LIBRO DE LA VIDA
Segundo
edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 14
Comienza
a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el Señor al alma a sentir
gustos más particulares. - Decláralo para dar a entender cómo son ya
sobrenaturales. - Es harto de notar.
1.
Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y cuán a fuerza de
brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora el segundo modo de sacar el agua
que el Señor del huerto ordenó para que con artificio de con un torno y
arcaduces sacase el hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar
sin estar continuo trabajando.
Pues
este modo, aplicado a la oración que llaman de quietud, es lo que yo ahora
quiero tratar.
2.
Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en
ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga. Verdad es que
parece que algún tiempo se ha cansado en andar el torno y trabajar con el
entendimiento y henchídose los arcaduces; mas aquí está el agua más alto y así
se trabaja muy menos que en sacarlo del pozo. Digo que está más cerca el agua,
porque la gracia dase más claramente a conocer al alma.
Esto
es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más
gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera
que, sin saber cómo, se cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele
Dios, como quien bien sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío!
¡qué nos vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que no
deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.
3.
Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya haciéndose hábil
para gozar de tanto bien, puesto que algunas veces, aun estando unida la
voluntad, acaece desayudar harto; mas entonces no haga caso de ellas, sino
estése en su gozo y quietud; porque, si las quiere recoger, ella y ellas
perderán, que son entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo
que les da el dueño del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de comer
por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y así van y vienen a ver si
les da la voluntad de lo que goza. Si el Señor quiere echarles cebo,
detiénense, y si no, tornan a buscar; y deben pensar que hacen a la voluntad
provecho, y a las veces en querer la memoria o imaginación representarla lo que
goza, la dañará. Pues tenga aviso de haberse con ellas como diré.
4.
Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo,
que no cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra
aquí muy paso a paso y saca muy mucha más agua que no sacaba del pozo. Las
lágrimas que Dios aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.
5.
Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí, hacen crecer las
virtudes muy más sin comparación que en la oración pasada, porque se va ya esta
alma subiendo de su miseria y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la
gloria. Esto creo las hace más crecer y también llegar más cerca de la
verdadera virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque comienza
Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta ella cómo se le
comunica.
Comiénzase
luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de acá, ¡y pocas gracias!
Porque ve claro que un momento de aquel gusto no se puede haber acá, ni hay
riquezas ni señoríos ni honras ni deleites que basten a dar un cierra ojo y
abre de este contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que nos contenta.
Porque los de acá, por maravilla me parece entendemos adónde está este
contento, porque nunca falta un «sí-no». Aquí todo es «sí» en aquel tiempo; el
«no» viene después, por ver que se acabó y que no lo puede tornar a cobrar ni
sabe cómo; porque si se hace pedazos a penitencias y oración y todas las demás
cosas, si el Señor no le quiere dar, aprovecha poco. Quiere Dios por su grandeza
que entienda esta alma que está Su Majestad tan cerca de ella que ya no ha
menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con El, y no a voces,
porque está ya tan cerca que en meneando los labios la entiende.
6.
Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos entiende Dios y
está con nosotros. En esto no hay que dudar que es así, mas quiere este
Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí que nos entiende, y lo que hace
su presencia, y que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma, en la
gran satisfacción interior y exterior que la da, y en la diferencia que, como
he dicho, hay de este deleite y contento a los de acá, que parece hinche el
vacío que por nuestros pecados teníamos hecho en el alma. Es en lo muy íntimo
de ella esta satisfacción, y no sabe por dónde ni cómo le vino, ni muchas veces
sabe qué hacer ni qué querer ni qué pedir. Todo parece lo halla junto y no sabe
lo que ha hallado, ni aun yo sé cómo darlo a entender, porque para hartas cosas
eran menester letras. Porque aquí viniera bien dar aquí a entender qué es
auxilio general o particular -que hay muchos que lo ignoran-, y cómo este
particular quiere el Señor aquí que casi le vea el alma por vista de ojos, como
dicen, y también para muchas cosas que irán erradas. Mas, como lo han de ver
personas que entiendan si hay yerro, voy descuidada; porque así de letras como
de espíritu sé que lo puedo estar, yendo a poder de quien va, que entenderán y
quitarán lo que fuere mal.
7.
Pues querría dar a entender esto, porque son principios, y cuando el Señor
comienza a hacer estas mercedes, la misma alma no las entiende ni sabe qué
hacer de sí. Porque, si la lleva Dios por camino de temor, como hizo a mí, es
gran trabajo, si no hay quien la entienda; y esle gran gusto verse pintada, y
entonces ve claro va por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir
aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado mucho y perdido
harto tiempo por no saber qué hacer y he gran lástima a almas que se ven solas
cuando llegan aquí; porque aunque he leído muchos libros espirituales, aunque
tocan en lo que hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy
ejercitada, aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse.
8.
Querría mucho el Señor me favoreciese para poner los efectos que obran en el
alma estas cosas, que ya comienzan a ser sobrenaturales, para que se entienda
por los efectos cuándo es espíritu de Dios. Digo «se entienda», conforme a lo
que acá se puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor y recato;
que, aunque sea de Dios, alguna vez podrá transfigurarse el demonio en ángel de
luz, y si no es alma muy ejercitada, no lo entenderá: y tan ejercitada, que
para entender esto es menester llegar muy en la cumbre de la oración.
Ayúdame
poco el poco tiempo que tengo, y así ha menester Su Majestad hacerlo; porque he
de andar con la comunidad y con otras hartas ocupaciones (como estoy en casa
que ahora se comienza, como después se verá), y así es muy sin tener asiento lo
que escribo, sino a pocos a pocos, y esto quisiérale, porque cuando el Señor da
espíritu, pónese con facilidad y mejor: parece como quien tiene un dechado
delante, que está sacando aquella labor; mas si el espíritu falta, no hay más
concertar este lenguaje que si fuese algarabía, a manera de decir, aunque hayan
muchos años pasado en oración. Y así me parece es grandísima ventaja, cuando lo
escribo estar en ello; porque veo claro no soy yo quien lo dice, que ni lo
ordeno con el entendimiento ni sé después cómo lo acerté a decir. Esto me
acaece muchas veces.
9.
Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles
a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo
mismo para dar olor. Regálame esta comparación, porque muchas veces en mis
principios (y plega al Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad;
digo «principio» de lo que diré de aquí adelante de mi vida) me era gran deleite
considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él. Suplicábale
aumentase el olor de las florecitas de virtudes que comenzaban, a lo que
parecía, a querer salir y que fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no
quería nada para mí, y cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir
mejores. Digo «cortar», porque vienen tiempos en el alma que no hay memoria de este
huerto: todo parece está seco y que no ha de haber agua para sustentarle, ni
parece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase mucho trabajo, porque
quiere el Señor que le parezca al pobre hortelano que todo el que ha tenido en
sustentarle y regarle va perdido. Entonces es el verdadero escardar y quitar de
raíz las hierbecillas -aunque sean pequeñas- que han quedado malas. Con conocer
no hay diligencia que baste si el agua de la gracia nos quita Dios, y tener en
poco nuestra nada, y aun menos que nada, gánase aquí mucha humildad; tornan de
nuevo a crecer las flores.
10.
¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin lágrimas y gran regalo
de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor, estar así con nosotros, y estáis en el
Sacramento (que con toda verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad
podemos hacer esta comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar
con Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro deleite
estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío! ¿Qué es esto? Siempre que
oigo esta palabra me es gran consuelo, aun cuando era muy perdida. ¿Es posible,
Señor, que haya alma que llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y
regalos, y a entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender después
de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la tenéis, que no se
puede dudar, pues se ve clara la obra?
Sí
hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega a vuestra
bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya hecho tan gran maldad y
tenido tan excesiva ingratitud: porque aun ya de ella algún bien ha sacado
vuestra infinita bondad; y mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de
vuestras misericordias.
¡Y
con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar!.
11.
Suplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que habéis tenido
por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que espantan los que las ven y a
mí me saca de mí muchas veces, para poderos mejor alabar a Vos. Que estando en
mí, sin Vos, no podría, Señor mío, nada, sino tornar a ser cortadas estas flores
de este huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase a servir de muladar
como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda alma que con tantos
trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo la habéis tornado a rescatar y
quitar de los dientes del espantoso dragón.
12.
Vuestra merced me perdone, que salgo de propósito; y como hablo a mi propósito,
no se espante, que es como toma el alma lo que se escribe, que a las veces hace
harto de dejar de ir adelante en alabanzas de Dios, como se le representa,
escribiendo, lo mucho que le debe. Y creo no le hará a vuestra merced mal
gusto, porque entrambos, me parece, podemos cantar una cosa, aunque en
diferente manera; porque es mucho más lo que yo debo a Dios, porque me ha
perdonado más, como vuestra merced sabe.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA