20/06/2018

Leitura espiritual


LIBRO DE LA VIDA 67 


Segundo a edição de 1562


PRÓLOGO




CAPÍTULO 40

21. Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece he gana de morir, sino con una tibieza y oscuridad en todo, como he dicho que tengo muchas veces, de grandes trabajos, y con haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes que Su Majestad me hace, como me lo dijo algunos años ha, que lo habían de ser, que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco, como vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece; consuelo me ha sido no ser por mi culpa.
Porque en no lo decir sino a mis confesores o a personas que sabía de ellos lo sabían, he tenido gran aviso y extremo; y no por humildad, sino porque, como he dicho, aun a los mismos confesores me daba pena decirlo.

Ahora ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen celo, y otros temen tratar conmigo y aun confesarme, y otros me dicen hartas cosas, como entiendo que por este medio ha querido el Señor remediar muchas almas (porque lo he visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy poco se me da de todo.

No sé si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este rinconcito tan encerrado, y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de mí.
Mas no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar algunas personas.
Mas, como no estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido echarme a un puerto, que espero en Su Majestad será seguro, por estar ya fuera de mundo y entre poca y santa compañía.
Miro como desde lo alto, y dáseme ya bien poco de que digan, ni se sepa.
En más tendría se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de mí se puede decir. Que después que estoy aquí, ha sido el Señor servido que todos mis deseos paren en esto; y hame dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que veo; ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí. Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que soñó.

Y esto es entera verdad, que aunque después yo quiera holgarme de aquel contento o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo sería a una persona discreta tener pena o gloria de un sueño que soñó. Porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas del mundo, me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a cegar.

23. De esta manera vivo ahora, señor y padre mío.
Suplique vuestra merced a Dios, o me lleve consigo, o me dé cómo le sirva.
Plega a Su Majestad esto que aquí va escrito haga a vuestra merced algún provecho, que, por el poco lugar, ha sido con trabajo; mas dichoso sería el trabajo, si he acertado a decir algo que sola una vez se
alabe por ello el Señor, que con esto me daría por pagada, aunque vuestra merced luego lo queme.

24. No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que vuestra merced sabe, pues son y han sido confesores míos.
Porque, si va mal, es bien pierdan la buena opinión que tienen de mí; si va bien, son buenos y letrados, sé que verán de dónde viene y alabarán a quien lo ha dicho por mí.

Su Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga tan gran santo, que con su espíritu y luz alumbre esta miserable, poco humilde y muy atrevida, que se ha osado determinar a escribir cosas tan subidas. Plega al Señor no haya en ello errado, teniendo intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí se alabase en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico.
Y como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta mi desbaratada vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino poniendo lo que ha pasado por mí con toda la llaneza y verdad que yo he podido.

Plega al Señor, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo a hacer su voluntad, y no permita se pierda esta alma que con tantos artificios y maneras y tantas veces ha sacado Su Majestad del infierno y traído a Sí. Amén.


EPÍLOGO

Jhs

1. El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amén.

No sería malo encarecer a vuestra merced este servicio, por obligarle a tener mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor, que según lo que he pasado en verme escrita y traer a la memoria tantas miserias mías, bien podría; aunque con verdad puedo decir que he sentido más en escribir las mercedes que el Señor me ha hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.

2. Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme, a condición que vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere.
No había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él.
Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que escribía.
Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha de llevar al Padre Maestro Avila, porque podría ser conocer alguien la letra.
Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escribir.
Porque, como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En todo haga vuestra merced como le pareciere y ve está obligado a quien así le fía su alma.

3. La de vuestra merced encomendaré yo toda mi vida a nuestro Señor.
Por eso, dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a mí merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea en darse todo - como vuestra merced lo ha comenzado – a quien tan sin tasa se nos da.

4. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes que ha hecho con nosotros, y para siempre jamás le alabemos, amén.



Acabóse este libro en junio, año de 1562.

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