Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 39
19.
¡Oh, válgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de trabajos que en
este tiempo tuve, aun después de lo que atrás queda dicho, ¡cómo sería harto
aviso para del todo aborrecerlo todo!
Fue
la mayor persecución -me parece- de las que he pasado.
Digo
que me vi a veces de todas partes tan apretada, que sólo hallaba remedio en
alzar los ojos al cielo y llamar a Dios.
Acordábame
bien de lo que había visto en esta visión.
E
hízome harto gran provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que
sea estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el Señor, como
me lo mostró, una persona de su parte que me diese la mano, como me lo había
mostrado en esta visión, sin ir asida a nada más de a contentar al Señor; que
ha sido para sustentar esa poquita de virtud que yo tenía en desearos servir.
¡Seáis bendito por siempre! 20. Estando una vez muy inquieta y alborotada, sin
poder recogerme, y en batalla y contienda, yéndoseme el pensamiento a cosas que
no eran perfectas -aún no me parece estaba con el desasimiento que suelo-, como
me vi así tan ruin, tenía miedo si las mercedes que el Señor me había hecho
eran ilusiones. Estaba, en fin, con una oscuridad grande de alma.
Estando
con esta pena, comenzóme a hablar el Señor y díjome que no me fatigase, que en verme
así entendería la miseria que era, si El se apartaba de mí, y que no había
seguridad mientras vivíamos en esta carne.
Dióseme
a entender cuán bien empleada es esta guerra y contienda por tal premio, y
parecióme tenía lástima el Señor de los que vivimos en el mundo.
Mas
que no pensase yo me tenía olvidada, que jamás me dejaría, mas que era menester
hiciese yo lo que es en mí.
Esto
me dijo el Señor con una piedad y regalo, y con otras palabras en que me hizo
harta merced, que no hay para qué decirlas.
21.
Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor: Ya eres mía y Yo
soy tuyo.
Las
que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las digo con verdad,
son: ¿Qué se me da, Señor, a mí de mí, sino de Vos?
Son
para mí estas palabras y regalos tan grandísima confusión, cuando me acuerdo la
que soy, que como he dicho creo otras veces y ahora lo digo algunas a mi
confesor, más ánimo me parece es menester para recibir estas mercedes, que para
pasar grandísimos trabajos. Cuando pasa, estoy casi olvidada de mis obras, sino
un representárseme que soy ruin, sin discurso de entendimiento, que también me
parece a veces sobrenatural.
22.
Viénenme algunas veces unas ansias de comulgar tan grandes, que no sé si se
podría encarecer.
Acaecióme
una mañana que llovía tanto, que no parece hacía para salir de casa. Estando yo
fuera de ella, yo estaba ya tan fuera de mí con aquel deseo, que aunque me
pusieran lanzas a los pechos, me parece entrara por ellas, cuánto más agua.
Como llegué a la iglesia, diome un arrobamiento grande: parecióme vi abrir los
cielos, no una entrada como otras veces he visto. Representóseme el trono que
dije a vuestra merced he visto otras veces, y otro encima de él, adonde por una
noticia que no sé decir, aunque no lo vi, entendí estar la Divinidad. Parecíame
sostenerle unos animales; a mí me parece he oído una figura de estos animales;
pensé si eran los evangelistas.
Mas
cómo estaba el trono, ni qué estaba en él, no lo vi, sino muy gran multitud de
ángeles.
Pareciéronme
sin comparación con muy mayor hermosura que los que en el cielo he visto. He
pensado si son serafines o querubines, porque son muy diferentes en la gloria, que
parecía tener inflamamiento: es grande la diferencia, como he dicho.
Y
la gloria que entonces en mí sentí no se puede escribir ni aun decir, ni la
podrá pensar quien no hubiere pasado por esto.
Entendí
estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi nada.
Dijéronme,
y no sé quién, que lo que allí podía hacer era entender que no podía entender
nada, y mirar lo nonada que era todo en comparación de aquello.
Es
así que se afrentaba después mi alma de ver que pueda parar en ninguna cosa
criada, cuánto más aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero.
23.
Comulgué y estuve en la misa, que no sé cómo pude estar.
Parecióme
había sido muy breve espacio. Espantéme cuando dio el reloj y vi que eran dos horas
las que había estado en aquel arrobamiento y gloria.
Espantábame
después, cómo en llegando a este fuego, que parece viene de arriba, de
verdadero amor de Dios (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por
ello, si no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces, no soy
parte para tener una centella de él), parece que consume el hombre viejo de
faltas y tibieza y miseria; y a manera de como hace el ave fénix -según he
leído- y de la misma ceniza, después que se quema, sale otra, así queda hecha
otra el alma después con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece es la
que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del Señor.
Suplicando
yo a Su Majestad fuese así, y que de nuevo comenzase a servirle, me dijo: Buena
comparación has hecho; mira no se te
olvide
para procurar mejorarte siempre.
24.
Estando una vez con la misma duda que poco ha dije, si eran estas visiones de
Dios, me apareció el Señor y me dijo con rigor:
¡Oh
hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo seréis duros de corazón?
Que
una cosa examinase bien en mí: si del todo estaba dada por suya, o no; que si
lo estaba y lo era, que creyese no me dejaría perder.
Yo
me fatigué mucho de aquella exclamación.
Con
gran ternura y regalo me tornó a decir que no me fatigase, que ya sabía que por
mí no faltaría de ponerme a todo lo que fuese su servicio; que se haría todo lo
que yo quería (y así se hizo lo que entonces le suplicaba); que mirase el amor
que se iba aumentando en mí cada día para amarle, que en esto vería no ser
demonio; que no pensase que consentía Dios tuviese tanta parte el demonio en
las almas de sus siervos y que te pudiese dar la claridad de entendimiento y quietud
que tienes. Diome a entender que habiéndome dicho tantas
personas,
y tales, que era Dios, que haría mal en no creerlo.
25.
Estando una vez rezando el salmo de Quicumque vult, se me dio a entender la
manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan claro, que yo me espanté y
consolé mucho.
Hízome
grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y para
cuando pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece entiendo cómo puede
ser, y esme mucho contento.
26.
Un día de la Asunción de la Reina de los Angeles y Señora nuestra, me quiso el
Señor hacer esta merced, que en un arrobamiento se me representó su subida al
cielo, y la alegría y solemnidad con que fue recibida y el lugar adonde está.
Decir cómo fue esto, yo no sabría. Fue grandísima la gloria que mi espíritu
tuvo de ver tanta gloria. Quedé con grandes efectos, y aprovechóme para desear
más pasar grandes trabajos, y quedóme gran deseo de servir a esta Señora, pues
tanto mereció.
27.
Estando en un Colegio de la Compañía de Jesús, y estando comulgando los
hermanos de aquella casa, vi un palio muy rico sobre sus cabezas. Esto vi dos
veces. Cuando otras personas comulgaban, no lo veía.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA