«Constituye
mi fuerza»
Muchas son las referencias que muestran cómo a lo
largo de toda la vida del santo polaco, desde que era niño, en su corazón
estaba la Virgen del Carmen. Cari Filii News recuerda esta devoción:
En el año 2001 se celebraba el 750º aniversario de
la entrega del Escapulario del Carmen a San Simón Stock, y con ese motivo el
Papa reinante, San Juan Pablo II, proclamó un Año Mariano Carmelitano. El 25 de
marzo, festividad de la Anunciación, dirigió una carta-mensaje a la Orden del
Carmen donde hacía una confesión: “También yo llevo sobre mi corazón, desde
hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen”.
“Desde mi juventud“, reiteró el 16 de julio de 2003
en Castelgandolfo, “llevo en el cuello el escapulario de la Virgen y me refugio
con confianza bajo el manto de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Jesús.
Espero que el escapulario sea para todos, particularmente para los fieles que
lo llevan, ayuda y defensa en los peligros, sello de paz y signo del auxilio de
María”.
Para entonces ya era bien conocida esta devoción del
Papa polaco a la Virgen del Carmen, que está en la raíz de su interés por San
Juan de la Cruz. Siendo estudiante universitario leyó las obras del místico
español y pensó ingresar en un convento carmelita donde solía hacer con los
religiosos los ejercicios espirituales. No llegó a cumplir ese deseo (fue el
cardenal Stefan Sapieha, arzobispo de Cracovia, quien disipó sus dudas,
confesaría luego), pero sí le consagró su tesis doctoral, defendida años
después en el Angelicum de Roma. Había, pues, un plan de Dios, como había
reconocido él mismo en 1988 al coronar (como haría varias veces a lo largo de
su pontificado) una imagen de Nuestra Señora del Carmen o del Monte Carmelo, en
aquella ocasión la que se venera en Czerna. Fue durante su viaje apostólico a
su Polonia natal, y no dudó en afirmar: “Hoy admiro los designios de la
Providencia, que me ha incorporado a la espiritualidad carmelitana… Mi primer
escapulario, al que he permanecido fiel, y el cual constituye mi fuerza“.
Así explicó él mismo la influencia de la
espiritualidad carmelitana en sus primeros años: “Al referirme a los orígenes
de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana, La veneración
a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia, y de la
parroquia de Wadowice… En Wadowice había sobre la colina un monasterio
carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski.
Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía un reflejo en la
difundida devoción al Escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo
recibí, creo que cuando tenía diez años; y aún lo llevo. Se iba a los
carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia
parroquial, como en la del Carmen se formó mi devoción mariana durante los años
de la infancia y de la adolescencia”.
Ya como Papa, esa devoción se tradujo en un hecho
significativo, que recuerda el padre carmelita Enrique Llamas: “Él ostenta el
récord entre todos los Papas por el número de documentos marianos publicados, y
en particular por el número de documentos sobre la Virgen del Carmen, el
Escapulario, y los Carmelitas”.
Y otro dato: cuando la reforma litúrgica implantada
por el Beato Pablo VI en 1969 relegó la festividad de la Virgen del Carmen al
rango litúrgico de “memoria libre”, Karol Wojtyla, ya arzobispo de Cracovia,
fue uno de los numerosos obispos del mundo que escribieron a la Santa Sede que
fuese restablecida y conservase al menos el rango de “memoria obligatoria“,
como finalmente se hizo.
La Virgen, guía y auxilio para cumplir la voluntad
de Dios
La razón de esta preferencia por la advocación del
Carmen no es solamente pietista o referida a su devoción infantil, sino profundamente
teológica, en cuanto arraiga en el simbolismo bíblico del Monte Carmelo. Así lo
expresó el mismo Juan Pablo II el 16 de julio de 2000, en el rezo del Angelus
en el Valle de Aosta, donde se encontraba pasando unos días de descanso: “Al
contemplar estas montañas mi mente acude hoy al Monte Carmelo, cantado en la
Biblia por su belleza. Y es que celebramos la fiesta de la bienaventurada
Virgen del Monte Carmelo. Sobre ese monte, el santo profeta Elías defendió con
arrojo la integridad y la pureza de la fe del pueblo elegido del Dios vivo. En
esta misma montaña reuniéronse algunos ermitaños que se dedicaron a la
contemplación y a la penitencia. El Carmelo indica simbólicamente el monte de
la plena adhesión a la voluntad divina. Todos estamos llamados a escalar esta
montaña…”.
Si alguien encarna esa adhesión a la voluntad divina
es la mujer del Fiat! a la Encarnación redentora. Y si alguien encarna el
auxilio para encaramarnos a ese monte, es la mediadora de todas las gracias. La
Virgen del Carmen, esa que, según propia confesión, constituía “toda la fuerza”
del Papa Wojtyla.
REL