Segunda Feira da oitava da Páscoa
Evangelho:
Mt
28 8-15
8 Saíram
logo do sepulcro com medo e grande alegria e correram para dar a notícia aos
discípulos. 9 E eis que Jesus lhes saiu ao encontro e lhes disse:
«Deus vos salve». Elas aproximaram-se, abraçaram os Seus pés e prostraram-se
diante d'Ele. 10 Então disse-lhes Jesus: «Não temais; ide dizer aos
Meus irmãos que vão para a Galileia; lá Me verão». 11 Enquanto elas
iam a caminho, alguns dos guardas foram à cidade e noticiaram aos príncipes dos
sacerdotes tudo o que tinha sucedido. 12 Tendo-se eles reunido com
os anciãos, depois de tomarem conselho, deram uma grande soma de dinheiro aos
soldados, 13 dizendo-lhes: «Dizei: “Os Seus discípulos vieram de
noite e, enquanto nós estávamos a dormir, roubaram-n'O”. 14 Se
chegar isto aos ouvidos do governador, nós o convenceremos e estareis seguros».
15 Eles, recebido o dinheiro, fizeram como lhes tinha sido indicado.
E esta notícia divulgou-se entre os Judeus e dura até ao dia de hoje.
Comentário:
Santo Agostinho escreveu sobre este episódio com a
acutilância e lógica que o caracterizam e, aliás, pondo como que um ponto final
sobre a discussão do assunto. [1]
Penso que o comportamento dos chefes do povo está
perfeitamente de acordo com o que sempre fizeram em relação a Jesus Cristo.
A mentira, a invenção, as atitudes dúbias e falsas, os
argumentos falhos de qualquer lógica ou critério.
O que de facto se verifica é uma posição irredutível
fechada a qualquer discussão ou, sequer, justa apreciação dos factos.
Mas, ao mesmo tempo, lembremo-nos que alguns – pelo
menos os Evangelhos nomeiam dois – que tomaram conta do Corpo do Senhor, o
ungiram com magnificente largueza de meios, Lhe proporcionaram um sepulcro
novo!
Nunca julguemos o todo pela parte nem nos deixemos
levar pela tentação de julgar ou emitir parecer.
Lembremo-nos – sempre – que o Crucificado pediu por
eles ao Pai afirmando que não sabiam o que faziam!
Talvez possamos concluir que, também nós, podemos
fazer o mal julgando praticar o bem.
(ama,
comentário sobre Mt 28, 8-15, 2014.04.21)
Leitura espiritual
LA
INMORTALIDAD DEL ALMA
SAN
AGUSTIN, OBISPO DE HIPONA
LIBRO ÚNICO [1]
Contiene
este libro el conjunto de razones sobre la inmortalidad del alma, así como la
solución de las dificultades que se presentan.
I
Primera
razón por la cual el alma es inmortal: porque es sujeto de la ciencia que es
eterna.
1.
Si la ciencia existe en alguna parte, y no puede existir sino en un ser que
vive, y existe siempre; y si cualquier ser en el que algo siempre existe, debe
existir siempre: siempre vive el ser en el que se encuentra la ciencia.
Si
nosotros somos los que razonamos, es decir, nuestra alma; si ésta no puede
razonar con rectitud sin la ciencia y si no puede subsistir el alma sin la
ciencia, excepto el caso en que el alma esté privada de ciencia, existe la
ciencia en el alma del hombre.
La
ciencia existe en alguna parte, porque existe y todo lo que existe no puede no
existir en parte alguna.
Además
la ciencia no puede existir sino en un ser que vive.
Porque
ningún ser que no vive puede aprender algo; y no puede existir la ciencia en
aquel ser que no puede aprender nada.
Asimismo,
la ciencia existe siempre.
En
efecto, lo que existe y existe de modo inmutable es necesario que exista
siempre.
Ahora
bien, nadie niega la existencia de la ciencia.
En
efecto, quienquiera que admita que no se puede hacer que una línea trazada por
el centro de un círculo no sea la más larga de todas las que no se tracen por
el dicho centro, y que esto es objeto propio de alguna ciencia, afirma que
existe una ciencia inmutable.
Además
nada en lo que algo existe siempre, puede no existir siempre.
Efectivamente,
ningún ser que existe siempre permite que sea sustraído alguna vez el sujeto en
el que existe siempre.
Desde
luego cuando razonamos, esto lo hace nuestra alma.
En
efecto, no razona sino el que entiende: mas ni el cuerpo entiende, ni el alma
con el auxilio del cuerpo, porque cuando quiere entender se aparta del cuerpo.
Aquello
que es entendido existe siempre del mismo modo; y nada propio del cuerpo existe
siempre de la misma manera, luego el cuerpo no puede ayudar al alma que se
esfuerza por entender, le basta con no serle obstáculo.
Asimismo
nadie sin ciencia razona con rectitud.
Pues
el recto raciocinio es el pensamiento que tiende de lo cierto al descubrimiento
de lo incierto, y nada cierto hay en el alma que ésta lo ignore.
Mas
todo lo que el alma sabe, lo posee en sí misma, y no abraza cosa alguna con su
conocimiento sino en cuanto pertenece a una ciencia. En efecto, la ciencia es
el conocimiento de cualesquiera cosas.
Por
consiguiente, el alma humana vive siempre.
II
Segunda
razón por la cual el alma es inmortal: porque es sujeto de la razón que es
inmutable.
2.
La razón ciertamente o es el alma o existe en el alma.
Mas
nuestra razón es mejor que nuestro cuerpo; nuestro cuerpo es una substancia, y
es mejor ser substancia que no ser nada, luego nuestra razón es algo.
Además
cualquier armonía propia del cuerpo que exista, es necesario que exista de modo
inseparable en el sujeto cuerpo, y no se crea que en esa armonía puede existir
alguna otra cosa que de igual manera no exista con necesidad en ese sujeto
cuerpo, en el que también esta misma armonía existe no menos inseparablemente.
Pero
el cuerpo humano es mudable, y la razón inmutable.
En
efecto, es mudable todo lo que no existe siempre del mismo modo.
Y
siempre es de la misma manera que dos y cuatro sumen seis. Además siempre es
del mismo modo que dos y dos sumen cuatro; mas esto no lo tiene el dos porque
el dos no es cuatro.
Pero
esta relación es inmutable, por consiguiente, es razón.
Ahora
bien, de ningún modo no puede padecer el cambio, habiéndose mudado el sujeto,
lo que existe inseparablemente en él.
Luego,
no es el alma la armonía del cuerpo, y no puede sobrevenir la muerte a cosas
inmutables.
En
consecuencia el alma vive siempre ya sea ella misma la razón ya sea que la
razón exista en ella de modo inseparable.
III
La
substancia viva y el alma, que no es susceptible de cambio, aún siendo de algún
modo capaz de cambiar, es inmortal.
3.
Hay un poder propio de la permanencia y toda permanencia es inmutable, y todo
poder puede hacer algo, ni cuando no hace nada deja de ser un poder.
Además
toda acción consiste en recibir un movimiento o en causarlo. Luego, o no todo
lo que recibe el movimiento, o ciertamente no todo lo que lo causa es mudable.
Pero
todo lo que es movido por otro y no se mueve a sí mismo es algo mortal.
Y
nada mortal es inmutable.
De
ahí se puede concluir con certeza y sin alternativa alguna que no todo lo que
causa movimiento se cambia.
Mas
no hay movimiento posible sin una sustancia: toda sustancia vive o no vive,
pero todo lo que no vive carece de alma y sin alma no existe acción alguna.
Luego,
aquel ser que causa el movimiento sin perder su inmutabilidad es necesariamente
una sustancia viviente.
Esta
sustancia pone el cuerpo en movimiento a través de todos los grados.
En
consecuencia, no todo lo que mueve el cuerpo es mudable.
Pero
si el cuerpo no se mueve sino según el tiempo y en esto consiste el moverse más
despacio y más rápidamente, síguese que existe, pues algo que mueve en el
tiempo, y sin embargo no se cambia.
Ahora
bien, todo lo que mueve el cuerpo en el tiempo, aunque tienda a un único fin,
sin embargo no puede realizarlo todo a la vez, ni puede tampoco evitar de hacer
muchas cosas: en efecto no puede hacer, - ya se trate de cualquier agente - que
sea perfectamente uno lo que puede dividirse en partes, o de lo contrario se
daría un cuerpo sin partes o un tiempo sin intervalo de pausas; ni tampoco que
pueda pronunciarse la sílaba más corta de la que no se oiga entonces el fin,
cuando ya no se oye el comienzo.
Luego,
lo que se comporta así exige la previsión para que pueda llevarse a cabo y la
memoria para que pueda ser aprehendido en la medida posible.
La previsión es para las cosas que serán, la
memoria para aquellas que pasaron.
Pero
el propósito de obrar es propio del tiempo presente, a través del cual lo
futuro pasa a ser pretérito; y no se puede esperar sin ninguna memoria el fin
del movimiento de un cuerpo que ha sido iniciado.
En
efecto, ¿cómo se podría esperar el fin de un movimiento si no se recuerda que
ha comenzado, o ni siquiera que tal movimiento existe?
Además,
el propósito de llevar a cabo algo, que es presente, no puede existir sin que
se tenga en vista la obtención del fin que es futuro: no existe nada que
todavía no existe, o que ya no existe. Puede, por consiguiente, haber en una
acción algo que pertenece a aquellas cosas que aún no son y, simultáneamente,
puede haber muchas cosas en el agente, aún cuando no puede llevar a término
muchas a la vez.
Luego,
puede haber también en el que mueve, cosas que no se pueden encontrar en el que
es movido.
Pero
las cosas que no pueden existir simultáneamente en el tiempo y que sin embargo
pasan del futuro al pasado, están necesariamente sometidas al cambio.
4.
De aquí concluimos en seguida que puede haber algún ser que, causando el
movimiento en las cosas mudables, no se cambia.
En
efecto, ¿quién podría dudar de la legitimidad de la conclusión toda vez que no
varía el propósito del agente de llevar al término que se propone el cuerpo que
pone en movimiento, cuando este cuerpo del que algo se hace, cambia a cada
instante por este mismo movimiento, y puesto que aquel propósito de obrar, que
permanece inmutable como es evidente, no sólo mueve los brazos del obrero, sino
también la madera o la piedra que están sujetos al artífice?
Pero
no del hecho que el alma cause el movimiento y produzca los cambios en el
cuerpo y que ella se proponga estos cambios se está en derecho de pensar que
también el alma cambia y que por esto está sujeta a la muerte.
Ella,
pues, puede unir en este su propósito el recuerdo del pasado y la previsión del
futuro, cosas que no pueden darse sin la vida.
Aunque
la muerte no puede acaecer sin el cambio y ningún cambio sin el movimiento, sin
embargo no todo cambio produce la muerte ni todo movimiento realiza un cambio.
En
efecto, es lícito decir que nuestro propio cuerpo en cada una de sus acciones
recibe un gran número de movimientos y que evidentemente cambia por la edad:
con todo no se puede decir que ya ha muerto, esto es, que está sin vida.
Luego
también permítasenos concluir que el alma tampoco es privada de la vida, aunque
tal vez por el movimiento le acaezca algún cambio.
(cont)
[1]
Astúcia miserável! Apresentas testemunhas adormecidas? Verdadeiramente estás a
dormir tu mesmo ao imaginar semelhante explicação! (Enarrationes in Psalmos,
63, 15)