09/03/2011

Temas para a Quaresma - 1


Tempo de Quaresma

É lugar-comum dizer-se que a Quaresma é tempo de reconversão.


Mas…que quer, exactamente, isto dizer?

Reconverter algo é voltar ao início do que era antes de se ter alterado ou corrompido.

Um ano que passa deixa sempre marcas por vezes bem vincadas. Os acontecimentos levaram-nos a tomar decisões, a cometer actos, a elaborar pensamentos que, de uma forma ou outra, alteraram o “padrão” do nosso comportamento de cristãos. <!--[if !supportFootnotes]-->[i]<!--[endif]-->

A reconversão, assim entendida, é isso mesmo:

          a) - Apagar essas marcas;
  b) - Resolver o que, talvez, ainda esteja pendente;

Assim, falar de reconversão é a mesma coisa que dizer:

Recomeçar!

Vejamos como se pode fazê-lo:

ama, 2011.03.09
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<!--[endif]-->
<!--[if !supportFootnotes]-->[i]<!--[endif]--> Que deveria ser: fazer em tudo a Vontade de Deus.

Diálogos apostólicos

Diálogos




Qualquer um que tenha como objectivo a santidade pessoal tem de percorrer estes caminhos:

Oração intensa e regular;
Mortificação dos sentidos;
Presença de Deus;
Consideração da nossa Filiação Divina.


AMA, 2011.03.09

Entrevista ao Prelado do Opus Dei: Da Missa à vida

O semanário italiano “Famiglia Cristiana”, que difunde mensalmente 700.000 exemplares, entrevistou o Prelado do Opus Dei. A Missa, a fé e a gente jovem são alguns dos temas que Mons. Echevarría considera.


Na Na sede central da Prelatura do Opus Dei, que integra a igreja de Santa Maria da Paz, onde repousa o fundador São Josemaría Escrivá, entrevistamos o seu sucessor, o bispo Javier Echevarría, com o motivo da publicação do seu livro “Vivir la Santa Misa”.

A entrevista segue em castelhano:


Monseñor Echevarría, poner la Misa en el centro de la jornada es un hermoso reto. ¿Por qué vale la pena dar prioridad a la Misa y cuál es el secreto para vivirla bien?
        La Misa es acción de Dios, que nos permite participar en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, no como espectadores u observadores, sino como co-protagonistas. Por eso, en el título del libro he querido usar la expresión “vivir” la Santa Misa, que expresa bien la implicación total, humana y espiritual, que la Misa exige.
En su libro habla del peligro del ritualismo. ¿Cómo podemos evitarlo?
        Ritualismo significa olvidar el contenido de aquello que ocurre sobre el altar. ¿Qué haríamos si nos dijeran: “hoy tienes la oportunidad de estar en el Calvario junto a Jesús”?; o “hoy te encontrarás a Cristo resucitado”. En esos casos, ¿cómo nos prepararíamos? Y, en cambio, ¿cómo nos preparamos para la Misa?
Usted ha vivido más de 20 años junto a San Josemaría. ¿Qué aspecto de su personalidad le sorprendía más?
        San Josemaría sabía querer a las personas de un modo extraordinario. Le bastaba una mirada para comprender las necesidades de cada uno. Tenía esa intuición que sólo las madres poseen. Al mismo tiempo, era un verdadero padre: no nos enseñaba nada si antes no nos lo había mostrado con su ejemplo. Resultaba evidente que era un sacerdote que buscaba al Señor en todo momento.
¿Cómo celebraba la Misa?
        Era consciente de que en la Eucaristía el protagonista es Cristo, no el sacerdote. Eso le llevaba a celebrar el rito fielmente, sin buscar originalidades, de forma que sólo Jesús se luciese, no él. Decía que para él la Misa era “un trabajo” que le requería gran esfuerzo, un esfuerzo en ocasiones extenuante, dada la intensidad con que lo vivía. En cada pequeño gesto sabía transmitir todo el sentido sobrenatural de la celebración.
¿La Misa continúa en la vida?
        La Misa no termina con la celebración. Nos acompaña todo el día. El alimento material nos nutre porque lo transformamos en parte de nosotros mismos, pero la Eucaristía –alimento espiritual- nos transforma en Jesús. De esa forma, nuestra jornada, unida al Sacrificio del altar, se transforma en una Misa continua que convierte todo lo que hacemos –el trabajo, el descanso, las relaciones familiares y sociales- en una obra agradable a Dios.
¿En qué consiste el Opus Dei?
        El Opus Dei en la Iglesia tiene la tarea de recordar que los bautizados estamos llamados a la santidad a través de la vida cotidiana. San Josemaría decía que hay algo divino escondido en las situaciones más comunes, y que toca a cada uno de nosotros descubrirlo. Ninguna acción humana puede resultar un obstáculo para la amistad con Dios. Es más, es precisamente en las circunstancias del día a día donde Dios nos llama para que le encontremos.
La prelatura del Opus Dei en el mundo, ¿puede equipararse a una gran diocesis global que depende directamente del Papa?
        Esa afirmación podría causar algún malentendido, dando pie a pensar, por ejemplo, que la prelatura personal es una Iglesia particular separada de la Iglesia local. Por el contrario, la Prelatura está al servicio de la comunión entre las Iglesias locales, y el trabajo que realizan los fieles del Opus Dei, laicos y sacerdotes, supone siempre una colaboración activa con cada diocesis. Los fieles laicos del Opus Dei dependen también del obispo local, al igual que el resto de católicos.
Tras el fundador, san Josemaría Escrivá, y su primer sucesor, el obispo Álvaro del Portillo, de quien está en marcha el proceso de beatificación, desde hace quince años usted dirige la Obra. ¿Cómo vive la herencia de dos santos?
        Cuando se vive con personas santas, se comprende cuál es el secreto para tener paz en el corazón: mantener un diálogo constante con el Señor. Así, por muy evidentes que sean nuestras carencias, nuestros defectos, Él estará siempre a nuestro lado, dispuesto a subsanarlos. Este “factor Dios” es lo que distingue la vida del cristiano, haciéndolo immune a tantas preocupaciones y angustias que afligen al hombre contemporáneo.
¿Podría contar algún episodio inédito de la vida de San Josemaría?
        A menudo ayudaba a San Josemaría mientras celebraba la Misa. Me impresionó la primera vez que me pidió que rezase para que nunca se acostumbrara a celebrar una acción tan sublime. Es algo que me repitió con frecuencia.
¿En qué dirección se difunde actualmente la presencia del Opus Dei?
        Gracias a Dios, hay fieles y cooperadores del Opus Dei en los mas variados lugares del mundo: desde los rascacielos de Wall Street a las favelas de Brasil. En todas partes se percibe una gran sed de Dios. También en diversas ciudades de China hay fieles de la Prelatura. El año pasado comenzó el trabajo apostólico estable de la Obra en Indonesia, y hay otros países de población mayoritariamente musulman donde también el Opus Dei está presente gracias a los fieles que tienen que viajar allí por motivos profesionales. No faltan los retos en Oriente Medio, Tierra Santa y el Líbano, así como en África: pienso ahora en Costa de Marfil, y también en el Congo y Nigeria. En todas partes, los problemas se superan gracias a una fe vivida de modo concreto, pensando en el bien común, con una actitud de fondo constructiva que permite superar las diferencias.
¿Cómo ve la difusión de la fe en el mundo actual?
        Actualmente hacen falta testigos. Ante el relativismo que parece imponerse en Occidente, así como ante las divisiones, guerras y pobreza que azotan diversas áreas del mundo, hacen falta personas dispuestas a arremangarse y mostrar la realidad del Evangelio, no con discursos o teorías, sino en la vida de todos los días.
¿Cómo es la relación del Opus Dei con el mundo de los jóvenes?
        Cuando San Josemaría comenzó la Obra, tenía a su lado sólo un grupo de jóvenes universitarios y trabajadores. Las actividades de formación con los jóvenes son una de nuestras prioridades. Existen en Italia y en todo el mundo numerosas residencias universitarias y centros culturales en los que chicos y chicas encuentran oportunidades para crecer humana y espiritualmente: aprendiendo a estudiar y a ser buenos amigos, enriqueciendo su personalidad, formando un espíritu crítico y constructivo, y comportándose como hijos de Dios. Este trabajo educativo se realiza siempre con la colaboración de las familias. Es más, son principalmente los padres que pertenecen al Opus Dei quienes promueven escuelas, clubs juveniles y otras iniciativas que puedan ser útiles a sus propios hijos: así sucede, por ejemplo, en tantas ciudades italianas.



Quaresma: Regresso dos confessionários

Observando

O bispo de Portalegre-Castelo Branco pediu o regresso dos confessionários às igrejas da diocese, apelando ainda aos padres para que “dêem o melhor do seu tempo ao atendimento das pessoas” no sacramento da reconciliação.

“São sinais. A conversão também passará por aí”, aponta.

Na mensagem de Quaresma, hoje enviada à Agência ECCLESIA, D. Antonino Dias alerta que os confessionários, “que muitas igrejas, em nome da estética, esconderam ou deitaram fora, deixaram eles mesmos de ser um sinal catequético, pedagógico e interpelativo”.
“Gostaria que, mesmo assim, alguns a darem nas vistas porque inestéticos, regressassem aos seus lugares como, aliás, a Igreja nos manda, para serem utilizados”.

(Portalegre, 2011.03.07 Ecclesia)

TEXTOS DE SÃO JOSEMARIA ESCRIVÁ

2011/03/09

“Tens de conviver, tens de compreender”

Tens de conviver, tens de compreender, tens de ser irmão dos homens teus irmãos, tens de pôr amor – como diz o místico castelhano – onde não há amor, para colher amor. (Forja, 457)

Jesus Cristo, que veio salvar todos os povos e deseja associar os cristãos à sua obra redentora, quis ensinar aos seus discípulos – a ti e a mim – uma caridade grande, sincera, mais nobre e valiosa: devemos amar-nos mutuamente como Cristo nos ama a cada um de nós. Só desta maneira, isto é, imitando o exemplo divino – dentro da nossa rudeza pessoal – conseguiremos abrir o nosso coração a todos os homens, amar de um modo mais elevado, inteiramente novo.
Que bem puseram os primeiros cristãos em prática esta caridade ardente, caridade que sobressaía e transbordava dos limites da simples solidariedade humana ou da benignidade de carácter. Amavam-se uns aos outros de modo afectuoso e forte, através do Coração de Cristo. Um escritor do século II, Tertuliano, transmitiu-nos o comentário dos pagãos, comovidos ao presenciarem o comportamento dos fiéis de então, tão cheio de atractivo sobrenatural e humano:  Vede como se amam, repetiam.

Se notas que não mereces esse louvor agora ou em tantas ocasiões do dia-a-dia; que o teu coração não reage como devia às exigências divinas, pensa também que chegou o momento de rectificares.
O principal apostolado que nós, os cristãos, temos de realizar no mundo, o melhor testemunho de fé é contribuir para que dentro da Igreja se respire o clima de autêntica caridade. Quando não nos amamos verdadeiramente, quando há ataques, calúnias e inimizades, quem se sentirá atraído pelos que afirmam que pregam a Boa Nova do Evangelho? (Amigos de Deus, nn. 225–226).


© Gabinete de Informação do Opus Dei na Internet

Pensamentos inspirados

À procura de Deus



Os Magos depois de encontrarem Jesus e O adorarem, voltaram por outro caminho.
Também nós, se nos deixarmos guiar e encontrarmos Jesus nas nossas vidas, mudaremos de caminho, porque Ele é o Caminho.

jma, 2011.03.09

Mensagem do Papa para a Quaresma


 “Sepultados com Ele no baptismo, foi também com Ele que ressuscitastes”. [1]

Amados irmãos e irmãs!
A Quaresma, que nos conduz à celebração da Santa Páscoa, é para a Igreja um tempo litúrgico muito precioso e importante, em vista do qual me sinto feliz por dirigir uma palavra específica para que seja vivido com o devido empenho. Enquanto olha para o encontro definitivo com o seu Esposo na Páscoa eterna, a Comunidade eclesial, assídua na oração e na caridade laboriosa, intensifica o seu caminho de purificação no espírito, para haurir com mais abundância do Mistério da redenção a vida nova em Cristo Senhor. [2]
1. Esta mesma vida já nos foi transmitida no dia do nosso Baptismo, quando, “tendo-nos tornado partícipes da morte e ressurreição de Cristo” iniciou para nós “a aventura jubilosa e exaltante do discípulo”. [3]
São Paulo, nas suas Cartas, insiste repetidas vezes sobre a singular comunhão com o Filho de Deus realizada neste lavacro. O fato que na maioria dos casos o Baptismo se recebe quando somos crianças põe em evidência que se trata de um dom de Deus: ninguém merece a vida eterna com as próprias forças. A misericórdia de Deus, que lava do pecado e permite viver na própria existência «os mesmos sentimentos de Jesus Cristo», é comunicada gratuitamente ao homem.
O Apóstolo dos gentios, na Carta aos Filipenses, expressa o sentido da transformação que se realiza com a participação na morte e ressurreição de Cristo, indicando a meta: que assim eu possa “conhecê-lo, a Ele, à força da Sua Ressurreição e à comunhão nos Seus sofrimentos, configurando-me com a Sua morte, para ver se posso chegar à ressurreição dos mortos”. [4] O Baptismo, portanto, não é um rito do passado, mas o encontro com Cristo que informa toda a existência do baptizado, doa-lhe a vida divina e chama-o a uma conversão sincera, iniciada e apoiada pela Graça, que o leve a alcançar a estatura adulta de Cristo.
Um vínculo particular liga o Baptismo com a Quaresma como momento favorável para experimentar a Graça que salva. Os Padres do Concílio Vaticano II convidaram todos os Pastores da Igreja a utilizar «mais abundantemente os elementos baptismais próprios da liturgia quaresmal» [5]. De facto, desde sempre a Igreja associa a Vigília Pascal à celebração do Baptismo: neste Sacramento realiza-se aquele grande mistério pelo qual o homem morre para o pecado, é tornado partícipe da vida nova em Cristo Ressuscitado e recebe o mesmo Espírito de Deus que ressuscitou Jesus dos mortos. [6]
Este dom gratuito deve ser reavivado sempre em cada um de nós e a Quaresma oferece-nos um percurso análogo ao catecumenato, que para os cristãos da Igreja antiga, assim como também para os catecúmenos de hoje, é uma escola insubstituível de fé e de vida cristã: deveras eles vivem o Baptismo como um ato decisivo para toda a sua existência.
2. Para empreender seriamente o caminho rumo à Páscoa e nos prepararmos para celebrar a Ressurreição do Senhor – a festa mais jubilosa e solene de todo o Ano litúrgico – o que pode haver de mais adequado do que deixar-nos conduzir pela Palavra de Deus? Por isso a Igreja, nos textos evangélicos dos domingos de Quaresma, guia-nos para um encontro particularmente intenso com o Senhor, fazendo-nos repercorrer as etapas do caminho da iniciação cristã: para os catecúmenos, na perspectiva de receber o Sacramento do renascimento, para quem é baptizado, em vista de novos e decisivos passos no seguimento de Cristo e na doação total a Ele.
O primeiro Domingo do itinerário quaresmal evidencia a nossa condição dos homens nesta terra. O combate vitorioso contra as tentações, que dá início à missão de Jesus, é um convite a tomar consciência da própria fragilidade para acolher a Graça que liberta do pecado e infunde nova força em Cristo, caminho, verdade e vida. [7] É uma clara chamada a recordar como a fé cristã implica, a exemplo de Jesus e em união com Ele, uma luta «contra os dominadores deste mundo tenebroso»[8], no qual o diabo é activo e não se cansa, nem sequer hoje, de tentar o homem que deseja aproximar-se do Senhor: Cristo disso sai vitorioso, para abrir também o nosso coração à esperança e guiar-nos na vitória às seduções do mal.
O Evangelho da Transfiguração do Senhor põe diante dos nossos olhos a glória de Cristo, que antecipa a ressurreição e que anuncia a divinização do homem. A comunidade cristã toma consciência de ser conduzida, como os apóstolos Pedro, Tiago e João, «em particular, a um alto monte», [9] para acolher de novo em Cristo, como filhos no Filho, o dom da Graça de Deus: «Este é o Meu Filho muito amado: n’Ele pus todo o Meu enlevo. Escutai-O»[10].
É o convite a distanciar-se dos boatos da vida quotidiana para se imergir na presença de Deus: Ele quer transmitir-nos, todos os dias, uma Palavra que penetra nas profundezas do nosso espírito, onde discerne o bem e o mal [11] e reforça a vontade de seguir o Senhor. O pedido de Jesus à Samaritana: “Dá-Me de beber”, [12] que é proposto na liturgia do terceiro domingo, exprime a paixão de Deus por todos os homens e quer suscitar no nosso coração o desejo do dom da “água a jorrar para a vida eterna” [13]: é o dom do Espírito Santo, que faz dos cristãos “verdadeiros adoradores” capazes de rezar ao Pai “em espírito e verdade”. [14] Só esta água pode extinguir a nossa sede do bem, da verdade e da beleza! Só esta água, que nos foi doada pelo Filho, irriga os desertos da alma inquieta e insatisfeita, “enquanto não repousar em Deus”, segundo as célebres palavras de Santo Agostinho.
O Domingo do cego de nascença apresenta Cristo como luz do mundo. O Evangelho interpela cada um de nós: ”Tu crês no Filho do Homem?”. “Creio, Senhor”, [15] afirma com alegria o cego de nascença, fazendo-se voz de todos os crentes. O milagre da cura é o sinal que Cristo, juntamente com a vista, quer abrir o nosso olhar interior, para que a nossa fé se torne cada vez mais profunda e possamos reconhecer n’Ele o nosso único Salvador. Ele ilumina todas as obscuridades da vida e leva o homem a viver como “filho da luz”.
Quando, no quinto Domingo, nos é proclamada a ressurreição de Lázaro, somos postos diante do último mistério da nossa existência: “Eu sou a ressurreição e a vida… Crês tu isto?”. [16] Para a comunidade cristã é o momento de depor com sinceridade, juntamente com Marta, toda a esperança em Jesus de Nazaré: “Sim, Senhor, creio que Tu és o Cristo, o Filho de Deus, que havia de vir ao mundo». [17]
A comunhão com Cristo nesta vida prepara-nos para superar o limite da morte, para viver sem fim n’Ele. A fé na ressurreição dos mortos a esperança da vida eterna abrem o nosso olhar para o sentido derradeiro da nossa existência:
Deus criou o homem para a ressurreição e para a vida, e esta verdade doa a dimensão autêntica e definitiva à história dos homens, à sua existência pessoal e ao seu viver social, à cultura, à política, à economia. Privado da luz da fé todo o universo acaba por se fechar num sepulcro sem futuro, sem esperança. O percurso quaresmal encontra o seu cumprimento no Tríduo Pascal, particularmente na Grande Vigília na Noite Santa: renovando as promessas babtismais, reafirmamos que Cristo é o Senhor da nossa vida, daquela vida que Deus nos comunicou quando renascemos “da água e do Espírito Santo”, e reconfirmamos o nosso firme compromisso em corresponder à acção da Graça para sermos Seus discípulos.
3. O nosso imergir-nos na morte e ressurreição de Cristo através do Sacramento do Baptismo, estimula-nos todos os dias a libertar o nosso coração das coisas materiais, de um vínculo egoísta com a “terra”, que nos empobrece e nos impede de estar disponíveis e abertos a Deus e ao próximo. Em Cristo, Deus revelou-se como Amor. [18] A Cruz de Cristo, a “palavra da Cruz” manifesta o poder salvífico de Deus, [19] que se doa para elevar o homem e dar-lhe a salvação: amor na sua forma mais radical. [20] Através das práticas tradicionais do jejum, da esmola e da oração, expressões do empenho de conversão, a Quaresma educa para viver de modo cada vez mais radical o amor de Cristo. O Jejum, que pode ter diversas motivações, adquire para o cristão um significado profundamente religioso: tornando mais pobre a nossa mesa aprendemos a superar o egoísmo para viver na lógica da doação e do amor; suportando as privações de algumas coisas – e não só do supérfluo – aprendemos a desviar o olhar do nosso «eu», para descobrir Alguém ao nosso lado e reconhecer Deus nos rostos de tantos irmãos nossos. Para o cristão o jejum nada tem de intimista, mas abre em maior medida para Deus e para as necessidades dos homens, e faz com que o amor a Deus seja também amor ao próximo. [21]
No nosso caminho encontramo-nos perante a tentação do ter, da avidez do dinheiro, que insidia a primazia de Deus na nossa vida. A cupidez da posse provoca violência, prevaricação e morte: por isso a Igreja, especialmente no tempo quaresmal, convida à prática da esmola, ou seja, à capacidade de partilha. A idolatria dos bens, ao contrário, não só afasta do outro, mas despoja o homem, torna-o infeliz, engana-o, ilude-o sem realizar aquilo que promete, porque coloca as coisas materiais no lugar de Deus, única fonte da vida.
Como compreender a bondade paterna de Deus se o coração está cheio de si e dos próprios projectos, com os quais nos iludimos de poder garantir o futuro? A tentação é a de pensar, como o rico da parábola: «Alma, tens muitos bens em depósito para muitos anos…». «Insensato! Nesta mesma noite, pedir-te-ão a tua alma…». [22] A prática da esmola é uma chamada à primazia de Deus e à atenção para com o próximo, para redescobrir o nosso Pai bom e receber a sua misericórdia.
Em todo o período quaresmal, a Igreja oferece-nos com particular abundância a Palavra de Deus. Meditando-a e interiorizando-a para a viver quotidianamente, aprendemos uma forma preciosa e insubstituível de oração, porque a escuta atenta de Deus, que continua a falar ao nosso coração, alimenta o caminho de fé que iniciamos no dia do Baptismo. A oração permite-nos também adquirir uma nova concepção do tempo: de facto, sem a perspectiva da eternidade e da transcendência ele cadencia simplesmente os nossos passos rumo a um horizonte que não tem futuro. Ao contrário, na oração encontramos tempo para Deus, para conhecer que “as suas palavras não passarão”, [23] para entrar naquela comunhão íntima com Ele “que ninguém nos poderá tirar” [24] e que nos abre à esperança que não desilude, à vida eterna.
Em síntese, o itinerário quaresmal, no qual somos convidados a contemplar o Mistério da Cruz, é «fazer-se conformes com a morte de Cristo», [25] para realizar uma conversão profunda da nossa vida: deixar-se transformar pela acção do Espírito Santo, como São Paulo no caminho de Damasco; orientar com decisão a nossa existência segundo a vontade de Deus; libertar-nos do nosso egoísmo, superando o instinto de domínio sobre os outros e abrindo-nos à caridade de Cristo. O período quaresmal é momento favorável para reconhecer a nossa debilidade, acolher, com uma sincera revisão de vida, a Graça renovadora do Sacramento da Penitência e caminhar com decisão para Cristo.
Queridos irmãos e irmãs, mediante o encontro pessoal com o nosso Redentor e através do jejum, da esmola e da oração, o caminho de conversão rumo à Páscoa leva-nos a redescobrir o nosso Baptismo. Renovemos nesta Quaresma o acolhimento da Graça que Deus nos concedeu naquele momento, para que ilumine e guie todas as nossas acções. Tudo o quanto o Sacramento significa e realiza, somos chamados a vivê-lo todos os dias num seguimento de Cristo cada vez mais generoso e autêntico. Neste nosso itinerário, confiemo-nos à Virgem Maria, que gerou o Verbo de Deus na fé e na carne, para nos imergir como ela na morte e ressurreição do seu Filho Jesus e ter a vida eterna.
Vaticano, 4 de Novembro de 2010

BENEDICTUS PP XVI




[1] (cf. Cl 2, 12)
[2] (cf. Prefácio I de Quaresma)
[3] (Homilia na Festa do Baptismo do Senhor, 10 de Janeiro de 2010)
[4] (Fl 3, 10- 11)
[5] (Const. Sacrosanctum Concilium, 109)
[6] (cf. Rm 8,)
[7] (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25)
[8] (Hb 6, 12)
[9] (Mt 17, 1)
[10] (v. 5)
[11] (cf. Hb 4, 12)
[12] (Jo 4, 7)
[13] (v. 14)
[14] (v. 23)
[15] (Jo 9, 35.38)
[16] (Jo 11, 25-26)
[17] (v. 27)
[18] (cf 1 Jo 4, 7-10)
[19] (cf. 1 Cor 1, 18)
[20] (cf. Enc. Deus cáritas est, 12)
[21] (cf. Mc 12, 31)
[22] (Lc 12, 19-20)
[23] (cf. Mc 13, 31)
[24] (cf. Jo 16, 22)
[25] (Fl 3, 10)



Tema para breve reflexão - Adopção divina

Tema para breve reflexão


É necessário que a própria Igreja esteja sempre consciente da dignidade da adopção divina que o homem alcança em Cristo, pela graça do Espírito Santo, e do seu destino à vida da graça e da glória.




(joão Paulo II, Encíclica Redemptor Hominis, 1979.03.04)

São José: Oração e música

Em honra de São José

Oração e música - Gospel

Jesus, my life is in Your ands

Quarta-feira de Cinzas

Imagem de Destaque



'Lembra-te que do pó viestes e ao pó, hás de retornar'



A Quarta-feira de Cinzas na Igreja é um momento especial porque nos introduz precisamente no mistério quaresmal.
Uma das frases – no momento da imposição das cinzas – serve de lembrete para nós: 'Lembra-te que do pó viestes e ao pó, hás-de retornar.' A cinza quer demonstrar justamente isso; viemos do pó, viemos da cinza e voltaremos para lá, mas, precisamos estar com os nossos corações preparados, com a nossa alma preparada para Deus.
A Quarta-feira de Cinzas leva-nos a visualizar a Quaresma, exactamente para que busquemos a conversão, busquemos o Senhor. A liturgia do tempo quaresmal mostra-nos a esmola, a oração e o jejum como os princípios da Quaresma.
A própria Quarta-feira de Cinzas nos coloca dentro do mistério. É um tempo de muita conversão, de muita oração, de arrependimento, um tempo de voltarmos para Deus.
A Quaresma é tempo conversão, tempo de silêncio, de penitência, de jejum e de oração.

P. Roger Luis, Comunidade Canção Nova, 2008.02.06