LIBRO DE LA VIDA
Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 10
6. Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y
procurar no ser ingratos; porque con esa condición las da el Señor, que si no
usamos bien del tesoro y del gran estado en que pone, nos lo tornará a tomar y
quedarnos hemos muy más pobres, y dará Su Majestad las joyas a quien luzca y
aproveche con ellas a sí y a los otros.
Pues ¿cómo aprovechará y gastará con largueza el que
no entiende que está rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza -a mi
parecer- tener ánimo para cosas grandes quien no entende está favorecido de
Dios. Porque somos tan miserables y tan inclinados a cosas de tierra, que mal
podrá aborrecer todo lo de acá de hecho con gran desasimiento quien no entiende
tiene alguna prenda de lo de allá. Porque con estos dones es adonde el Señor
nos da la fortaleza que por nuestros pecados nosotros perdimos. Y mal
deseará se descontenten todos de él y le aborrezcan y todas las demás virtudes
grandes que tienen los perfectos, si no tiene alguna prenda del amor que Dios
le tiene, y juntamente fe viva.
Porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a
lo que presente vemos; y así estos mismos favores son los que despiertan la fe
y la fortalecen. Ya puede ser que yo, como soy tan ruin, juzgo por mí, que
otros habrá que no hayan menester más de la verdade de la fe para hacer obras
muy perfectas, que yo, como miserable, todo lo he habido menester.
7. Estos, ellos lo dirán. Yo digo lo que ha pasado por
mí, como me lo mandan. Y si no fuere bien, romperálo a quien lo envío, que
sabrá mejor entender lo que va mal que yo; a quien suplico por amor del Señor,
lo que he dicho hasta aquí de mi ruin vida y pecados lo publiquen. Desde ahora
doy licencia, y a todos mis confesores, que así lo es a quien esto va. Y si
quisieren, luego enmi vida; porque no engañe más el mundo, que piensan hay en
mí algún bien. Y cierto cierto, con verdad digo, a lo que ahora entendo de mí,
que me dará gran consuelo.
Para lo que de aquí adelante dijere, no se la doy. Ni
quiero, si a alguien lo mostraren, digan quién es por quien pasó ni quién lo
escribió; que por esto no me nombro ni a nadie, sino escribirlo he todo lo
mejor que pueda para no ser conocida, y así lo pido por amor de Dios. Bastan
personas tan letradas y graves para autorizar alguna cosa buena, si el Señor me
diere gracia para decirla, que si lo fuere, será suya y no mía, porque yo sin
letras ni buena vida ni ser informada de letrado ni de persona ninguna (porque
solos los que me lo mandan escribir saben que lo escribo, y al presente no
están aquí) y casi hurtando el tiempo, y con pena porque me estorbo de hilar,
por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones.
Así que, aunque el Señor me diera más habilidad y
memoria, que aun con ésta me pudiera aprovechar de lo que he oído o leído, es
poquísima la que tengo; así que si algo bueno dijere, lo quiere el Señor para
algún bien; lo que fuere malo será de mí, y vuestra merced lo quitará.
Para lo uno ni para lo otro, ningún provecho tiene
decir mi nombre:
en vida está claro que no se ha de decir de lo bueno;
en muerte no hay para qué, sino para que pierda la autoridad el bien, y no la
dar ningún crédito, por ser dicho de persona tan baja y tan ruin.
8. Y por pensar vuestra merced hará esto que por amor
del Señor le pido y los demás que lo han de ver, escribo con libertad; de outra
manera sería con gran escrúpulo, fuera de decir mis pecados, que para esto
ninguno tengo; para lo demás basta ser mujer paracaérseme las alas, cuánto más
mujer y ruin. Y así lo que fuere más de decir simplemente el discurso de mi vida,
tome vuestra merced para sí -pues tanto me ha importunado escriba alguna
declaración de las mercedes que me hace Dios en la oración-, si fuere conforme
a las verdades de nuestra santa fe católica; y si no, vuestra merced lo queme
luego, que yo a esto me sujeto. Y diré lo que pasa por mí, para que, cuando sea
conforme a esto, podrá hacer a vuestra merced algún provecho; y si no,
desengañará mi alma, para que no gane el demonio adonde me parece gano yo; que
ya sabe el Señor, como después diré, que siempre he procurado buscar quién me
dé luz.
9. Por claro que yo quiera decir estas cosas de
oración, será bien oscuro para quien no tuviere experiencia. Algunos
impedimentos diré, que a mi entender lo son para ir adelante en este camino, y
otras cosas en que hay peligro, de lo que el Señor me ha enseñado por
experiencia y después tratádolo yo con grandes letrados y personas espirituales
de muchos años, y ven que en solos veinte y siete años que ha que tengo
oración, me ha dado Su Majestad la experiencia - con andar en tantos tropiezos
y tan mal este caminho que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete,
que con penitencia y siempre virtud han caminado por él.
Sea bendito por todo y sírvase de mí, por quien Su
Majestad es, que bien sabe mi Señor que no pretendo otra cosa en esto, sino que
sea alabado y engrandecido un poquito de ver que en un muladar tan sucio y de
mal olor hiciese huerto de tan suaves flores.
Plega a Su Majestad que por mi culpa no las torne yo a
arrancar y se torne a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Señor le
pida vuestra merced, pues sabe la que soy con más claridad que aqui me lo ha
dejado decir.
CAPÍTULO 11
1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser
siervos del amor (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este
camino de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan grande, que me
regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el temor servil luego va fuera,
si en este primer estado vamos como hemos de ir. ¡Oh Señor de mi alma y bien
mío! ¿Por qué no quisisteis que en determinándose un alma a amaros, con hacer
lo que puede en dejarlo todo para mejor se emplear en este amor de Dios, luego
gozase de subir a tener este amor perfecto? Mal he dicho: había de decir y quejarme
porque no queremos nosotros; pues toda la falta nuestra es, en no gozar luego
de tan gran dignidad, pues en llegando a tener con perfección este verdadero
amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros y tan tardíos de
darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan
preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos.
2. Bien veo que no le hay con qué se pueda comprar tan
gran bien en la tierra; mas si hiciésemos lo que podemos en no nos asir a cosa
de ella, sino que todo nuestro cuidado y trato fuese en el cielo, creo yo sin
duda muy en breve se nos daría este bien, si en brevedel todo nos
dispusiésemos, como algunos santos lo hicieron. Mas parécenos que lo damos
todo, y es que ofrecemos a Dios la renta o los frutos y quedámonos con la raíz
y posesión. Determinámonos a ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas
veces tornamos a tener cuidado y diligencia para que no nos falte no sólo lo
necesario sino lo superfluo, y a granjear los amigos que nos lo den y ponernos
en mayor cuidado, y por ventura peligro, porque no nos falte, que antes
teníamos en poseer la hacienda.
Parece también que dejamos la honra en ser religiosos
o en haber ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfección, y no nos
han tocado en un punto de honra, cuando no se nos acuerda la hemos ya dado a
Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella y tomársela -como dicen- de las
manos, después de haberle de nuestra voluntad, al parecer, hecho de ella señor.
Así son todas las otras cosas.
3. ¡Donosa manera de buscar amor de Dios! Y luego le
queremos a manos llenas, a manera de decir. Tenernos nuestras aficiones
(ya que no procuramos efectuar nuestros deseos y no acabarlos de levantar de la
tierra) y muchas consolaciones espirituales con esto, no viene bien, ni me
parece se compadece esto con estotro. Así que, porque no se acaba de dar junto,
no se nos da por junto este tesoro. Plega al Señor que gota a gota nos le dé Su
Majestad, aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo.
4. Harto gran misericordia hace a quien da gracia y
ánimo para determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien. Porque si
persevera, no se niega Dios a nadie. Poco a poco va habilitando él el ánimo
para que salga con esta victoria. Digo ánimo, porque son tantas las cosas que
el demonio pone delante a los principios para que no comiencen este camino de
hecho, como quien sabe el daño que de aquí le viene, no sólo en perder aquel
alma sino muchas. Si el que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar
a la cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha
gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien vaya en su compañía.
Póneles tantos peligros y dificultades delante, que no
es menester poco ánimo para no tornar atrás, sino muy mucho y mucho favor de
Dios.
5. Pues hablando de los principios de los que ya van
determinados a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo demás que
comencé a decir de mística teología, que creo se llama así, diré más adelante),
en estos principios está todo el mayor trabajo; porque son ellos los que
trabajan dando el Señor el caudal; que en los otros grados de oración lo más es
gozar, puesto que primeros y medianos y postreros, todos llevan sus cruces,
aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir los que le
siguen, si no se quieren perder. ¡Y bienaventurados trabajos, que aun acá en la
vida tan sobradamente se pagan!
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA