LA INMORTALIDAD DEL ALMA
XIII
El alma no se
puede transformar en cuerpo.
20. Aquí quizá
nazca algún otro problema: a ver si así como el alma no puede perecer tampoco
se pueda transformar en una esencia inferior.
En efecto, puede
parecerle a cualquiera, y no sin razón, que por esta argumentación se ha
demostrado que el alma no puede llegar a la nada, pero que tal vez se pueda
transformar en cuerpo.
Si lo que antes
era alma se hubiese hecho cuerpo, no por cierto dejaría de existir del todo.
Pero esto no puede suceder, a menos que o el alma misma lo quiera o sea forzada
por otro a serlo.
Sin embargo, no
se sigue de inmediato que el alma pueda ser cuerpo ya sea que ella misma lo
haya querido, ya sea que haya sido forzada a serlo. Lo lógico es que, si lo es,
lo quiera así o sea forzada a ello; pero no se sigue que si lo quiere o es
obligada lo sea realmente.
Ahora bien, el
alma nunca querrá ser cuerpo.
Porque todo su
impulso hacia el cuerpo es o para cuidarlo o para vivificarlo o para que se
organice de un cierto modo, o para cuidarlo de alguna manera.
Ahora bien, nada
de esto puede hacer si no es superior al cuerpo.
Pero si es
cuerpo, en realidad no será superior al cuerpo.
Por consiguiente,
el alma no querrá ser cuerpo.
Y no hay
argumento alguno más cierto sobre este asunto que cuando el alma se interroga
de esto a sí misma.
De esta manera,
pues, el alma comprueba fácilmente que no tiene ningún impulso si no es o para
hacer, o saber, o sentir algo, o tan sólo para vivir en cuanto esto depende de
ella.
21. Pero si el
alma es forzada a ser cuerpo, ¿por quién pues lo podrá ser? Por un ser, que
ciertamente sea más poderoso.
Luego no puede
serlo por el mismo cuerpo; pues de ninguna manera se puede dar un cuerpo mas
poderoso que un alma.
Por otra parte,
un alma más poderosa no podría forzar hacia algo, si no es a aquel ser que está
sujeto a su poder; ni en modo alguno un alma está sujeta al poder de otra, si
no por sus pasiones.
Luego esa alma no
puede forzar a otra más que cuanto se lo permiten las pasiones de ésta a la que
fuerza.
Pero hemos dicho
que el alma no puede tener deseo de ser cuerpo. También es evidente que el alma
no llega a ninguna satisfacción de su deseo cuando pierde todo deseo; ahora
bien, cuando se hace cuerpo lo pierde, luego el alma no puede ser forzada a
hacerse cuerpo por otro ser que no tiene facultad para obligar sino en cuanto
se lo permiten las pasiones de su sometida.
Finalmente, toda
alma que tiene a otra en su poder, necesariamente quiere más tener bajo su
poder a ésta que no un cuerpo, y la quiere atender con bondad o mandar con
malicia.
Por eso no querrá
que se convierta en cuerpo.
22. En fin, esta
alma que fuerza o bien es un ser animado o bien carece de cuerpo. Pero si
carece de cuerpo, no existe en este mundo, y si es así es sumamente buena y no
puede desearle otra tan torpe trasmutación.
Mas si es un ser
animado, o también es un ser animado aquélla a la que fuerza o no lo es. Pero
si no lo es, para nada puede ser forzada por otra.
En efecto, no hay
alma más poderosa que la que existe en grado máximo.
Mas si existe en
un cuerpo, asimismo es forzada por medio de un cuerpo por otra que existe en un
cuerpo, a cualquier cosa que sea forzada. Mas, ¿quién puede dudar que de ningún
modo se puede hacer una tan grande trasmutación en el alma por medio de un
cuerpo? Sería posible, pues, esto, si el cuerpo fuese más poderoso que el alma;
aunque cualquiera sea aquello a lo que el alma es forzada por el cuerpo,
justamente lo es no por medio de un cuerpo, sino por medio de sus pasiones,
acerca de las cuales ya se ha dicho bastante.
Ahora bien, lo
que es superior al alma racional, según unánime afirmación, es Dios. ÉL por
cierto cuida del alma y por eso el alma no puede ser forzada por ÉL a
transformarse en cuerpo.
XIV
La fuerza del
alma no la puede menoscabar ni el sueño ni ninguna afección semejante del
cuerpo.
23. Si, pues, el
alma no consiente transformarse en cuerpo ni por propia voluntad ni forzada por
otro, ¿de dónde puede consentirlo? ¿Quizá porque muchas veces, a pesar nuestro,
nos oprime el sueño, se ha de temer que por alguna deficiencia así, pueda ser convertida
el alma en cuerpo? ¡ Cómo si realmente porque nuestros miembros se marchitan
por el sueño, por eso de algún modo el alma se pudiera hacer más débil!
Tan sólo no
siente las cosas sensibles, porque cualquier cosa sea la que produce el sueño,
es propia del cuerpo y opera en el cuerpo; porque tal cambio está ordenado
según la naturaleza para el descanso del cuerpo de los trabajos; sin embargo,
este cambio no quita al alma la capacidad de sentir o de entender. Porque no
sólo tiene de inmediato presentes las imágenes de las cosas sensibles con tan
grande expresión de semejanza, que no es posible en ese mismo tiempo
distinguirlas de aquellas cosas de las que son imágenes; sino también, si
entiende algo, eso mismo es igualmente verdadero para cuando duerme como para
cuando está en vigilia.
En efecto, si
durante el sueño, por ejemplo, a uno le hubiese parecido haber disputado y
haber seguido en la disputa razones verdaderas, habrá aprendido algo; y ya
despierto también esas mismas razones permanecen en él inmutables, aunque se
compruebe que son falsas las demás cosas, como ser el lugar en el que se
realizara la disputa, la persona con la que se disputara, y las palabras mismas
en cuanto al sonido con las que se creía discutir, y otras cosas por el estilo,
que también se sienten y realizan con los mismos sentidos cuando despiertos y,
sin embargo pasan y nunca obtienen la presencia estable de las verdaderas
razones.
De lo cual se
concluye que por tal cambio de estado en el cuerpo, cual es el sueño, no se puede
menguar la vida propia del alma, sino sólo el uso que la misma tiene del
cuerpo.
XV
Nuevo argumento
que prueba que el alma no puede transformarse en cuerpo.
24. Por último,
si la unión del alma y del cuerpo no es local aunque el cuerpo ocupe un lugar,
el alma recibe antes que el cuerpo, y no sólo antes sino más que el cuerpo, la
impresión de estas razones sublimes y eternas cuya existencia es inmutable y
que ciertamente no están contenidas en el espacio. En efecto, tanto antes el
alma es impresionada por estas verdades cuanto les es más cercana, y por la
misma razón tanto más, cuanto superior al cuerpo; ni esta cercanía es acercamiento
de lugar, sino de orden de naturaleza.
Pues en virtud de
este orden se entiende que aquella suprema esencia por medio del alma otorga al
cuerpo la forma, por la cual éste es en la medida en que es.
El cuerpo
subsiste a causa del atina y por ella misma es animado, ya sea universalmente
como el mundo, ya sea particularmente como cada uno de los vivientes dentro del
mundo. Por lo cual era lógico que el alma se hiciera cuerpo por el alma y que
en absoluto pudiera ser de otra manera.
Mas como esto no
sucede, permaneciendo por cierto el alma en aquello que la constituye alma, el
cuerpo subsiste por ésta que le otorga la forma y sin que ella la pierde.
El alma, pues, no
se puede convertir en cuerpo. Si, en efecto, el alma no comunicara al cuerpo la
forma que ella recibe del Supremo Bien, el cuerpo no existiría por medio de
ella, y si no existiese por medio de ella, o no existiría en absoluto, o él
recibiría tan inmediatamente su forma como el alma; pero el cuerpo no sólo
existe, sino también si recibiese tan inmediatamente la existencia como el
alma, sería de la misma naturaleza que el alma: pues esto interesa; puesto que
si el alma es superior al cuerpo es porque ella recibe su forma más inmediatamente
que el cuerpo.
Ahora bien, el
cuerpo la recibiría de una manera también tan inmediata, si no la recibiese por
medio del alma: puesto que, no habiendo ningún intermediario, seguramente
recibiría su forma tan inmediatamente.
No se encuentra
nada que esté entre la Suprema Vida, Sabiduría y Verdad inmutable, y el último
ser que es vivificado, esto es el cuerpo, a no ser el alma que lo vivifica.
Si el alma
trasmite al cuerpo la forma, para que sea cuerpo en la medida en que es cuerpo,
por cierto dándole la forma ella no la pierde. Ahora bien, la perdería si se
transformara en cuerpo. El alma, pues, no se puede convertir en cuerpo ni por
su propia potencia, porque el cuerpo no subsiste sino en cuanto ella subsiste
como alma; ni tampoco puede llegar a ser cuerpo por la potencia de otra alma,
porque el cuerpo no se hace sino por transmisión de la forma por medio del alma,
y el alma no se transformaría en cuerpo sino perdiendo su forma, si este cambio
fuese posible.
XVI
Tampoco el alma
racional puede transformarse en alma irracional. El alma está toda entera en el
cuerpo todo entero y en cada una de sus partes.
25.-Se puede
decir del alma o de la vida irracional también esto: que el alma racional
tampoco puede transformarse en alma irracional.
En efecto, el
alma irracional si no fuese de un orden inferior a aquel del alma racional,
recibiría de manera igual el ser y le sería idéntica. Así pues, siguiendo el
orden natural, los seres más poderosos trasmiten a los seres más débiles la
forma que ellos han recibido de la Esencia Suprema; y cuando la trasmiten ellos
no la pierden. Estos seres más débiles existen, en la medida en que existen,
porque la forma por la que existen les es trasmitida por seres más poderosos,
que por lo mismo que son más poderosos son también más excelentes.
Ahora bien, esta
excelencia no les ha sido otorgada como potencia de una masa más grande sobre
masas más pequeñas, sino que estas naturalezas más poderosas son más excelentes
por una misma forma sin tener volumen alguno en el espacio. En este orden el
alma es más poderosa y más noble que el cuerpo; y, puesto que el cuerpo
subsiste por el alma, como lo hemos dicho, ella no se puede transformar de
ningún modo en cuerpo. En efecto, el cuerpo no existe sino recibiendo la forma
por intermedio del alma.
Ahora bien, para
que el alma pudiera llegar a ser cuerpo, sería necesario no que recibiese una
forma nueva sino que perdiera la suya propia; por eso, pues, no puede
convertirse en cuerpo a no ser que quizá esté encerrada en el espacio y se la
una localmente al cuerpo. Porque si ello fuese así, podría ser que una masa más
grande pudiese hacer tomar al alma, aunque más excelente, su naturaleza
inferior, como se ve que un viento mayor extiende una llama menor. Pero ello no
es así. En realidad toda masa que ocupa un lugar, no existe toda entera en cada
una de sus partes, sino en la totalidad. Por lo cual, una de sus partes está en
un lugar y otra en otro. El alma, por el contrario, no está sólo presente en
toda la masa del cuerpo que anima, sino que también está presente al mismo
tiempo toda entera en cada una de sus partes más pequeñas. En efecto, ella siente
toda entera la impresión que recibe una parte del cuerpo, y, sin embargo, no la
siente en el cuerpo todo entero. Así cuando el pie sufre, el ojo mira, la
lengua habla y las manos se allegan.
Ahora bien, esto
no sucedería si lo que del alma hay, no estuviese en aquellas partes, y si no
sintiera el dolor del pie herido; ni podría sentir lo que ha pasado en ese
miembro si está ausente. Porque, en fin no es creíble que ello suceda por medio
de algún mensajero que anuncia lo que no siente, porque la impresión que se da
no recorre la continuidad de la masa del cuerpo, para advertir de su presencia
a las demás partes del alma que existen en distintos lugares; sino que el alma
toda siente lo que pasa en esa parte del pie y lo siente sólo allí donde
sucede.
Luego el alma que
siente toda entera al mismo tiempo en cada una de las partes del cuerpo, está
presente toda entera al mismo tiempo en cada una de esas partes. Sin embargo,
no está presente toda entera como la blancura u otra cualidad por el estilo que
está toda entera en cada parte del cuerpo.
Porque si el
cuerpo experimenta en una parte una alteración de la blancura, esta alteración
puede no afectar en nada la blancura que está en otra parte. Por lo cual, es
evidente que esta blancura está disgregada en partes de acuerdo a la
disgregación de partes de la masa.
Mas que así no
sucede en el alma se demuestra por la sensación de la que acabamos de hablar.
Santo Augustin de Hipona
Escrito el año 387 de Cristo. Contiene este libro el conjunto de razones sobre la
inmortalidad del alma, así como la solución de las dificultades que se
presentan.