10/10/2020

10 trucos para rezar con el rosario cada día


 

10 trucos para rezar con el rosario cada día, incluso con desánimos o distracciones


Un 7 de octubre de 1208, dice una antigua tradición de los religiosos dominicos, la Virgen María se apareció a Santo Domingo de Guzmán y enseñó al santo castellano a rezar el rosario, asegurándole que este rezo propiciaría conversiones de pecadores y abundantes gracias para los fieles.


En nuestra vida ajetreada parece muy difícil rezar el rosario cada día, pero el sacerdote Florian Kolfhaus (que además de trabajar en temas diplomáticos en la Secretaría de Estado vaticana escribe libros de devoción) señala en su libro El Rosario: Teología de rodillas algunos trucos para poderlo rezar cada día. Los resume Diego López Marina para Aciprensa.


1. Tener el Rosario en el bolsillo


Todo católico debe tener siempre un Rosario en su bolsillo. Existe el denario con sólo diez cuentas y que puede transportarse fácilmente. Siempre que busques un pañuelo o una llave antes de salir, recuerda también llevar el Rosario de Jesús y María.


2. Aprovechar el tiempo libre también para rezar


En la vida cotidiana siempre hay un “tiempo libre” que podemos aprovechar para rezar el Rosario: cuando esperamos la consulta médica, un bus, una llamada importante, entre otros.


Y si por alguna razón una persona no desea mostrarse en una “sala de espera” como católico practicante, también puede utilizar sus manos: tenemos diez dedos para contar los Avemarías.


3. Rezar mientras se realizan quehaceres y deporte


Muchas actividades no requieren pensar mucho, porque las hacemos mecánicamente. Cuando se pica la cebolla, se tiende la ropa o se lava el auto también se puede rezar el Rosario. Así como cuando las personas que se aman piensan en el otro sin importar la actividad que realicen, el Rosario ayuda a permanecer en sintonía con el corazón de Jesús y María.


Esto también funciona mientras hacemos deporte: correr, andar en bicicleta o nadar son actividades en las que se puede rezar el Rosario al ritmo de la propia respiración (ya sea de forma interna o en voz alta si estás solo en un campo abierto).


4. Las imágenes y la música también pueden ayudar


El Rosario es una oración contemplativa. Más importante que las palabras que usemos, es la predisposición de nuestro corazón para contemplar cada uno de los misterios.


Para este propósito se puede buscar en Internet cinco imágenes que nos ayuden a contemplar cada pasaje de la vida Cristo y María. Por otro lado, la música también puede ser útil si se ejecuta en un segundo plano para encontrar paz.


5. Canalizar nuestras distracciones para rezar


Es difícil una oración en la que no surjan distracciones. Una y otra vez los pensamientos vienen a nuestra mente: la lista de compras, el cumpleaños de un amigo, una enfermedad o una preocupación.


Si luchamos contra ellas en la oración, a menudo es peor. Es mejor reunir estas “distracciones” y rezar un Avemaría por las personas, por los amigos y familiares, por uno mismo y los problemas. De este modo la oración se hace sincera y personal.


6. Rezar por el otro mientras nos desplazamos


En el camino al trabajo o a la escuela, ya sea en auto o en bus, en tren o caminando, es posible rezar el Rosario sin bajar la cabeza y cerrar los ojos.


Rezar mientras nos desplazamos significa dedicar los Avemarías a las personas con las que hemos establecido contacto o visto durante el día; también por las empresas e instituciones que están en mi camino. Por ejemplo, si veo a un doctor en mi camino puedo rezar por las personas que atenderán sus enfermedades con él.


7. Orar de rodillas o peregrinando


El Rosario puede rezarse siempre y en todo lugar. A veces, cuando se reza de rodillas o se peregrina se puede llegar a sentir un “desafío físico”. Sin embargo esto no se trata de “torturarse” o aguantar el mayor tiempo posible, sino de tener en cuenta que tenemos un cuerpo y alma para adorar a Dios. Por lo tanto, el rosario es también una oración de peregrinación.


8. Conectar cada misterio con una intención


No siempre se tiene que rezar el Rosario de corrido. A menudo puede ser útil conectar cada misterio con una preocupación particular: mi madre, un amigo, el Papa, los cristianos perseguidos. Cuanto más específico sea, mejor. La alabanza y dar gracias a Dios no deben tampoco estar ausentes.


9. Rezarlo en momentos de sequía espiritual


Nosotros los cristianos no somos “yoguis” que debemos cumplir con prácticas ascéticas para “vaciar” nuestra mente. Si bien nuestra relación con Dios está por encima de cualquier actividad, hay también momentos de sequía y aflicción en los que no se puede orar.


En estos momentos difíciles, tenemos que recogernos con el Rosario y simplemente recitar las oraciones. Esto no es una charla pagana, sino que aquella pequeña chispa de buena voluntad que ofrecemos a Dios, puede fomentar que el Espíritu Santo avive la llama de nuestro espíritu.


En tiempos difíciles, incluso puede ser suficiente sostener el Rosario sin pronunciar una palabra. Este estado desdichado ante Dios y su madre se convierte en una buena oración y ciertamente no permanece sin respuesta.


10. Caer dormido rezando el Rosario


El Rosario no debe estar solo es nuestro bolsillos, sino en cada mesita de noche. Cuando se intenta conciliar el sueño también se pueden rezar los Avemarías y es mejor que contar ovejas. En ocasiones solo las personas mayores y enfermas se “aferran” al Rosario por la noche debido a las promesas de seguridad, fortaleza y consuelo. Sin embargo, también en los buenos tiempos se debe recurrir a esta oración y pedir especialmente por aquellos que sufren.

Virtudes 22

 


Prudência 5

A medida justa

São Josemaria procurou sempre transmitir duas atitudes em relação à prudência: a flexibilidade para saber adaptar-se a cada situação, sem ficar preso à rigidez de uma "casuística estéril" (Amigos de Deus, 222), que basicamente procede da soberba ou de um exacerbado medo de se enganar, e a disposição de retificar: não é prudente quem nunca se engana, mas quem sabe retificar os seus erros (Amigos de Deus, 88). Há coisas que fazes bem e coisas que fazes mal. Enche-te de alegria e de esperança pelas primeiras, e enfrenta-te, sem desânimo, com as segundas, para retificares (Sulco, nº 68).

A prudência não existe apenas nas pessoas, mas também nas organizacções. Por exemplo, São Josemaria estabeleceu que a estrutura e organização do governo do Opus Dei, nos seus diferentes graus, devia ser colegial, baseada na responsabilidade de quem faz parte dessas organizações e na confiança mútua. Nesse sentido, diz ele em Sulco: As decisões de governo tomadas de ânimo leve por uma só pessoa nascem sempre, ou quase sempre, distorcidas por uma visão unilateral dos problemas. Por maiores que sejam a tua preparação e o teu talento, deves ouvir quem partilha contigo essa tarefa de direção (nº 392). Cada uma das pessoas que compõem os vários órgãos de governo deve assumir plenamente a sua própria responsabilidade, manifestar livremente o seu parecer, sem se refugiar no anonimato: Uma norma fundamental de bom governo: distribuir responsabilidades. Sem que isso signifique procurar a comodidade ou o anonimato. Insisto: repartir responsabilidades, pedindo a cada um contas do seu encargo, para podermos "prestar contas" a Deus, e às almas, se for preciso. (Sulco, 972).

 

Josep-Ignasi Saranyana

 

Bibliografia básica: Catecismo da Igreja Católica, 1762-1770, 1803-1832 e 1987-2005.

Leituras recomendadas:

(São Josemaria, Homilia Virtudes humanas, in Amigos de Deus, 73-92.

KÜCKING, Marlies, Dicionário de (São Josemaria (2013), ILLANES José Luis, Entrada: Prudência.

TRIGO, Tomás, Scripta Theologica 34 (2002/1) 273-307

SACRAMENTOS

                                                  


Eucaristia



…/8

2. A promessa da Eucaristia e a sua instituição por Jesus Cristo

2.1. A promessa

O Senhor anunciou a Eucaristia durante a sua vida pública, na Sinagoga de Cafarnaum, perante aqueles que O tinham seguido depois de serem testemunhas do milagre da multiplicação dos pães, com que saciou a multidão [7].
Jesus aproveitou aquele sinal para revelar a sua identidade e a sua missão, e para prometer a Eucaristia:

«”Em verdade, em verdade vos digo: Não foi Moisés que vos deu o pão do Céu, mas é o meu Pai quem vos dá o verdadeiro pão do Céu, pois o pão de Deus é aquele que desce do Céu e dá a vida ao mundo.”

Disseram-lhe então: “Senhor, dá-nos sempre desse pão!”

Respondeu-lhes Jesus:

Eu sou o pão da vida… Eu sou o pão vivo, o que desceu do Céu: se alguém comer deste pão, viverá eternamente; e o pão que Eu hei-de dar é a minha carne, pela vida do mundo…
Quem realmente come a minha carne e bebe o meu sangue tem a vida eterna e Eu hei-de ressuscitá-lo no último dia, porque a minha carne é uma verdadeira comida e o meu sangue, uma verdadeira bebida.
Quem realmente come a minha carne e bebe o meu sangue fica a morar em mim e Eu nele.
Assim como o Pai que me enviou vive e Eu vivo pelo Pai, também quem de verdade me come viverá por mim”» [8].


(Revisão da versão portuguesa por ama)

Notas:
[7] cf. Jo 6, 1-13
[8] cf. Jo 6, 32-35, 51, 54-57

Leitura espiritual Outubro 10

 



Cartas de São Paulo

1.ª Tessalonicenses 3

1 Por isso, não podendo resistir mais, aceitámos que nos deixassem sós em Atenas, 2 e enviámos Timóteo, nosso irmão e colaborador de Deus no Evangelho de Cristo, para vos confirmar e encorajar na vossa fé, 3 para que ninguém se desencaminhe no meio destas tribulações. Vós bem sabeis que a tal estamos destinados.   estávamos entre vós, já então vos prevenimos que teríamos de sofrer provações, e assim aconteceu, como sabeis. 5 Por isso, não podendo esperar mais, mandei saber notícias da vossa fé, receando que o tentador vos tivesse tentado, tornando assim vão o nosso esforço. 6 Agora que Timóteo voltou daí e nos trouxe boas notícias sobre a vossa fé e a vossa caridade, e porque conservais de nós uma grata recordação, desejando-nos ver tal como nós a vós, 7 encontrámos reconforto em vós, irmãos, graças à vossa fé, no meio de todas as nossas angústias e tribulações. 8 Agora sentimo-nos com mais vida, porque estais firmes no Senhor.9 Que acção de graças poderemos nós dar a Deus por toda a alegria que gozamos, devido a vós, diante do nosso Deus? 10 Nós que, noite e dia, insistentemente, pedimos para rever o vosso rosto e completar o que falta à vossa fé?

 

Voto final –

11 Que o próprio Deus, nosso Pai, e Nosso Senhor Jesus nos encaminhem até vós. 12 O Senhor vos faça crescer e superabundar de caridade uns para com os outros e para com todos, tal como nós para convosco; 13 que Ele confirme os vossos corações irrepreensíveis na santidade diante de Deus, nosso Pai, por ocasião da vinda de Nosso Senhor Jesus com todos os seus santos.

 


Cristo que passa

9

 

        

O sal da mortificação

 

Para se santificar, o cristão corrente - que não é um religioso e não se afasta do mundo, porque o mundo é o lugar do seu encontro com Cristo - não precisa de hábito externo nem sinais distintivos.

Os seus sinais são internos: a constante presença de Deus e o espírito de mortificação.

Na realidade, são uma só coisa, porque a mortificação é apenas a oração dos sentidos.

 

A vocação cristã é vocação de sacrifício, de penitência, de expiação. Temos de reparar pelos nossos pecados (já voltámos a cara tantas vezes para não vermos Deus!) e por todos os pecados dos homens. Precisamos de seguir de perto os passos de Cristo: trazendo sempre no nosso corpo a mortificação, a abnegação de Cristo, o seu abatimento na Cruz, para que também a vida de Jesus se manifeste nos nossos corpos.

O nosso caminho é de imolação e, nesta renúncia, encontraremos o gaudium cum pace, a alegria e a paz.

 

Não contemplamos o mundo com um olhar triste.

Talvez involuntariamente, prestaram um fraco serviço à catequese os biógrafos de santos que queriam encontrar a todo o custo coisas extraordinárias nos servos de Deus, logo desde os primeiros vagidos. E contam de alguns deles que na sua infância não choravam, não mamavam às sextas-feiras por mortificação...

Tu e eu nascemos a chorar, como Deus manda; e sugámos o peito da nossa mãe sem nos preocuparmos com Quaresmas nem Têmporas...

 

Agora, com o auxílio de Deus, aprendemos a descobrir ao longo dos dias (aparentemente sempre iguais) spatium verae penitentiae, tempo de verdadeira penitência; e nesses instantes fazemos propósitos de emendatio vitae, de melhorar a nossa vida.

Este é o caminho para nos predispormos à graça e às inspirações do Espírito Santo na alma.

E com essa graça - repito - vem o gaudium cum pace, a alegria, a paz e a perseverança no caminho.

 

A mortificação é o sal da nossa vida.

E a melhor mortificação é a que combate - em pormenores, durante todo o dia - a concupiscência da carne, a concupiscência dos olhos e a soberba de vida.

Mortificações que não mortifiquem os outros, que nos tornem mais delicados, mais compreensivos, mais abertos a todos.

Tu não podes ser mortificado se és susceptível, se só vives os teus egoísmos, se dominas os outros, se não sabes privar-te do supérfluo e, por vezes, até do necessário e, enfim, se te entristeces quando as coisas não correm como tu tinhas previsto.

Serás, pelo contrário, mortificado se souberes fazer-te tudo para todos para salvar a todos.

 

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A fé e a inteligência

 

A vida de oração e de penitência e a consideração da nossa filiação divina transformam-nos em cristãos profundamente piedosos, como meninos pequenos diante de Deus.

A piedade é a virtude dos filhos e, para que o filho possa entregar-se nos braços do seu pai, há-de ser e sentir-se pequeno, necessitado. Tenho meditado com frequência na vida de infância espiritual, que não se contrapõe à fortaleza, porque requer uma vontade rija, uma maturidade bem temperada, um carácter firme e aberto.

 

Piedosos, portanto, como meninos; mas não ignorantes, porque cada um há-de esforçar-se, na medida das suas possibilidades, pelo estudo sério e científico da fé.

E o que é isto, senão teologia?

Piedade de meninos, sim, mas doutrina segura de teólogos.

 

O afã por adquirir esta ciência teológica - a boa e firme doutrina cristã - deve-se, em primeiro lugar, ao desejo de conhecer e amar a Deus.

Simultaneamente é consequência da preocupação geral da alma fiel por alcançar a mais profunda compreensão deste mundo, que é uma realização do Criador.

Com periódica monotonia, há pessoas que procuram ressuscitar uma suposta incompatibilidade entre a fé e a ciência, entre a inteligência humana e a Revelação divina.

Tal incompatibilidade só pode surgir, e só na aparência, quando não se entendem os termos reais do problema.

 

Se o mundo saiu das mãos de Deus, se Ele criou o homem à sua imagem e semelhança e lhe deu uma chispa da Sua luz, o trabalho da inteligência deve ser - embora seja um trabalho duro - desentranhar o sentido divino que naturalmente já têm todas as coisas.

E, com a luz da fé, compreendemos também o seu sentido sobrenatural, que resulta da nossa elevação à ordem da graça.

Não podemos admitir o medo da ciência, visto que qualquer trabalho, se é verdadeiramente científico, tende para a verdade.

E Cristo disse: «Ego sum veritas». Eu sou a verdade.

 

O cristão precisa de ter fome de saber.

Desde o estudo dos saberes mais abstractos até à habilidade do artesão, tudo pode e deve conduzir a Deus.

Efectivamente não há tarefa humana que não seja santificável, motivo para a nossa própria santificação e oportunidade para colaborar com Deus na santificação dos que nos rodeiam.

A luz dos seguidores de Jesus Cristo não deve estar no fundo do vale, mas no cume da montanha para que vejam as vossas boas obras e glorifiquem o vosso Pai que está nos céus.

 

Trabalhar assim é oração.

Estudar assim é oração. Investigar assim é oração.

Nunca saímos afinal do mesmo: tudo é oração, tudo pode e deve levar-nos a Deus, alimentar a nossa intimidade contínua com Ele, da manhã à noite.

Todo o trabalho honrado pode ser oração e todo o trabalho que é oração é apostolado.

Deste modo, a alma fortalece-se numa unidade de vida simples e forte.

 

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A esperança do Advento

 

Nada mais queria dizer-vos neste primeiro Domingo do Advento, quando já começamos a contar os dias que nos aproximam do Natal do Salvador.

Vimos a realidade da vocação cristã, ou seja, como o Senhor confiou em nós para levar as almas à santidade, para as aproximar dEle, para as unir à Igreja e estender o reino de Deus a todos os corações. O Senhor quer-nos entregues, fiéis, dedicados, com amor. Quer-nos santos, muito Seus.

 

Por um lado, a soberba, a sensualidade e o tédio, o egoísmo; por outro, o amor, a entrega, a misericórdia, a humildade, o sacrifício, a alegria.

Tens de escolher.

Foste chamado a uma vida de fé, esperança e caridade.

Não podes cruzar os braços e refugiar-te num medíocre isolamento.

 

Em certa ocasião, vi uma águia encerrada numa jaula de ferro. Estava suja e meia depenada.

Tinha entre as garras um pedaço de carne podre.

Pensei então no que seria de mim se abandonasse a vocação recebida de Deus.

Tive pena daquele animal solitário, enjaulado, que tinha nascido para subir muito alto e olhar de frente o Sol.

Podemos ascender até às humildes alturas do amor de Deus, do serviço a todos os homens.

Para isso, porém, é preciso que não haja na alma recantos escondidos, onde não possa entrar o sol de Jesus Cristo.

Temos de deitar fora todas as preocupações que nos afastem dEle; e assim terás Cristo na tua inteligência, Cristo nos teus lábios, Cristo no teu coração, Cristo nas tuas obras.

Toda a vida - o coração e as obras, a inteligência e as palavras - cheia de Deus.

 

«Olhai e levantai as vossas cabeças porque está próxima a vossa redenção», lemos no Evangelho.

O tempo do Advento é o tempo da esperança.

Todo o panorama da nossa vocação cristã, a unidade de vida que tem como nervo a presença de Deus, Nosso Pai, pode e deve ser uma realidade diária.

 

Invoca comigo Nossa Senhora, e imagina como passaria Ela aqueles meses à espera do Filho que havia de nascer.

E Nossa Senhora, Santa Maria, fará com que sejas alter Christus, ipse Christus, outro Cristo, o próprio Cristo.

 

 

 

O trabalho: Caminho de santidade

 


Está a ajudar-te muito, dizes-me, este pensamento: Desde os primeiros cristãos, quantos comerciantes terão sido santos? E queres demonstrar que também agora isso é possível... O Senhor não te abandonará nesse empenho. (Sulco, 490)

Para seguir os passos de Cristo, o apóstolo de hoje não vem reformar nada, e menos ainda desentender-se da realidade histórica que o rodeia... Basta-lhe actuar como os primeiros cristãos, vivificando o ambiente. (Sulco, 320)

 

O que sempre ensinei - desde há quarenta anos - é que todo o trabalho humano honesto, tanto intelectual como manual, deve ser realizado pelo cristão com a maior perfeição possível: com perfeição humana (competência profissional) e com perfeição cristã (por amor à vontade de Deus e em serviço dos homens). Porque, feito assim, esse trabalho humano, por humilde e insignificante que pareça, contribui para a ordenação cristã das realidades temporais - a manifestação da sua dimensão divina - e é assumido e integrado na obra prodigiosa da Criação e da Redenção do mundo: Eleva-se assim o trabalho à ordem da graça, santifica-se, converte-se em obra de Deus, operatio Dei, opus Dei.

 

Ao recordar aos cristãos as palavras maravilhosas do Génesis - que Deus criou o homem para que trabalhasse - fixámo-nos no exemplo de Cristo, que passou a quase totalidade da Sua vida terrena trabalhando numa aldeia como artesão. Amamos esse trabalho humano que Ele abraçou como condição de vida, e cultivou e santificou. Vemos no trabalho - na nobre e criadora fadiga dos homens - não só um dos mais altos valores humanos, meio imprescindível para o progresso da sociedade e o ordenamento cada vez mais justo das relações entre os homens, mas também um sinal do amor de Deus para com as Suas criaturas e do amor dos homens entre si e para com Deus: Um meio de perfeição, um caminho de santificação. (Temas Actuais do Cristianismo, 10)

 

Reflexão - Fidelidade


Se somos fiéis, o Senhor conceder-nos-á ver, na outra vida, todo o bem que a nossa oração produziu, as horas de trabalho que oferecemos por outros, as conversas que mantivemos com os nossos amigos, as horas de doença oferecidas, o resultado daquele encontro do qual nunca mais tivemos noticias, os frutos de tudo quanto aqui nos pareceu um fracasso, a que alcançou aquela oração do Santo Rosário quando vínhamos da faculdade ou do escritório... Nada ficou sem fruto: uma parte cem, outra sessenta e outra trinta por cento. (…)

Se todos os filhos da Igreja fossem missionários incansáveis do Evangelho, brotaria uma nova floração de santidade e de renovação neste mundo sedento de amor e de verdade.

(São João Paulo I, Alocução, 27.08.1978)

Pequena agenda do cristão

 

SÁBADO

Pequena agenda do cristão

(Coisas muito simples, curtas, objectivas)



Propósito:
Honrar a Santíssima Virgem.

A minha alma glorifica o Senhor e o meu espírito se alegra em Deus meu Salvador, porque pôs os olhos na humildade da Sua serva, de hoje em diante me chamarão bem-aventurada todas as gerações. O Todo-Poderoso fez em mim maravilhas, santo é o Seu nome. O Seu Amor se estende de geração em geração sobre os que O temem. Manifestou o poder do Seu braço, derrubou os poderosos do seu trono e exaltou os humildes, aos famintos encheu de bens e aos ricos despediu de mãos vazias. Acolheu a Israel Seu servo, lembrado da Sua misericórdia, como tinha prometido a Abraão e à sua descendência para sempre.

Lembrar-me:

Santíssima Virgem Mãe de Deus e minha Mãe.

Minha querida Mãe: Hoje queria oferecer-te um presente que te fosse agradável e que, de algum modo, significasse o amor e o carinho que sinto pela tua excelsa pessoa.
Não encontro, pobre de mim, nada mais que isto: O desejo profundo e sincero de me entregar nas tuas mãos de Mãe para que me leves a Teu Divino Filho Jesus. Sim, protegido pelo teu manto protector, guiado pela tua mão providencial, não me desviarei no caminho da salvação.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?


Outubro - Mês do Rosário



MISTÉRIOS DOLOROSOS

Quarto Mistério


Jesus toma a Cruz


Sobre os Teus ombros doridos, repousa agora a Cruz que, desde sempre, Te estava reservada.
Enfraquecido como estás, uma noite inteira sem dormir, o sofrimento atroz do Getsémani, as vergastadas, os encontrões, deixaram-Te quase sem forças.
O Teu Espírito está como que aturdido pelos insultos, as palavras soezes, o ódio e a raiva que vês nos homens que Te rodeiam e que toda a noite Te atormentaram.
Para alguns judeus, príncipes dos sacerdotes e os outros do Sinédrio, és um inimigo e há que exacerbar ao máximo a multidão dos simples, analfabetos, pouco mais que brutos, para que peçam mais e mais sofrimentos, mais e mais troça e escárnio. Só descansarão quando Te virem morto, pregado na Cruz.
Há o secreto medo que os Teus discípulos que se contam por milhares, acorram em Teu auxílio, se sublevem e subvertam facilmente toda uma turba de pobres homens e mulheres ávidos de um chefe, de um líder contra os odiados opressores romanos.
Para estes últimos, não passas de um divertimento. Algo que sai da rotina. Ainda por cima, não têm qualquer responsabilidade; não lavou as mãos do assunto, o seu chefe, Pôncio Pilatos?
E onde estou eu, Senhor?
No grupo turbulento, inconsciente e sem vontade própria os que gritam: «Crucifica-O!» (Cfr. Jo 19. 15), daqueles que se aglomeram, ávidos de verem como é que vais aguentar o pesado madeiro?
Ou estou no meio daqueles que se limitam a cumprir ordens, sem querer saber, como nem porquê, se são justas ou injustas, e assim Te flagelei e agora Te arrasto para receberes a Cruz?
Acrescento, talvez, alguma coisa da minha lavra: uso o azorrague com mais força, fui eu quem se lembrou da coroa de espinhos, dei-Te algumas bofetadas por minha conta?
Ou sou, ainda, dos que, de longe, disfarçadamente, olham tudo, apavorados que descubram qualquer ligação conTigo, olhando em volta, perscrutando se alguém se lembra de me Ter visto no meio dos quatro mil que alimentas-Te milagrosamente com uns poucos de peixes e pães?
Esta angústia de não saber onde estou, faz-me encolher na minha própria insignificância cobarde e pusilânime.
Quantas vezes me deixei ir com os outros, sem querer saber para onde ia, onde levava aquele caminho?
Quantas vezes inventei eu próprio algumas modificações nesses caminhos ínvios tornando-os mais tortuosos?
Quantas vezes não fugi e não me escondi, fiquei calado e atentei passar despercebido com medo de cair em “ridículo”, de “chocar” os outros, ou muito simplesmente de me afirmar como Teu filho e não consentir, na minha presença, ofensas a meu Pai?
Descansa agora a Cruz no Teu ombro dorido, Senhor que Tu és homem, embora perfeito, sentes em todo o Teu corpo esse peso enorme desse lenho duro que há-de receber o teu Corpo martirizado.
E conheces, um a um, todos os pecados de todos os homens que constituem o peso dessa Cruz. Os meus também.
E eu queixo-me da minha cruz. Que é pesada, que é incómoda, que, até por vezes, me tira o sono!
Perdoa-me, Senhor, a minha insensibilidade perante a Tua Cruz.
Não olhes para mim, Senhor, com o Teu olhar magoado e triste.
Deixa-me respirar um pouco, tomar alento, ganhar coragem para então, postado a Teu lado, volveres para mim o Teu olhar misericordioso e, silenciosamente, dizeres-me: Estás perdoado; não tornes a pôr mais peso nesta tão pesada Cruz.
E eu, senhor, com o coração cheio de alegria pela Tua bondade, prometo solenemente fazer tudo, com a Tua ajuda, para não tornar mais pesada a Tua Santa Cruz.

(AMA, 1999)