LIBRO
DE LA VIDA
Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO
7
4. Digo que me hace gran lástima; que
ha menester el Señor hacer articulares llamamientos -y no una vez sino muchas-
para que se salven, según están autorizadas las honras y recreaciones del mundo,
y tan mal entendido a lo que están obligadas, que plega a Dios no tengan por
virtud lo que es pecado, como muchas veces yo lo hacía. Y hay tan gran
dificultad en hacerlo entender, que es menester el Señor ponga muy de veras en
ello su mano.
Si los padres tomasen mi consejo, ya
que no quieran mirar a poner sus hijas adonde vayan camino de salvación sino
con más peligro que en el mundo, que lo miren por lo que toca a su honra; y
quieran más casarlas muy bajamente, que meterlas en monasterios semejantes, si
no son muy bien inclinadas -y plega a Dios aproveche-, o se las tenga en su
casa. Porque, si quiere ser ruin, no se podrá encubrir sino poco tiempo, y acá
muy mucho, y en fin lo descubre el Señor; y no sólo daña a sí, sino a todas; y
a las veces las pobrecitas no tienen culpa, porque se van por lo que hallan; y
es lástima de muchas que se quieren apartar del mundo y, pensando que se van a
servir al Señor y a apartar de los peligros del mundo, se hallan en diez mundos
juntos, que ni saben cómo se valer ni remediar; que la mocedad y sensualidad y
demonio las convida e inclina a seguir algunas cosas que son del mismo mundo.
Ve allí que lo tienen por bueno, a manera de decir.
Paréceme como los desventurados de los
herejes, en parte, que se quieren cegar y hacer entender que es bueno aquello
que siguen, y que lo creen así sin creerlo, porque dentro de sí tienen quien
les diga que es malo.
5. Oh grandísimo mal, grandísimo mal
de religiosos - no digo ahora más mujeres que hombres - adonde no se guarda
religión, adonde en un monasterio hay dos caminos: de virtud y religión, y
falta de religión, y todos casi se andan por igual; antes mal dije, no por igual,
que por nuestros pecados camínase más el más imperfecto; y como hay más de él,
es más favorecido. Usase tan poco el de la verdadera religión, que más ha de
temer el fraile y la monja que há de comenzar de veras a seguir del todo su
llamamiento a los mismos de su casa, que a todos los demonios; y más cautela y disimulación
ha de tener para hablar en la amistad que desea tener con Dios, que en otras
amistades y voluntades que el demonio ordena en los monasterios. Y no sé de qué
nos espantamos haya tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los
dechados para que todos sacasen virtudes tienen tan borrada la labor que el espíritu
de los santos pasados dejaron en las religiones.
Plega a la divina Majestad ponga
remedio en ello, como ve que es menester, amén.
6. Pues comenzando yo a tratar estas
conversaciones, no me pareciendo - como veía que se usaban- que había de venir
a mi alma el daño y distraimiento que después entendí era semejantes tratos,
pareciéndome que cosa tan general como es este visitar en muchos monasterios
que no me haría a mí más mal que a las otras que yo veía eran buenas - y no
miraba que eran muy mejores, y que lo que en mí fue peligro en otras no lo
sería tanto, que alguno dudo yo le deja de haber, aunque no sea sino tiempo
malgastado -, estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso
el Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y avisarme y
darme luz en tan gran ceguedad: representóseme Cristo delante con mucho rigor,
dándome a entender lo que de aquello le pesaba. Vile con los ojos del alma más
claramente que le pudiera ver con los del cuerpo, y quedóme tan imprimido, que há
esto más de veinte y seis años y me parece lo tengo presente. Yo quedé muy
espantada y turbada, y no quería ver más a con quien estaba.
7. Hízome mucho daño no saber yo que
era posible ver nada si no era con los ojos del cuerpo, y el demonio que me
ayudó a que lo creyese así y hacerme entender era imposible y que se me había antojado
y que podía ser el demonio y otras cosas de esta suerte, puesto que siempre me
quedaba un parecerme era Dios y que no era antojo. Mas, como no era a mi gusto,
yo me hacía a mí misma desmentir; y yo como no lo osé tratar con nadie y tornó
después a haber gran importunación asegurándome que no era mal ver persona
semejante ni perdía honra, antes que la ganaba, torné a la misma conversación y
aun en otros tiempos a otras, porque fue muchos años los que tomaba esta
recreación pestilencial; que no me parecía a mí - como estaba en ello - tan
malo como era, aunque a veces claro veía no era bueno; mas ninguna no me hizo
el distraimiento que ésta que digo, porque la tuve mucha afición.
8. Estando otra vez con la misma
persona, vimos venir hacia nosotros - y otras personas que estaban allí también
lo vieron - una cosa a manera de sapo grande, con mucha más ligereza que ellos suelen
andar. De la parte que él vino no puedo yo entender pudiese haber semejante
sabandija en mitad del día ni nunca la habido, y la operación que hizo en mí me
parece no era sin misterio. Y tampoco esto se me olvidó jamás. ¡Oh grandeza de
Dios, y con cuánto cuidado y piedad me estábais avisando de todas maneras, y
qué poco me aprovechó a mí!
9. Tenía allí una monja que era mi
parienta, antigua y gran sierva de Dios y de mucha religión. Esta también me
avisaba algunas veces, y no sólo no la creía, mas disgustábame con ella y
parecíame se escandalizaba sin tener por qué.
He dicho esto para que se entienda mi
maldad y la gran bondad de Dios y cuán merecido tenía el infierno por tan
grande ingratitud; y también porque si el Señor ordenare y fuere servido en
algún tiempo lea esto alguna monja, escarmienten en mí; y les pido yo por amor
de nuestro Señor huyan de semejantes recreaciones. Plega a Su Majestad se
desengañe alguna por mí de cuantas he engañadodiciéndoles que no era mal y
asegurando tan gran peligro con la ceguedad que yo tenía, que de propósito no
las quería yo engañar; y por el mal ejemplo que las di -como he dicho- fui
causa de hartos males, no pensando hacía tanto mal.
10. Estando yo mala en aquellos
primeros días, antes que supiese valerme a mí, me daba grandísimo deseo de
aprovechar a los otros; tentación muy ordinaria de los que comienzan, aunque a
mí me sucedió bien.
Como quería tanto a mi padre,
deseábale con el bien que yo me parecía tenía con tener oración -que me parecía
que en esta vida no podía ser mayor que tener oración-, y así por rodeos, como pude,
comencé a procurar con él la tuviese. Dile libros para este propósito. Como era
tan virtuoso como he dicho, asentóse tan bien en él este ejercicio, que en
cinco o seis años -me parece seríaestaba tan adelante, que yo alababa mucho al
Señor, y dábame grandísimo consuelo. Eran grandísimos los trabajos que tuvo de muchas
maneras. Todos los pasaba con grandísima conformidad.
Iba muchas veces a verme, que se
consolaba en tratar cosas de Dios.
11. Ya después que yo andaba tan
destraída y sin tener oración, como veía pensaba que era la que solía, no lo
pude sufrir sin desengañarle; porque estuve un año y más sin tener oración, pareciéndome
más humildad. Y ésta, como después diré, fue la mayor tentación que tuve, que
por ella me iba a acabar de perder; que con la oración un día ofendía a Dios, y
tornaba otros a recogerme y apartarme más de la ocasión.
Como el bendito hombre venía con esto,
hacíaseme recio verle tan engañado en que pensase trataba con Dios como solía,
y díjele que ya yo no tenía oración, aunque no la causa. Púsele mis enfermedades
por inconveniente; que, aunque sané de aquella tangrave, siempre hasta ahora
las he tenido y tengo bien grandes,aunque de poco acá no con tanta reciedumbre,
mas no se quitan, de muchas maneras. En especial tuve veinte años vómito por
las mañanas, que hasta más de mediodía me acaecía no poder desayunarme; algunas
veces, más tarde. Después acá que frecuento más a menudo las comuniones, es a
la noche, antes que me acueste, con mucha más pena, que tengo yo de procurarle com
plumas y otras cosas, porque si lo dejo, es mucho el mal que siento.
Y casi nunca estoy, a mi parecer, sin
muchos dolores, y algunas veces bien graves, en especial en el corazón, aunque
el mal que me tomaba muy continuo es muy de tarde en tarde. Perlesía recia y otras
enfermedades de calenturas que solía tener muchas veces, me hallo buena ocho
años ha. De estos males se me da ya tan poco, que muchas veces me huelgo,
pareciéndome en algo se sirve el Señor.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA