LIBRO DE LA VIDA
Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 26/27
4.
Aconsejóme una vez un confesor que a los principios me había confesado, que ya
que estaba probado ser buen espíritu, que callase y no diese ya parte a nadie,
porque mejor era ya estas cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo
sentía tanto cada vez que las decía al confesor, y era tanta mi afrenta, que mucho
más que confesar pecados graves lo sentía algunas veces; en especial si eran
las mercedes grandes, parecíame no me habían de creer y que burlaban de mí.
Sentía yo tanto esto, que me parecía era desacato a las maravillas de Dios, que
por esto quisiera callar.
Entendí
entonces que había sido muy mal aconsejada de aquel confesor, que en ninguna
manera callase cosa al que me confesaba, porque en esto había gran seguridad, y
haciendo lo contrario podría ser engañarme alguna vez.
5.
Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía
otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le obedeciese; después Su Majestad
le volvía para que me lo tornase mandar.
Cuando
se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque
algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me
dijo el Señor. No tengas pena, que Yo te daré libro vivo. Yo no podía entender
por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones. Después, desde a bien
pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y
recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amo el Señor conmigo para
enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de
libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades
¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de
manera que no se puede olvidar! ¿Quién ve al Señor cubierto de llagas y afligido
con persecuciones que no las abrace y las ame y las desee? ¿Quién ve algo de la
gloria que da a los que le sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede
hacer y padecer, pues tal premio esperamos? ¿Quién ve los tormentos que pasan
los condenados, que no se le hagan deleites los tormentos de acá en su
comparación, y conozcan lo mucho que deben al Señor en haberlos librado tantas
veces de aquel lugar?
6.
Porque con el favor de Dios se dirá más de algunas cosas, quiero ir adelante en
el proceso de mi vida. Plega al Señor haya sabido declararme en esto que he
dicho. Bien creo que quien tuviere experiencia lo entenderá y verá que he
atinado a decir algo; quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta
decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culparé a quien lo dijere.
El
Señor me deje atinar en cumplir su voluntad. Amén.
CAPÍTULO 27
1.
Pues tornando al discurso de mi vida, yo estaba con esta aflicción de penas y
con grandes oraciones como he dicho que se hacían porque el Señor me llevase
por otro camino que fuese más seguro, pues éste me decían era tan sospechoso.
Verdad es que, aunque yo lo suplicaba a Dios, por mucho que quería desear otro camino,
como veía tan mejorada mi alma, si no era alguna vez cuando estaba muy fatigada
de las cosas que me decían y miedos que me ponían, no era en mi mano desearlo,
aunque siempre lo pedía. Yo me veía otra en todo. No podía, sino poníame en las
manos de Dios, que El sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que era
su voluntad en todo.
Veía
que por este camino le llevaba para el cielo, y que antes iba al infierno. Que
había de desear esto ni creer que era demonio, no me podía forzar a mí, aunque
hacía cuanto podía por creerlo y desearlo, mas no era en mi mano.
Ofrecía
lo que hacía, si era alguna buena obra, por eso. Tomaba santos devotos porque
me librasen del demonio. Andaba novenas.
Encomendábame
a San Hilarión, a San Miguel Angel, con quien por esto tomé nuevamente
devoción; y otros muchos santos importunaba mostrase el Señor la verdad, digo
que lo acabasen con Su Majestad.
2.
A cabo de dos años que andaba con toda esta oración mía y de otras personas
para lo dicho, o que el Señor me llevase por otro camino, o declarase la
verdad, porque eran muy continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor, me
acaeció esto: estando un día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí o
sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas
parecíame estaba junto cabe mi Cristo y veía ser El el que me hablaba, a mi
parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión,
diome gran temor al principio, y no hacía sino llorar, aunque, en diciéndome
una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin
ningúntemor.
Parecíame
andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en
qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era
testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco o
no estuviese muy divertida podía ignorar que estaba cabe mí.
3.
Luego fui a mi confesor, harto fatigada, a decírselo. Preguntóme
que
en qué forma le veía. Yo le dije que no le veía. Díjome que cómo sabía yo que
era Cristo. Yo le dije que no sabía cómo, mas que no podía dejar de entender
estaba cabe mí y lo veía claro y sentía, y que el recogimiento del alma era muy
mayor, en oración de quietud y muy continua, y los efectos que eran muy otros
que solía tener, y que era cosa muy clara.
No
hacía sino poner comparaciones para darme a entender; y, cierto, para esta
manera de visión, a mi parecer, no la hay que mucho cuadre. Así como es de las
más subidas (según después me dijo un santo hombre y de gran espíritu, llamado
Fray Pedro de Alcántara, de quien después haré mención, y me han dicho otros letrados
grandes, y que es adonde menos se puede entremeter el demonio de todas), así no
hay términos para decirla acá las que poco sabemos, que los letrados mejor lo
darán a entender. Porque si digo que con los ojos del cuerpo ni del alma no lo
veo, porque no es imaginaria visión, ¿cómo entiendo y me afirmo con más
claridad que está cabe mí que si lo viese? Porque parecer que es como una persona
que está a oscuras, que no ve a otra que está cabe ella, o si es ciega, no va
bien. Alguna semejanza tiene, mas no mucha, porque siente con los sentidos, o
la oye hablar o menear, o la toca.
Acá
no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa por una noticia
al alma más clara que el sol. No digo que se ve sol ni claridad, sino una luz
que, sin ver luz, alumbra el entendimiento, para que goce el alma de tan gran
bien. Trae consigo grandes bienes.
4.
No es como una presencia de Dios que se siente muchas veces, en especial los
que tienen oración de unión y quietud, que parece en queriendo comenzar a tener
oración hallamos con quién hablar, y parece entendemos nos oye por los efectos
y sentimientos espirituales que sentimos de gran amor y fe, y otras determinaciones,
con ternura. Esta gran merced es de Dios, y téngalo en mucho a quien lo ha
dado, porque es muy subida oración, mas no es visión, que entiéndese que está
allí Dios por los efectos que, como digo, hace al alma, que por aquel modo
quiere Su Majestad darse a sentir. Acá vese claro que está aquí Jesucristo,
hijo de la Virgen. En estotra oración represéntanse unas influencias de la
Divinidad; aquí, junto con éstas, se ve nos acompaña y quiere hacer mercedes
también la Humanidad Sacratísima.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA