encontra mergulhada a nossa sociedade, levam-nos a concluir que “a procissão ainda só vai no adro”, tão distante no tempo eles colocam o seu terminus.
Numa crise, porém, nem tudo é mau, ponderando o potencial de mudança que ela em si contém. Na etimologia grega (krisis), a crise tem a ver com o discernimento que ocorre num processo de mudança ou passagem de uma situação a outra. Diríamos mesmo que a crise é a chave do progresso, sem se negar que o momento da crise vem sempre carregado de dificuldades.
A crítica situação económica/financeira da nossa sociedade traduz-se em desemprego, recessão económica que mais o agravará (os já mais de 600.000 desempregados aumentarão mais e mais), redução de salários, extinção de apoios sociais, etc., etc. Não serão, pois, fáceis os tempos que se aproximam.
Num primeiro momento, seremos tentados a imputar aos políticos a responsabilidade da situação e a esperar que eles a resolvam, dando-nos por quites com a escolha que fazemos no momento do voto.
Mas isso é pouco, muito pouco mesmo.
Precisamos de ir ao fundo da questão, indagar das suas causas e da nossa quota-parte de responsabilidade na eclosão desta crise sob pena de a sua superação, quando supostamente ocorrer, mais não ser que o protelar de outra crise ainda maior.
Sem pretender retirar culpas a quem as tenha – políticos, banqueiros, agentes económicos…  – haveremos de reconhecer que muita gente, embarcando no erro crasso de que poderia viver acima das possibilidades, deixou-se embriagar na espiral do consumismo e na perigosa ilusão de que a felicidade anda de mãos dadas com a abundância do ter, jamais lhes passando pela cabeça que haveria de chegar o momento de apresentação da factura.
A montante da crise económica está, pois, uma crise bem mais grave, a crise moral ou crise dos valores, pelo que será pura ilusão pensar que aquela será ultrapassada sem uma profunda revisão dos “valores” que a geraram.
Esta é a área de intervenção da Igreja, denunciar os falsos valores que estiveram na génese da crise moral, a mãe de todas as crises: a crise económica já instalada, e a crise social que já se pressente, de contornos e consequências difíceis de prever em toda a sua dimensão.
Ao longo dos anos foram violados valores fundamentais da vida social, designadamente os valores da Verdade e da Justiça Social.
Confundiu-se Verdade com “opinião da maioria”, e assim se legitimou a violação dos maiores valores da humanidade: o direito à vida nascente, com a legalização do aborto; a estabilidade do casamento, com a desordenada abertura ao divórcio e a proliferação da união de facto; por fim, o próprio casamento, com as uniões homossexuais.
Em suma, o edifício social assente sobre alicerces falsos!
Quanto a justiça social, agravou-se o fosso entre os muito ricos e os pobres: escandalosos vencimentos de milhões (gestores públicos…) versus salários e reformas de tostões.
Princípios estruturais da vida em sociedade, como os Princípios da Solidariedade e do Bem Comum foram flagrantemente substituídos por oportunismo dos mais bem posicionados na sociedade, e o princípio da Subsidiariedade, que é vital em qualquer sociedade, foi demagogicamente sacrificado em nome do alegado Estado Social, um Estado que quis chamar a si o múnus de tudo fazer e tudo assumir – na saúde, na educação, na segurança social… – não deixando aos entes intermédios e ao cidadão o espaço que lhes é próprio.
Nada adiantará pretender consertar o tecto e as paredes do edifício, sem previamente firmar os alicerces: à busca desenfreada do ter como factor de felicidade, há que contrapor a construção do ser; ao oportunismo, o trabalho e a honestidade; ao egoísmo, a solidariedade para com quem não teve as mesmas oportunidades. Mas acima de tudo, há que repor a Verdade, os Princípios, os Valores.
Se a sociedade aproveitar esta crise para, reflectindo sobre as suas causas, rectificar o que está errado, não será em vão o sacrifício que ora temos que suportar. Essa será a face positiva desta crise.
Não iremos ficar-nos pela crise, somos incentivados a acreditar na sua superação, conscientes, porém, de que à custa de muito suor e lágrimas. A tanto nos induz a reflexão desta Semana Maior que nos diz que o acontecimento de Sexta-Feira Santa só aparentemente foi um fracasso, porquanto a última palavra foi proferida no Domingo a seguir.
A Esperança é o alento do cristão e, neste momento de desalento da nossa sociedade, será o grande contributo que lhe presta.
Votos de uma Santa Páscoa vivida na alegria da Vitória da Vida sobre a morte, são os votos que aos seus leitores formula

Comissão Diocesana "Justiça e Paz" 
                                                                    

Sobre a família 33

O direito dos pais à educação dos filhos (II)
continuação 
A LIBERDADE DE ENSINO
A defesa do direito dos pais à educação dos filhos no âmbito escolar, quer seja a respeito dos abusos dos poderes públicos, quer seja a respeito das pretensões ideológicas do professor, é o que usualmente se denomina liberdade de ensino ou também liberdade de educação. É o mesmo direito natural dos pais visto na perspectiva das relações com o Estado ou com outros agentes educativos.
A liberdade de ensino é, portanto, um direito humano que tem como sujeito os pais de família para educarem os filhos de acordo com as suas preferências, que podem ser de qualquer tipo [i]; desde questões que afectam o currículo (a escolha dos idiomas, ou dos desportos que se praticam), até metodológicas ou pedagógicas (onde entra, por exemplo, o ensino diferenciado ou outros aspectos de índole e carácter mais disciplinar).

J.A. Araña e C.J. Errázuriz
© 2011, Gabinete de Informação do Opus Dei na Internet


[i] São Josemaria, Temas Actuais do Cristianismo, n. 79.

TEXTOS DE SÃO JOSEMARIA ESCRIVÁ

“Está ali, com a sua Carne e com o seu Sangue”

"Isto é o meu Corpo"... e Jesus imolou-se, ocultando-se sob as espécies de pão. Agora está ali, com a sua Carne e com o seu Sangue, com a sua Alma e com a sua Divindade: como no dia em que Tomé meteu os dedos nas suas Chagas gloriosas. E, no entanto, em tantas ocasiões, tu passas de largo, sem esboçares sequer uma breve saudação de simples cortesia, como fazes com qualquer pessoa conhecida que encontras ao passar! Tens bastante menos fé do que Tomé! (Sulco, 684)

O Criador se desfez em carinho pelas suas criaturas. Nosso Senhor Jesus Cristo, como se já não fossem suficientes todas as outras provas da sua misericórdia, institui a Eucaristia para que possamos tê-Lo sempre perto de nós e porque – tanto quanto nos é possível entender – movido pelo seu Amor, Ele, que de nada necessita, não quis prescindir de nós. A Trindade apaixonou-se pelo homem, elevado à ordem da graça e feito à sua imagem e semelhança, redimiu-o do pecado – do pecado de Adão que se propagou a toda a sua descendência e dos pecados pessoais de cada um – e deseja vivamente morar na nossa alma, como diz o Evangelho:  se alguém Me ama, guardará a minha palavra, e Meu Pai o amará, e nós viremos a ele, e faremos nele morada.

Esta corrente trinitária de amor pelos homens perpetua-se de maneira sublime na Eucaristia. Há já muitos anos, todos aprendemos no catecismo que a Sagrada Eucaristia pode ser considerada como Sacrifício e como Sacramento e que o sacramento se nos apresenta como Comunhão e como um tesouro no altar, mais concretamente, no Sacrário.
(Cristo que passa, nn. 84–85)




© Gabinete de Informação do Opus Dei na Internet

Evangelho do dia e comentário

 Páscoa - Oitava


Evangelho: Jo 20, 11-18

11 Entretanto, Maria estava da parte de fora do sepulcro a chorar. Enquanto chorava, inclinou-se para o sepulcro 12 e viu dois anjos vestidos de branco, sentados no lugar onde fora posto o corpo de Jesus, um à cabeceira e outro aos pés. 13 Eles disseram-lhe: «Mulher, porque choras?». Respondeu-lhes: «Porque levaram o meu Senhor e não sei onde O puseram». 14 Ditas estas palavras, voltou-se para trás e viu Jesus de pé, mas não sabia que era Jesus. 15 Jesus disse-lhe: «Mulher, porque choras? A quem procuras?». Ela, julgando que era o hortelão, disse-Lhe: «Senhor, se tu O levaste, diz-me onde O puseste; eu irei buscá-l'O». 16 Jesus disse-lhe: «Maria!». Ela, voltando-se, disse-Lhe em hebreu: «Rabboni!», 17 Jesus disse-lhe: «Não Me retenhas, porque ainda não subi para Meu Pai; mas vai a Meus irmãos e diz-lhes que subo para Meu Pai e vosso Pai, para Meu Deus e vosso Deus». 18 Foi Maria Madalena anunciar aos discípulos: «Vi o Senhor!», e as coisas que Ele lhe disse.

Meditação:

Quando Te procuro e não Te encontro, fico desorientado e sem saber o que fazer.

Apercebo-me que não Te posso encontrar no meio do bulício e do fragor da vida corrente, que preciso de encontrar-me primeiro a mim mesmo, retrair-me dentro de mim e concentrar-me no que realmente desejo procurar e…encontrar.

Procuro, então, o silêncio e, no silêncio, oiço a Tua voz inconfundível que me chama pelo meu nome, o mesmo nome que me deste desde o princípio dos tempos.

E prostro-me a Teus pés e repito, uma vez mais, com toda a confiança:

Domine, docere me voluntatem Tuam quia Deus meus es Tu!

(ama, meditação sobre Jo 20, 11-18, 2009.07.22)