26/04/2018

Sabendo-me pescador de homens... não pesco?

O Senhor quer de ti um apostolado concreto, como o da pesca daqueles cento e cinquenta e três grandes peixes apanhados à direita da barca, e não outros. E perguntas-me: "Como é que, sabendo-me pescador de homens, vivendo em contacto com muitos companheiros e podendo discernir a quem deve ser dirigido o meu apostolado específico, afinal não pesco?... Falta-me amor? Falta-me vida interior?". Escuta a resposta dos lábios de Pedro, naquela outra pesca milagrosa: – "Mestre, cansámo-nos de trabalhar toda a noite, e não apanhámos nada; apesar disso, sob a Tua palavra, lançarei a rede". Em nome de Jesus, começa de novo. Revigorado. – Fora com essa moleza! (Sulco, 377)

O apostolado, essa ânsia que vibra no íntimo do cristão, não é coisa separada da vida de todos os dias; confunde-se com o próprio trabalho, convertido em ocasião de encontro pessoal com Cristo. Nesse trabalho, ombro a ombro com os nossos colegas, com os nossos amigos, com os nossos parentes, lutando pelos mesmos interesses, podemos ajudá-los a chegar a Cristo, que nos espera na margem do lago... Antes de ser apóstolo, pescador. Também, pescador depois de ser apóstolo. Antes e depois, a mesma profissão. (…)

Passa ao lado dos seus Apóstolos, junto daquelas almas que se lhe entregaram... E eles não se dão conta disso!. (…)Lançai a rede para o lado direito da barca e encontrareis. Lançaram a rede e já não a podiam tirar por causa da grande quantidade de peixes. Agora compreendem. Recordam o que tinham ouvido tantas vezes dos lábios do Mestre: pescadores de homens, apóstolos!... E compreendem que tudo é possível, porque é Ele quem dirige a pesca. (…)


Os outros discípulos foram com a barca, porque não estavam distantes de terra, senão duzentos côvados, tirando a rede cheia de peixes. Em seguida põem a pesca aos pés do Senhor, porque é sua, para que aprendamos que as almas são de Deus, que ninguém nesta terra pode atribuir a si mesmo essa propriedade, que o apostolado da Igreja – a palavra e a realidade da salvação – não se baseia no prestígio de algumas pessoas, mas na graça divina. (Amigos de Deus, nn. 264–267)

Temas para reflectir e meditar

Trabalho


A Igreja encontra nas primeiras páginas do Livro do Génesis a fonte da sua convicção segundo a qual o trabalho constitui uma dimensão fundamental da existência humana sobre a terra.

(São João Paulo IIEnc. Laborem exercens, 1, 9)

Evangelho e comentário

Tempo de Páscoa

Evangelho: Jo 13, 16-20

16 Em verdade, em verdade vos digo, não é o servo mais do que o seu Senhor, nem o enviado mais do que aquele que o envia. 17 Uma vez que sabeis isto, sereis felizes se o puserdes em prática. 18 Não me refiro a todos vós. Eu bem sei quem escolhi, e há-de cumprir-se a Escritura: Aquele que come do meu pão levantou contra mim o calcanhar. 19 Desde já vo-lo digo, antes que isso aconteça, para que, quando acontecer, acrediteis que Eu sou. 20 Em verdade, em verdade vos digo: quem receber aquele que Eu enviar é a mim que recebe, e quem me recebe a mim, recebe aquele que me enviou.»

Comentário:

Mais frequentemente do que talvez imaginemos esta atitude de querer suplantar o mestre acontece um pouco por todo o lado.

Há pessoas que confundem o respeito devido a quem sabe com o auto-convencimento da ciência que julgam ter.

Não têm, de facto, nenhum direito a serem ensinados ou beneficiarem de quem os pode instruir porque, na verdade, não querem nem aprender nem adquirir outros conhecimentos.

Naturalmente que isto se deve a um defeito terrível que é o orgulho ou amor-próprio pessoais que distorcem a realidade e conduzem estas pessoas a um progressivo isolamento do resto da sociedade.

O resultado é sempre muito mau, não só porque perdem oportunidade de melhoria, mas, sobretudo, porque actuam com desonestidade intelectual fingindo e pretendendo passar por fiéis “alunos” ou instruendos quando, o que na verdade pretendem, é esperar uma oportunidade para ultrapassar o Mestre ou desprestigiar o que ensina.

Este caso – triste – de Judas é o paradigma dessas pessoas que referi, dignas de dó e lástima porque, quem finge e mascara as suas intenções, nunca poderá ter credibilidade e, assim, nunca será feliz.

Andará pela vida enganando uns e outros que, na sua boa-fé, acreditam nele e o tratam como igual quando, na verdade, não o são nem o merecem.


(AMA, comentário sobre Jo 13, 16-20, 10.05.2017)

Leitura espiritual

LIBRO DE LA VIDA

Segundo edição de 1562


PRÓLOGO



CAPÍTULO 8

8. Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufrió el Señor, y se ve claro que por aquí se remediaron todos mis males, ¿qué persona, por malo que sea, podrá temer? Porque por mucho que lo sea, no lo será tantos años después de haber recibido tantas mercedes del Señor. Ni ¿quién podrá desconfiar, pues a mí tanto me sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran fuerza que me hacía o me la hacía el mismo Señor? Pues si a los que no le sirven sino que le ofenden les está tan bien la oración y les es tan necesaria, y no puede nadie hallar con verdad daño que pueda hacer, que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven a Dios y le quieren servir ¿por qué lo han de dejar? Por cierto, si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella no les dé contento. Cierto, los he lástima, que a su costa sirven a Dios; porque a los que tratan la oración el mismo Señor les hace la costa, pues por un poco de trabajo da gusto para que con él se pasen los trabajos.

9. Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en la oración se tratará mucho, no digo aquí nada. Sólo digo que para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la oración. Cerrada ésta, no sé cómo las hará; porque, aunque quiera entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde, que la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!

10. Para que vean su misericordia y el gran bien que fue para mí no haber dejada la oración y lección, diré aquí -pues va tanto en entender- la batería que da el demonio a un alma para ganarla, y el artificio y misericordia con que el Señor procura tornarla a Sí, y se guarden de los peligros que yo no me guardé. Y sobre todo, por amor de nuestro Señor y por el grande amor con que anda granjeando tornarnos a Sí, pido yo se guarden de las ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para defendernos.

11. Quisiera yo saber figurar la cautividad que en estos tempos traía mi alma, porque bien entendía yo que lo estaba, y no acababa de entender en qué ni podía creer del todo que lo que los confesores no me agraviaban tanto, fuese tan malo como yo lo sentía en mi alma. Díjome uno, yendo yo a él con escrúpulo, que aunque tuviese subida contemplación, no me eran inconveniente semejantes ocasiones y tratos.

Esto era ya a la postre, que yo iba con el favor de Dios apartándome más de los peligros grandes; mas no me quitaba del todo de la ocasión. Como me veían con buenos deseos y ocupación de oración, parecíales hacía mucho; mas entendía mi alma que no era hacer lo que era obligada por quien debía tanto. Lástima la tengo ahora de lo mucho que pasó y el poco socorro que de ninguna parte tenía, sino de Dios, y la mucha salida que le daban para sus pasatiempos y contentos con decir eran lícitos.

12. Pues el tormento en los sermones no era pequeño, y era aficionadísima a ellos, de manera que si veía a alguno predicar com espíritu y bien, un amor particular le cobraba, sin procurarle yo, que no sé quién me le ponía. Casi nunca me parecía tan mal sermón, que no le oyese de buena gana, aunque al dicho de los que le oían no predicase bien. Si era bueno, érame muy particular recreación.

De hablar de Dios u oír de El casi nunca me cansaba, y esto después que comencé oración. Por un cabo tenía gran consuelo en los sermones, por otro me atormentaba, porque allí entendía yo que no era la que había de ser, con mucha parte. Suplicaba al Señor me ayudase; mas debía faltar -a lo que ahora me parece- de no poner en todo la confianza en Su Majestad y perderla de todo punto de mí. Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios.

Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole.


CAPÍTULO 9


1. Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme  que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.

2. Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas. Y no sabía lo que decía, que harto hacía quien por sí me las consentia derramar, pues tan presto se me olvidaba aquel sentimiento. Y encomendábame a aquesta gloriosa Santa para que me alcanzase perdón.

3. Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios. Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces.

4. Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas.

En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me atormentaban.

Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, sempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desdeque no era monja, porque me dijeron se ganaban muchosperdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir.

5. Pues tornando a lo que decía del tormento que me daban los pensamientos, esto tiene este modo de proceder sin discurso del entendimiento, que el alma ha de estar muy ganada o perdida, digo perdida la consideración. En aprovechando, aprovecha mucho, porque es en amar. Mas para llegar aquí es muy a su costa, salvo a personas que quiere el Señor muy en breve llegarlas a oración de quietud, que yo conozco a algunas. Para las que van por aquí es bueno un libro para presto recogerse. Aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores. En estas cosas hallaba yo memoria del Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro; y en mi ingratitud y pecados. En cosas del cielo ni en cosas subidas, era mi entendimiento tan grosero que jamás por jamás las pude imaginar, hasta que por otro modo el Señor me las representó.

6. Tenía tan poca habilidad para con el entendimiento representar cosas, que si no era lo que veía, no me aprovechaba nada de mi imaginación, como hacen otras personas que pueden hacer representaciones adonde se recogen. Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre. Mas es así que jamás le pude representar en mí, por más que leía su hermosura y veía imágenes, sino como quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que está con ella porque sabe cierto que está allí (digo que entiende y cree que está allí, mas no la ve), de esta manera me acaecía a mí cuando pensaba en nuestro Señor. A esta causa era tan amiga de imágenes. ¡Desventurados de los que por su culpa pierden este bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si ld amaran, holgáranse de ver su retrato, como acá aun da contento ver el de quien se quiere bien.

SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA


El reto del amor





VIVE DE CRISTO®Dominicas de Lerma

Pequena agenda do cristão

Quinta-Feira



(Coisas muito simples, curtas, objectivas)



Propósito:
Participar na Santa Missa.


Senhor, vendo-me tal como sou, nada, absolutamente, tenho esta percepção da grandeza que me está reservada dentro de momentos: Receber o Corpo, o Sangue, a Alma e a Divindade do Rei e Senhor do Universo.
O meu coração palpita de alegria, confiança e amor. Alegria por ser convidado, confiança em que saberei esforçar-me por merecer o convite e amor sem limites pela caridade que me fazes. Aqui me tens, tal como sou e não como gostaria e deveria ser.
Não sou digno, não sou digno, não sou digno! Sei porém, que a uma palavra Tua a minha dignidade de filho e irmão me dará o direito a receber-te tal como Tu mesmo quiseste que fosse. Aqui me tens, Senhor. Convidaste-me e eu vim.


Lembrar-me:
Comunhões espirituais.


Senhor, eu quisera receber-vos com aquela pureza, humildade e devoção com que Vos recebeu Vossa Santíssima Mãe, com o espírito e fervor dos Santos.

Pequeno exame:

Cumpri o propósito que me propus ontem?