LIBRO DE LA VIDA 67
Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 40
21.
Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece he gana de morir,
sino con una tibieza y oscuridad en todo, como he dicho que tengo muchas veces,
de grandes trabajos, y con haber querido el Señor se sepan en público estas
mercedes que Su Majestad me hace, como me lo dijo algunos años ha, que lo
habían de ser, que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco, como
vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece; consuelo me ha
sido no ser por mi culpa.
Porque
en no lo decir sino a mis confesores o a personas que sabía de ellos lo sabían,
he tenido gran aviso y extremo; y no por humildad, sino porque, como he dicho,
aun a los mismos confesores me daba pena decirlo.
Ahora
ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen celo, y otros temen
tratar conmigo y aun confesarme, y otros me dicen hartas cosas, como entiendo
que por este medio ha querido el Señor remediar muchas almas (porque lo he
visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy
poco se me da de todo.
No
sé si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este rinconcito tan
encerrado, y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de mí.
Mas
no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar algunas personas.
Mas,
como no estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido echarme a un
puerto, que espero en Su Majestad será seguro, por estar ya fuera de mundo y
entre poca y santa compañía.
Miro
como desde lo alto, y dáseme ya bien poco de que digan, ni se sepa.
En
más tendría se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de mí se puede
decir. Que después que estoy aquí, ha sido el Señor servido que todos mis
deseos paren en esto; y hame dado una manera de sueño en la vida, que casi
siempre me parece estoy soñando lo que veo; ni contento ni pena, que sea mucha,
no la veo en mí. Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que
yo me maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que soñó.
Y
esto es entera verdad, que aunque después yo quiera holgarme de aquel contento
o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona
discreta tener pena o gloria de un sueño que soñó. Porque ya mi alma la
despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las
cosas del mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se
torne a cegar.
23.
De esta manera vivo ahora, señor y padre mío.
Suplique
vuestra merced a Dios, o me lleve consigo, o me dé cómo le sirva.
Plega
a Su Majestad esto que aquí va escrito haga a vuestra merced algún provecho,
que, por el poco lugar, ha sido con trabajo; mas dichoso sería el trabajo, si
he acertado a decir algo que sola una vez se
alabe
por ello el Señor, que con esto me daría por pagada, aunque vuestra merced
luego lo queme.
24.
No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que vuestra merced sabe,
pues son y han sido confesores míos.
Porque,
si va mal, es bien pierdan la buena opinión que tienen de mí; si va bien, son
buenos y letrados, sé que verán de dónde viene y alabarán a quien lo ha dicho
por mí.
Su
Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga tan gran santo,
que con su espíritu y luz alumbre esta miserable, poco humilde y muy atrevida,
que se ha osado determinar a escribir cosas tan subidas. Plega al Señor no haya
en ello errado, teniendo intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí
se alabase en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico.
Y
como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta mi
desbaratada vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha
sido menester para escribirla, sino poniendo lo que ha pasado por mí con toda
la llaneza y verdad que yo he podido.
Plega
al Señor, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo a
hacer su voluntad, y no permita se pierda esta alma que con tantos artificios y
maneras y tantas veces ha sacado Su Majestad del infierno y traído a Sí. Amén.
EPÍLOGO
Jhs
1.
El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amén.
No
sería malo encarecer a vuestra merced este servicio, por obligarle a tener
mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor, que según lo que he pasado en
verme escrita y traer a la memoria tantas miserias mías, bien podría; aunque
con verdad puedo decir que he sentido más en escribir las mercedes que el Señor
me ha hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.
2.
Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme, a condición que
vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere.
No
había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él.
Puede
ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha
sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que
escribía.
Suplico
a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha de llevar al Padre
Maestro Avila, porque podría ser conocer alguien la letra.
Yo
deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a
escribir.
Porque,
como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me
queda más para hacer lo que es en mí. En todo haga vuestra merced como le
pareciere y ve está obligado a quien así le fía su alma.
3.
La de vuestra merced encomendaré yo toda mi vida a nuestro Señor.
Por
eso, dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a mí merced, pues verá
vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea en darse todo - como
vuestra merced lo ha comenzado – a quien tan sin tasa se nos da.
4.
Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde
más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes que ha hecho con
nosotros, y para siempre jamás le alabemos, amén.
Acabóse este libro en junio,
año de 1562.