LIBRO
DE LA VIDA
Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO
13
1. Hame parecido decir algunas
tentaciones que he visto que se tienen a los principios, y algunas tenido yo, y
dar algunos avisos de cosas que me parecen necesarias.
Pues procúrese a los principios andar
con alegría y libertad, que hay algunas personas que parece se les ha de ir la
devoción si se descuidan un poco. Bien es andar con temor de sí para no se fiar
poco ni mucho de ponerse en ocasión donde suele ofender a Dios, que esto es muy
necesario hasta estar ya muy enteros en la virtud; y no hay muchos que lo
puedan estar tanto, que en ocasiones aparejadas a su natural se puedan
descuidar, que siempre, mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer
nuestra miserable naturaleza. Mas hay muchas cosas adonde se sufre, como he
dicho, tomar recreación aun para tornar a la oración más fuertes. En todo es
menester discreción.
2. Tener gran confianza, porque
conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos,
poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su
favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco a ponerlo
por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su Majestad y es amigo de
ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza de sí. Y no he
visto a ninguna de éstas que quede baja en este camino; ni ninguna alma
cobarde, con amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estotros en muy
pocos. Espántame lo mucho que hace en este caminho animarse a grandes cosas; aunque
luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho, aunque -como
avecita que tiene pelo malo- cansa y queda.
3. Otro tiempo traía yo delante muchas
veces lo que dice San Pablo, que todo se puede en Dios. En mí bien entendía no
podía nada. Esto me aprovechó mucho, y lo que dice San Agustín: Dame, Señor, lo
que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba muchas veces que no había
perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas
primeras determinaciones son gran cosa, aunque en este primer estado es
menester irse más deteniendo y atados a la discreción y parecer de maestro; mas
han de mirar que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se contente con
que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas.
¡Siempre la humildad delante, para
entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras!
4. Mas es menester entendamos cómo ha
de ser esta humildad, porque creo el demonio hace mucho daño para no ir muy
adelante gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo
que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer imitar a los santos y
desear ser mártires. Luego nos dice o hace entender que las cosas de los santos
son para admirar, mas no para hacerlas los que somos pecadores.
Esto también lo digo yo; mas hemos de
mirar cuál es de espantar y cuál de imitar. Porque no sería bien si una persona
flaca y enferma se pusiese en muchos ayunos y penitencias ásperas, yéndose a un
desierto adonde ni pudiese dormir ni tuviese qué comer, o casas semejantes. Mas
pensar que nos podemos esforzar con el favor de Dios a tener un gran desprecio
de mundo, un no estimar honra, un no estar atado a la hacienda; que tenemos
unos corazones tan apretados, que parece nos ha de faltar la tierra en
queriéndonos descuidar un poco del cuerpo y dar al espíritu; luego parece ayuda
al recogimiento tener muy bien lo que es menester, porque los cuidados
inquietan a la oración.
De esto me pesa a mí, que tengamos tan
poca confianza de Dios y tanto amor propio, que nos inquiete ese cuidado. Y es
así que adonde está tan poco medrado el espíritu como esto, unas naderías nos
dan tan gran trabajo como a otros cosas grandes y de mucho tomo. ¡Y en nuestro
seso presumimos de espirituales!
5. Paréceme ahora a mí esta manera de
caminar un querer concertar cuerpo y alma para no perder acá el descanso y
gozar allá de Dios. Y así será ello si se anda en justicia y vamos asidos a virtud.
Mas es paso de gallina. Nunca con él se llegará a la libertad de espíritu.
Manera de proceder muy buena me parece para estado, de casados, que han de ir
conforme a su llamamiento; mas para otro estado, en ninguna manera deseo tal
manera de aprovechar ni me harán creer es buena, porque la he probado, y
siempre me estuviera así si el Señor por su bondad no me enseñara otro atajo.
6. Aunque en esto de deseos siempre
los tuve grandes, mas procuraba esto que he dicho: tener oración, mas vivir a
mi placer.
Creo si hubiera quien me sacara a
volar, más me hubiera puesto en que estos deseos fueran con obra. Mas hay -por
nuestros pecadostan pocos, tan contados, que no tengan discreción demasiada en este
caso, que creo es harta causa para que los que comienzan no vayan más presto a
gran perfección. Porque el Señor nunca falta ni queda por El; nosotros somos
los faltos y miserables.
7. También se pueden imitar los santos
en procurar soledad y silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán
estos negros cuerpos que tan concertadamente se quieren llevar para desconcertar
el alma, y el demonio ayuda mucho a hacerlos inhábiles, cuando ve un poco de
temor; no quiere él más para hacernos entender que todo nos ha de matar y
quitar la salud; hasta tener lágrimas nos hace temer de cegar. He pasado por
esto y por eso lo sé; y no sé yo qué mejor vista ni salud podemos desear que perderla
por tal causa.
Como soy tan enferma, hasta que me
determiné en no hacer caso del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin
valer nada; y ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid del
demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo: «poco va en que
me muera»; si el descanso: «no he ya menester descanso, sino cruz»; así otras
cosas. Vi claro que en muy muchas, aunque yo de hecho soy harto enferma, que
era tentación del demonio o flojedad mía; que después que no estoy tan mirada y
regalada, tengo mucha más salud.
Así que va mucho a los principios de
comenzar oración a no amilanar los pensamientos, y créanme esto, porque lo
tengo por experiencia. Y para que escarmienten en mí, aun podría aprovechar decir
estas mis faltas.
8. Otra tentación es luego muy
ordinaria, que es desear que todos sean muy espirituales, como comienzan a
gustar del sosiego y ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo
podría ser no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación en hacerse de manera
que no parezca enseñan; porque quien hubiere de hacer algún provecho en este
caso, es menester que tenga las virtudes muy fuertes para que no dé tentación a
los otros.
Acaecióme a mí -y por eso lo entiendo-
cuando, como he dicho, procuraba que otras tuviesen oración, que, como por una
parte me veían hablar grandes cosas del gran bien que era tener oración, y por
otra parte me veían con gran pobreza de virtudes, tenerla yo traíalas tentadas
y desatinadas; y ¡con harta razón!, que después me lo han venido a decir,
porque no sabían cómo se podía compadecer lo uno con lo otro; y era causa de no
tener por malo lo que de suyo lo era, por ver que lo hacía yo algunas veces,
cuando les parecía algo bien de mí.
9. Y esto hace el demonio, que parece
se ayuda de las virtudes que tenemos buenas para autorizar en lo que puede el
mal que pretende, que, por poco que sea, cuando es en una comunidad, debe ganar
mucho; cuánto más que lo que yo hacía malo era muy mucho. Y así, en muchos años
solas tres se aprovecharon de lo que les decía, y después que ya el Señor me
había dado más fuerzas en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años muchas,
como después diré.
Y, sin esto, hay otro gran
inconveniente, que es perder el alma; porque lo más que hemos de procurar al
principio es sólo tener cuidado de sí sola, y hacer cuenta que no hay en la
tierra sino Dios y ella; y esto es lo que le conviene mucho.
10. Da otra tentación (y todas van con
un celo de virtud que es menester entenderse y andar con cuidado) de pena de
los pecados y faltas que ven en los otros: pone el demonio que es sólo la pena de
querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y luego querrían
remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oración; y el mayor daño es
pensar que es virtud y perfección y gran celo de Dios.
Dejo las penas que dan pecados
públicos -si los hubiese en costumbre- de una congregación, o daños de la
Iglesia de estas herejías, adonde vemos perder tantas almas; que ésta es muy buena,
y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro será del alma que tuviere
oración descuidarse de todo y de todos, y tener cuenta consigo y con contentar
a Dios. Esto conviene muy mucho, porque ¡si hubiese de decir los yerros que he
visto suceder fiando en la buena intención!....
Pues procuremos siempre mirar las
virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con
nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con
perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores
que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con el favor de Dios, que es
menester en todo y, cuando falta, excusadas son las diligencias, y suplicarle
nos dé esta virtud, que con que las hagamos no falta a nadie.
11. Miren también este aviso los que
discurren mucho con el entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa y muchos
conceptos; que de los que no pueden obrar con él, como yo hacía, no hay que
avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el Señor les dé en qué se ocupen y
luz, pues ellos pueden tan poco por sí, que antes los embaraza su entendimiento
que los ayuda.
Pues tornando a los que discurren,
digo que no se les vaya todo el tiempo en esto; porque, aunque es muy
meritorio, no les parece - como es oración sabrosa- que ha de haber día de
domingo, ni rato que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y
tengo yo por muy ganada esta pérdida; sino que -como he dicho – se representen
delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento se estén hablando y
regalando con El, sin cansarse en componer razones, sino presentar necesidades
y la razón que tiene para no nos sufrir allí: lo uno un tiempo, y lo otro otro,
porque no se canse el alma de comer siempre un manjar. Estos son muy gustosos y
provechosos, si el gusto se usa a comer de ellos; traen consigo gran
sustentamiento para dar vida al alma, y muchas ganancias.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA