LIBRO DE LA VIDA
Segundo
edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 17
6.
Digo que me acaece a veces -y hoy ha sido la una, y así lo tengo bien en la
memoria- que veo deshacerse mi alma, por verse junta donde está la mayor parte,
y ser imposible, sino que le da tal guerra la memoria e imaginación que no la
dejan valer; y como faltan las otras potencias, no valen, aun para hacer mal,
nada. Harto hacen en desasosegar. Digo «para hacer mal», porque no tienen
fuerza ni paran en un ser. Como el entendimiento no la ayuda poco ni mucho a lo
que le representa, no para en nada, sino de uno en otro, que no parece sino de
estas maripositas de las noches, importunas y desasosegadas: así anda de un
cabo a otro. En extremo me parece le viene al propio esta comparación, porque
aunque no tiene fuerza para hacer ningún mal, importuna a los que la ven.
Para
esto no sé qué remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado Dios a entender;
que de buena gana le tomaría para mí, que me atormenta, como digo, muchas
veces. Represéntase aquí nuestra miseria, y muy claro el gran poder de Dios;
pues ésta, que queda suelta, tanto nos daña y nos cansa, y las otras que están
con Su Majestad, el descanso que nos dan.
7.
El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado hartos años, es
lo que dije en la oración de quietud: que no se haga
caso
de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo
Dios
se la puede quitar; y, en fin, aquí por esclava queda. Hémoslo de sufrir con
paciencia, como hizo Jacob a Lía, porque harta merced nos hace el Señor que
gocemos de Raquel. Digo que «queda esclava», porque, en fin, no puede -por
mucho que hagatraer a sí las otras potencias; antes ellas, sin ningún trabajo,
la hacen venir muchas veces a sí. Algunas, es Dios servido de haber lástima de
verla tan perdida y desasosegada, con deseo de estar con las otras, y
consiéntela Su Majestad se queme en el fuego de aquella vela divina, donde las
otras están ya hechas polvo, perdido su ser natural, casi estando sobrenatural,
gozando tan grandes bienes.
8.
En todas estas maneras que de esta postrera agua de fuente he dicho, es tan
grande la gloria y descanso del alma, que muy conocidamente aquel gozo y
deleite participa de él el cuerpo, y esto muy conocidamente, y quedan tan
crecidas las virtudes como he dicho.
Parece
ha querido el Señor declarar estos estados en que se ve el alma, a mi parecer,
lo más que acá se puede dar a entender.
Trátelo
vuestra merced con persona espiritual que haya llegado aquí y tenga letras. Si
le dijere que está bien, crea que se lo ha dicho Dios y téngalo en mucho a Su
Majestad; porque, como he dicho, andando el tiempo se holgará mucho de entender
lo que es, mientras no le diere la gracia (aunque se la dé de gozarlo) para entenderlo.
Como le haya dado Su Majestad la primera, con su entendimiento y letras lo
entenderá por aquí.
Sea
alabado por todos los siglos de los siglos por todo, amén.
CAPÍTULO 18
1.
El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la cuarta agua. Bien es
menester su favor, aun más que para la pasada; porque en ella aún siente el
alma no está muerta del todo, que así lo podemos decir, pues lo está al mundo;
mas, como dije, tiene sentido para entender que está en él y sentir su soledad,
y aprovéchase de lo exterior para dar a entender lo que siente, siquiera por
señas.
En
toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa trabaja el
hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo acompañado de tanta gloria y
consuelo del alma, que jamás querría salir de él, y así no se siente por trabajo,
sino por gloria.
Acá
no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.
Entiéndese
que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se
comprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no
queda ninguno desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.
Antes
dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas muestras del gran gozo
que sienten; acá el alma goza más sin comparación, y puédese dar a entender muy
menos, porque no queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder
comunicar aquel gozo. En aquel tiempo todo le sería gran embarazo y tormento y
estorbo de su descanso; y digo que si es unión de todas las potencias, que,
aunque quiera -estando en ello digo- no puede, y si puede, ya no es unión.
2.
El cómo es ésta que llaman unión y lo que es, yo no lo sé dar a entender. En la
mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos, ni sé
entender qué es mente, ni qué diferencia tenga del alma o espíritu tampoco;
todo me parece una cosa, bien que el alma alguna vez sale de sí misma, a manera
de un fuego que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece este fuego con
ímpetu; esta llama sube muy arriba del fuego, mas no por eso es cosa diferente,
sino la misma llama que está en el fuego.
Esto
vuestras mercedes lo entenderán -que yo no lo sé más decircon sus letras. Lo
que yo pretendo declarar es qué siente el alma cuando está en esta divina
unión.
3.
Lo que es unión ya se está entendido, que es dos cosas divisas hacerse una. ¡Oh
Señor mío, qué bueno sois! ¡Bendito seáis para siempre! ¡Alaben os, Dios mío,
todas las cosas, que así nos amasteis, de manera que con verdad podamos hablar
de esta comunicación que aun en este destierro tenéis con las almas!; y aun con
las que son buenas es gran largueza y magnanimidad. En fin, vuestra, Señor mío,
que dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras
obras! Espanta a quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra,
que no tenga ninguno para entender verdades.
Pues
que hagáis a almas que tanto os han ofendido mercedes tan soberanas, cierto, a
mí me acaba el entendimiento, y cuando llego a pensar en esto, no puedo ir
adelante. ¿Dónde ha de ir que no sea tornar atrás? Pues daros gracias por tan
grandes mercedes, no sabe cómo. Con decir disparates me remedio algunas veces.
4.
Acaéceme muchas, cuando acabo de recibir estas mercedes o me las comienza Dios
a hacer (que estando en ellas ya he dicho que no hay poder hacer nada), decir:
«Señor, mirad lo que hacéis, no olvidéis tan presto tan grandes males míos; ya
que para perdonarme lo hayáis olvidado, para poner tasa en las mercedes os suplico
se os acuerde. No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan
quebrado, pues habéis ya visto de otras veces que le torno a derramar. No
pongáis tesoro semejante adonde aún no está -como ha de estar- perdida del todo
la codicia de consolaciones de la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais
la fuerza de esta ciudad y llaves de la fortaleza de ella a tan cobarde
alcaide, que al primer combate de los enemigos los deja entrar dentro? No sea tanto
el amor, oh Rey eterno, que pongáis en aventura joyas tan preciosas. Parece,
Señor mío, se da ocasión para que se tengan en poco, pues las ponéis en poder
de cosa tan ruin, tan baja, tan flaca y miserable, y de tan poco tomo, que ya
que trabaje por no las perder con vuestro favor (y no es menester pequeño,
según yo soy), no puede dar con ellas a ganar a nadie; en fin, mujer, y no buena,
sino ruin. Parece que no sólo se esconden los talentos, sino que se entierran,
en ponerlos en tierra tan astrosa. No soléis Vos hacer, Señor, semejantes
grandezas y mercedes a un alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabéis,
Dios mío, que de toda voluntad y corazón os lo suplico y he suplicado algunas
veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la tierra, por
que las hagáis Vos a quien con este bien más aproveche, porque crezca vuestra
gloria».
5.
Estas y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Veía después mi necedad
y poca humildad. Porque bien sabe el Señor lo que conviene, y que no había
fuerzas en mi alma para salvarse, si Su Majestad con tantas mercedes no se las
pusiera.
6.
También pretendo decir las gracias y efectos que quedan en el alma, y qué es lo
que puede de suyo hacer, o si es parte para llegar tan gran estado.
7.
Acaece venir este levantamiento de espíritu o juntamiento con el amor
celestial: que, a mi entender, es diferente la unión del levantamiento en esta
misma unión. A quien no lo hubiere probado lo postrero, parecerle ha que no; y
a mi parecer, que con ser todo uno, obra el Señor de diferente manera; y en el
crecimiento del desasir de las criaturas, más mucho en el vuelo del espíritu.
Yo he visto claro ser particular merced, aunque, como digo, sea todo uno o lo
parezca; mas un fuego pequeño también es fuego como un grande, y ya se ve la
diferencia que hay de lo uno a lo otro: en un fuego pequeño, primero que un
hierro pequeño se hace ascua, pasa mucho espacio; mas si el fuego es grande,
aunque sea mayor el hierro, en muy poquito pierde del todo su ser, al parecer.
Así me parece es en estas dos maneras de mercedes del Señor, y sé que quien
hubiere llegado a arrobamientos lo entenderá bien. Si no lo ha probado, parecerle
ha desatino, y ya puede ser; porque querer una como yo hablar en una cosa tal y
dar a entender algo de lo que parece imposible aun haber palabras con que lo
comenzar, no es mucho que desatine.
8.
Mas creo esto del Señor (que sabe Su Majestad que, después de obedecer, es mi
intención engolosinar las almas de un bien tan alto) que me ha en ello de
ayudar. No diré cosa que no la haya experimentado mucho. Y es así que cuando
comencé esta postrera agua a escribir, que me parecía imposible saber tratar
cosa más que hablar en griego, que así es ello dificultoso. Con esto, lo dejé y
fui a comulgar. ¡Bendito sea el Señor que así favorece a los ignorantes! ¡Oh
virtud de obedecer, que todo lo puedes!: aclaró Dios mi entendimiento, unas
veces con palabras y otras poniéndome delante cómo lo había de decir, que, como
hizo en la oración pasada, Su Majestad parece quiere decir lo que yo no puedo
ni sé.
Esto
que digo es entera verdad, y así lo que fuere bueno es suya la doctrina; lo
malo, está claro es del piélago de los males, que soy yo.
Y
así, digo que si hubiere personas que hayan llegado a las cosas de oración que
el Señor ha hecho merced a esta miserable – que debe haber muchas - y quisiesen
tratar estas cosas conmigo, pareciéndoles descaminadas, que ayudara el Señor a
su sierva para que saliera con su verdad adelante.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA