LIBRO DE LA VIDA
Segundo a
edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 18
9.
Ahora, hablando de esta agua que viene del cielo para con su abundancia henchir
y hartar todo este huerto de agua, si nunca dejara, cuando lo hubiera menester,
de darlo el Señor, ya se ve qué descanso tuviera el hortelano. Y a no haber
invierno, sino ser siempre el tiempo templado, nunca faltaran flores y frutas;
ya se ve qué deleite tuviera; mas mientras vivimos es imposible: siempre ha de
haber cuidado de cuando faltare la una agua procurar la otra.
Esta
del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está el hortelano. Verdad es
que a los principios casi siempre es después de larga oración mental, que de un
grado en otro viene el Señor a tomar esta avecita y ponerla en el nido para que
descanse. Como la ha visto volar mucho rato, procurando con el entendimiento y voluntad
y con todas sus fuerzas buscar a Dios y contentarle, quiérela dar el premio aun
en esta vida. ¡Y qué gran premio!, que basta un momento para quedar pagados
todos los trabajos que en ella puede haber.
10.
Estando así el alma buscando a Dios, siente con un deleite grandísimo y suave
casi desfallecer toda con una manera de desmayo que le va faltando el huelgo y
todas las fuerzas corporales, de manera que, si no es con mucha pena, no puede
aunmenear las manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los
tiene abiertos, no ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni casi
atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda,
no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Así que de los
sentidos no se aprovecha nada, si no es para no la acabar de dejar a su placer;
y así antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni
hay fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la fuerza
exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor poder gozar de su
gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido.
11.
Esta oración no hace daño, por larga que sea. Al menos a mí nunca me le hizo,
ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta merced, por mala que estuviese,
que sintiese mal, antes quedaba con gran mejoría. Mas ¿qué mal puede hacer tan
gran bien? Es cosa tan conocida las operaciones exteriores, que no se puede dudar
que hubo gran ocasión, pues así quitó las fuerzas con tanto deleite para
dejarlas mayores.
12.
Verdad es que a los principios pasa en tan breve tiempo – al menos a mí así me
acaecía -, que en estas señales exteriores ni en la falta de los sentidos no se
da tanto a entender cuando pasa con brevedad. Mas bien se entiende en la sobra
de las mercedes que ha sido grande la claridad del sol que ha estado allí, pues
así la ha derretido. Y nótese esto, que a mi parecer por largo que sea el espacio
de estar el alma en esta suspensión de todas las potencias, es bien breve:
cuando estuviese media hora, es muy mucho; yo nunca, a mi parecer, estuve
tanto. Verdad es que se puede mal sentir lo que se está, pues no se siente; mas
digo que de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia en sí. La
voluntad es la que mantiene la tela, mas las otras dos potencias presto tornan
a importunar. Como la voluntad está queda, tórnalas a suspender y están otro
poco y tornan a vivir.
13.
En esto se puede pasar algunas horas de oración y se pasan.
Porque,
comenzadas las dos potencias a emborrachar y gustar de aquel vino divino, con
facilidad se tornan a perder de sí para estar muy más ganadas, y acompañan a la
voluntad y se gozan todas tres. Mas este estar perdidas del todo y sin ninguna
imaginación en nada -que a mi entender también se pierde del todo- digo que es breve
espacio; aunque no tan del todo tornan en sí que no pueden estar algunas horas
como desatinadas, tornando de poco en poco a cogerlas Dios consigo.
14.
Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma aquí siente.
¡Dígalo
quien lo sabe, que no se puede entender, cuánto más decir!
Estaba
yo pensando cuando quise escribir esto, acabando de comulgar y de estar en esta
misma oración que escribo, qué hacía el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor
estas palabras: Deshácese toda, hija, para ponerse más en Mí. Ya no es ella la
que vive, sino Yo. Como no puede comprender lo que entiende, es no entender
entendiendo.
Quien
lo hubiere probado entenderá algo de esto, porque no se puede decir más claro,
por ser tan oscuro lo que allí pasa. Sólo
podré decir que se representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre
que en ninguna manera se puede dejar de creer. Aquí faltan todas las potencias
y se suspenden de manera que en ninguna manera -como he dicho- se entiende que
obran. Si estaba pensando en un paso, así se pierde de la memoria como si nunca
la hubiera habido de él. Si lee, en lo que leía no hay acuerdo, ni parar.
Si
rezar, tampoco. Así que a esta mariposilla importuna de la memoria aquí se le
queman las alas: ya no puede más bullir. La voluntad debe estar bien ocupada en
amar, mas no entiende cómo ama. El entendimiento, si entiende, no se entiende
cómo entiende; al menos no puede comprender nada de lo que entiende. A mí no me
parece que entiende, porque -como digo- no se entiende. ¡Yo no acabo de
entender esto!
15.
Acaecióme a mí una ignorancia al principio, que no sabía que estaba Dios en
todas las cosas. Y como me parecía estar tan presente, parecíame imposible.
Dejar de creer que estaba allí no podía, por parecerme casi claro había
entendido estar allí su misma presencia. Los que no tenían letras me decían que
estaba sólo por gracia. Yo no lo podía creer; porque, como digo, parecíame
estar presente, y así andaba con pena. Un gran letrado de la Orden del glorioso
Santo Domingo me quitó de esta duda, que me dijo estar presente, y cómo se
comunicaba con nosotros, que me consoló harto.
Es
de notar y entender que siempre esta agua del cielo, este grandísimo favor del
Señor, deja el alma con grandísimas ganancias, como ahora diré.
CAPÍTULO 19
1.
Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura, de manera que se
querría deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas. Hállase bañada de
ellas sin sentirlo ni saber cuándo ni cómo las lloró; mas dale gran deleite ver
aplacado aquel ímpetu del fuego con agua que le hace más crecer.
Parece
esto algarabía, y pasa así. Acaecídome ha algunas veces en este término de
oración estar tan fuera de mí, que no sabía si era sueño o si pasaba en verdad
la gloria que había sentido; y de verme llena de agua que sin pena destilaba
con tanto ímpetu y presteza que parece lo echaba de sí aquella nube del cielo,
veía que no había sino sueño. Esto era a los principios, que pasaba con brevedad.
2.
Queda el ánima animosa, que si en aquel punto la hiciesenpedazos por Dios, le
sería gran consuelo. Allí son las promesas y determinaciones heroicas, la
viveza de los deseos, el comenzar a aborrecer el mundo, el ver muy claro su
vanidad, esto muy más aprovechada y altamente que en las oraciones pasadas, y
la humildad más crecida; porque ve claro que para aquella excesiva merced y
grandiosa no hubo diligencia suya, ni fue parte para traerla ni para tenerla.
Vese claro indignísima, porque en pieza adonde entra mucho sol no hay telaraña
escondida: ve su miseria.
Va
tan fuera la vanagloria, que no le parece la podría tener, porque ya es por
vista de ojos lo poco o ninguna cosa que puede, que allí no hubo casi
consentimiento, sino que parece, aunque no quiso, le cerraron la puerta a todos
los sentidos para que más pudiese gozar del Señor. Quédase sola con El, ¿qué ha
de hacer sino amarle? Ni ve ni oye, si no fuese a fuerza de brazos: poco hay
que la agradecer. Su vida pasada se le representa después y la gran misericordia
de Dios, con gran verdad y sin haber menester andar a caza el entendimiento,
que allí ve guisado lo que ha de comer y entender. De sí ve que merece el
infierno y que le castigan con gloria. Deshácese en alabanzas de Dios, y yo me
querría deshacer ahora. ¡Bendito seáis, Señor mío, que así hacéis de pecina tan
sucia como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa! ¡Seáis alabado, oh
regalo de los ángeles, que así queréis levantar un gusano tan vil!
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA