Ayer
por la mañana fuimos al dentista porque nos tenían que hacer un empaste. Todo
fue muy bien, rápido, no sentimos nada, volvimos al monasterio a mitad de
mañana y... llegó la hora de la comida.
De
primero había puré. Hambrienta, zambullí la cuchara, la elevé dispuesta a
metérmela en la boca y... oh, oh... Creo que apenas pude saborear dos gotas,
pues todo lo demás volvió al plato por el mismo camino. ¡Se me caía! Aún no se
había ido la anestesia y no podía controlar los movimientos. Qué torpeza, qué
impotencia. Levanté la cabeza y vi que Lety estaba en la misma situación. Al
encontrarse las miradas nos empezamos a reír, y seguimos comiendo poniendo la
cuchara de lado.
En
muchos momentos nos sentimos débiles, torpes... ¡se nos cae el puré y es
incontrolable! Ya no somos lo que éramos, los becarios en el trabajo nos dan
mil vueltas, nuestros hijos hablan en un idioma que nos hace estar desfasados,
físicamente no tiramos igual y tendemos a resistirnos, pero... ¿por qué no
aprender a comer de lado?
Jesús
nos mostró que no tenemos que ser perfectos, ni dar siempre la talla de un 10,
sino que no pasa nada por que vivas comiendo de lado, a fin y al cabo... el
puré entra igual, ¿no? Llegamos al mismo fin, pero cada uno desde su
circunstancia. Jesús se hace todo para todos. Hoy Jesús es para ti.
Hoy
el reto del amor es que des gracias por esa limitación que en este momento
tienes y pídele al Señor aprender a comer de lado, porque Él quiere mostrarte
que el puré sigue siendo para ti, pero de una forma nueva.
VIVE
DE CRISTO, Año del Señor 2017, Lerma, 13 de enero
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