LIBRO DE LA VIDA
Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 27
5.
Pues preguntóme el confesor: ¿quién dijo que era Jesucristo? El me lo dice
muchas veces, respondí yo; mas antes que me lo dijese se imprimió en mi
entendimiento que era El, y antes de esto me lo decía y no le veía. Si una
persona que yo nunca hubiese visto sino oído nuevas de ella, me viniese a
hablar estando ciega o en gran oscuridad, y me dijese quién era, lo creería,
mas no tan determinadamente lo podría afirmar ser aquella persona como si la hubiera
visto. Acá sí, que sin verse, se imprime con una noticia tan clara que no
parece se puede dudar; que quiere el Señor esté tan esculpido en el
entendimiento, que no se puede dudar más que lo que se ve, ni tanto. Porque en
esto algunas veces nos queda sospecha, si se nos antojó; acá, aunque de presto
dé esta sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerza la
duda.
6.
Así es también en otra manera que Dios enseña el alma y la habla de la manera
que queda dicha. Es un lenguaje tan del cielo, que acá se puede mal dar a
entender aunque más queramos decir, si el Señor por experiencia no lo enseña.
Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma,
y allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera de esta visión
que queda dicha. Y nótese mucho esta manera de hacer Dios que entienda el alma
lo que El quiere y grandes verdades y misterios; porque muchas veces lo que
entiendo cuando el Señor me declara alguna visión que quiere Su Majestad
representarme es así, y paréceme que es adonde el demonio se puede entremeter menos,
por estas razones. Si ellas no son buenas, yo me debo engañar.
7.
Es una cosa tan de espíritu esta manera de visión y de lenguaje, que ningún
bullicio hay en las potencias ni en los sentidos, a mi parecer, por donde el
demonio pueda sacar nada. Esto es alguna vez y con brevedad, que otras bien me
parece a mí que no están suspendidas las potencias ni quitados los sentidos,
sino muy en sí; que no es siempre esto en contemplación, antes muy pocas veces;
mas éstas que son, digo que no obramos nosotros nada ni hacemos nada. Todo
parece obra el Señor.
Es
como cuando ya está puesto el manjar en el estómago, sin comerle, ni saber
nosotros cómo se puso allí, mas entiende bien que está, aunque aquí no se
entiende el manjar que es, ni quién le puso. Acá sí; mas cómo se puso no lo sé,
que ni se vio, ni se entiende, ni jamás se había movido a desearlo, ni había
venido a mi noticia podía ser.
8.
En la habla que hemos dicho antes, hace Dios al entendimiento que advierta,
aunque le pese, a entender lo que se dice, que allá parece tiene el alma otros
oídos con que oye, y que la hace escuchar y que no se divierta; como a uno que
oyese bien y no le consistiesen tapar los oídos y le hablasen junto a voces,
aunque no quisiese, lo oiría; y, en fin, algo hace, pues está atento a entender
lo que le hablan. Acá, ninguna cosa; que aun esto poco que es sólo escuchar,
que hacía en lo pasado, se le quita. Todo lo halla guisado y comido; no hay más
que hacer de gozar, como uno que sin deprender ni haber trabajado nada para
saber leer ni tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la ciencia sabida ya
en sí, sin saber cómo ni dónde, pues aun nunca había trabajado aun para desprender
el abecé.
9.
Esta comparación postrera me parece declara algo de este don celestial, porque
se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado el misterio de la Santísima
Trinidad y de otras cosas muy subidas, que no hay teólogo con quien no se
atreviese a disputar la verdad de estas grandezas. Quédase tan espantada, que
basta una merced de éstas para trocar toda un alma y hacerla no amar cosa, sino
a quien ve que, sin trabajo ninguno suyo, la hace capaz de tan grandes bienes y
le comunica secretos y trata con ella con tanta amistad y amor que no se sufre
escribir. Porque hace algunas mercedes que consigo traen la sospecha, por ser
de tanta admiración y hechas a quien tan poco las ha merecido, que si no hay
muy viva fe no se podrán creer. Y así yo pienso decir pocas de las que el Señor
me ha hecho a mí - si no me mandaren otra cosa -, si no son algunas visiones
que pueden para alguna cosa aprovechar, o para que, a quien el Señor las diere,
no se espante pareciéndole imposible, como hacía yo, o para declararle el modo
y camino por donde el Señor me ha llevado, que es lo que me mandan escribir.
10.
Pues tornando a esta manera de entender, lo que me parece es que quiere el
Señor de todas maneras tenga esta alma alguna noticia de lo que pasa en el
cielo, y paréceme a mí que así como allá sin hablar se entiende (lo que yo
nunca supe cierto es así, hasta que el Señor por su bondad quiso que lo viese y
me lo mostró en un arrobamiento), así es acá, que se entienden Dios y el alma con
sólo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio para darse a
entender el amor que se tienen estos dos amigos. Como acá si dos personas se
quieren mucho y tienen buen entendimiento, aun sin señas parece que se
entienden con sólo mirarse. Esto debe ser aquí, que sin ver nosotros cómo, de
en hito en hito se miran estos dos amantes, como lo dice el Esposo a la Esposa
en los Cantares; a lo que creo, lo he oído que es aquí.
11.
¡Oh benignidad admirable de Dios, que así os dejáis mirar de unos ojos que tan
mal han mirado como los de mi alma! ¡Queden ya, Señor, de esta vista
acostumbrados en no mirar cosas bajas, ni que les contente ninguna fuera de
Vos! ¡Oh ingratitud de los mortales! ¿Hasta cuándo ha de llegar? Que sé yo por
experiencia que es verdad esto que digo, y que es lo menos de lo que Vos hacéis
con un alma que traéis a tales términos, lo que se puede decir. ¡Oh almas que
habéis comenzado a tener oración y las que tenéis verdadera fe!, ¿qué bienes
podéis buscar aun en esta vida - dejemos lo que se gana para sin fin -, que sea
como el menor de éstos?
12.
Mirad que es así cierto, que se da Dios a Sí a los que todo lo dejan por El. No
es aceptador de personas; a todos ama. No tiene nadie excusa por ruin que sea,
pues así lo hace conmigo trayéndome a tal estado. Mirad que no es cifra lo que
digo, de lo que se puede decir; sólo va dicho lo que es menester para darse a entender
esta manera de visión y merced que hace Dios al alma; mas no puedo decir lo que
se siente cuando el Señor la da a entender secretos y grandezas suyas, el
deleite tan sobre cuantos acá se pueden entender, que bien con razón hace
aborrecer los deleites de la vida, que son basura todos juntos. Es asco
traerlos a ninguna comparación aquí, aunque sea para gozarlos sin fin, y de estos
que da el Señor sola una gota de agua del gran río caudaloso que nos está
aparejado.
13.
¡Vergüenza es y yo cierto la he de mí y, si pudiera haber afrenta en el cielo,
con razón estuviera yo allá más afrentada que nadie! ¿Por qué hemos de querer
tantos bienes y deleites y gloria para sin fin, todos a costa del buen Jesús?
¿No lloraremos siquiera con las hijas de Jerusalén, ya que no le ayudemos a
llevar la cruz con el Cirineo? ¿Que con placeres y pasatiempos hemos de gozar
lo que El nos ganó a costa de tanta sangre? -Es imposible. ¿Y con honras vanas
pensamos remedar un desprecio como El sufrió para que nosotros reinemos para
siempre?-No lleva camino, errado, errado va el camino. Nunca llegaremos allá.
Dé
voces vuestra merced en decir estas verdades, pues Dios me quitó a mi esta
libertad. A mí me las querría dar siempre, y óigome tan tarde y entendí a Dios,
como se verá por lo escrito, que me es gran confusión hablar en esto, y así
quiero callar. Sólo diré lo que algunas veces considero. Plega al Señor me
traiga a términos que yo pueda gozar de este bien.
14.
¡Qué gloria accidental será y qué contento de los bienaventurados que ya gozan
de esto, cuando vieren que, aunque tarde, no les quedó cosa por hacer por Dios
de las que le fue posible, ni dejaron cosa por darle de todas las maneras que pudieron,
conforme a sus fuerzas y estado, y el que más, más! ¡Qué rico se hallará el que
todas las riquezas dejó por Cristo! ¡Qué honrado el que no quiso honra por El,
sino que gustaba de verse muy abatido! ¡Qué sabio el que se holgó de que le
tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! ¡Qué pocos hay ahora,
por nuestros pecados! Ya, ya parece se acabaron los que las gentes tenían por
locos, de verlos hacer obras heroicas de verdaderos amadores de Cristo. ¡Oh
mundo, mundo, cómo vas
ganando
honra en haber pocos que te conozcan!
15.
Mas ¡si pensamos se sirve ya más Dios de que nos tengan porsabios y por
discretos! -Eso, eso debe ser, según se usa discreción.
Luego
nos parece es poca edificación no andar con mucha compostura y autoridad cada
uno en su estado. Hasta el fraile y clérigo y monja nos parecerá que traer cosa
vieja y remendada es novedad y dar escándalo a los flacos; y aun estar muy
recogidos y tener oración, según está el mundo y tan olvidadas las cosas de perfección
de grandes ímpetus que tenían los santos, que pienso hace más daño a las
desventuras que pasan en estos tiempos, que no haría escándalo a nadie dar a
entender los religiosos por obras, como lo dicen por palabras, en lo poco que
se ha de tener el mundo; que de estos escándalos el Señor saca de ellos grandes
provechos. Y si unos se escandalizan, otros se remuerden. Siquiera que hubiese
un dibujo de lo que pasó por Cristo y sus Apóstoles, pues ahora más que nunca
es menester.
16.
¡Y qué bueno nos le llevó Dios ahora en el bendito Fray Pedro de Alcántara! No
está ya el mundo para sufrir tantaperfección. Dicen que están las saludes más
flacas y que no son los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo era;
estaba grueso el espíritu como en los otros tiempos, y así tenía el mundo
debajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos, ni hagan tan áspera penitencia
como él, muchas cosas hay -como otras veces he dichopara repisar el mundo, y el
Señor las enseña cuando ve ánimo. ¡Y cuán grande le dio Su Majestad a este
santo que digo, para hacer cuarenta y siete años tan áspera penitencia, como
todos saben!
Quiero
decir algo de ella, que sé es toda verdad.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA