Uno no puede por menos de
preguntarse dónde están las obras de caridad de esos partidos que tanto
presumen de que están con el pueblo y con los pobres, y que en realidad, como
se ha visto con el clamoroso fracaso económico de los países marxistas, para lo
único que valen es para fabricar pobres.
Cuando cayó el Muro de Berlín,
leí una frase que me impactó: “El hombre, ese maravilloso animal al que le
gusta la libertad”. Leyendo Misericordia et Misera me encuentro con estas
frases del Papa Francisco: “La nostalgia que muchos sienten de volver a la casa
del Padre, que está esperando su regreso, está provocada también por el
testimonio sincero y generoso que algunos dan de la ternura divina"...
"Por su misma naturaleza, la misericordia se hace visible y tangible en
una acción concreta y dinámica”, que “crece continuamente y transforma la
vida”... “Aunque no lleguen a ser noticia, existen muchos signos concretos de bondad
y ternura dirigidos a los más pequeños e indefensos, a los que están más solos
y abandonados”, y es que, parafraseando la frase anterior, el hombre, es
"ese maravilloso animal al que le gusta el Bien”, especialmente si cuenta
con el fundamento de la fe en Cristo.
Efectivamente, los creyentes
muchas veces vivimos acomplejados y ante tópicos como “muchas veces los que van
a misa son peores que los que no van”. Creo que lo mejor es plantar
directamente cara y no acobardarse. Así, ante esa afirmación, o esta otra “¿Qué
hace la Iglesia por los pobres?”, respondo, como respondí a un individuo que me
hizo esta pregunta en una charla: “Dirijo mi pregunta a Vd. y a todo el
público: ‘Cíteme una institución que haga más por los pobres que la Iglesia
Católica’”. La respuesta fue, como es lógico, un silencio clamoroso.
Y es que, en efecto, hay muchas
personas que encarnan realmente la caridad y llevan continuamente la
solidaridad a los más pobres y necesitados. Por supuesto, como católico, me
siento tremendamente orgulloso de la labor en los países del Tercer Mundo de
los misioneros católicos. Un amigo mío me comentó que estuvo visitando unas
escuelas en una de las regiones más pobres del mundo, en el norte de Kenia, y
que la religiosa ecuatoriana que las llevaba le dijo: “Si no fuese por las
escuelas, que les damos dos comidas diarias, calculo que dos tercios de estos
niños estarían muertos”. Y es que para salir de la pobreza el primer paso que
hay que dar es dar de comer al hambriento y el segundo y más decisivo se llama
educar y enseñar al ignorante.
Recuerdo en este punto una
controversia que vi en la BBC entre una locutora empeñada en que para luchar
contra la pobreza había que favorecer el aborto y una médico nigeriana que le
decía que ella había salido de la pobreza gracias a la educación. Para salir de
la pobreza se necesita, comida, educación, trabajo y buenos gobiernos. Con el
aborto ciertamente no se ayuda a la víctima de él, pero tampoco a quien lo
realiza, víctima también de sus efectos secundarios.
En este punto recuerdo que
cuando los socialistas alemanes llegaron al poder por primera vez tras la
guerra, se plantearon si seguir dejando la Beneficencia a cargo de las Iglesias
católica y protestantes, o que se encargase el Estado. Como no eran tontos,
pronto llegaron a un acuerdo e incluso publicaron una Nota que decía: “El
Estado alemán no tiene dinero suficiente para hacer lo que con muy poco dinero
hacen las Iglesias”. Y es que hay muchos que cooperan simplemente movidos por
ideales cristianos y con frecuencia con mayor honradez que cuando son
organismos públicos.
Recuerdo en este punto lo que
decía un político izquierdista honrado cuando se hablaba de ayudar o no a las
ONG, tanto religiosas como civiles y políticas: “Es que de las vuestras nos fiamos,
de las nuestras no”. Y es que en este punto uno no puede por menos de
preguntarse dónde están las obras de caridad de esos partidos que tanto
presumen de que están con el pueblo y con los pobres, y que en realidad, como
se ha visto con el clamoroso fracaso económico de los países marxistas, para lo
único que valen es para fabricar pobres, pues son absolutamente inútiles para
ayudar a la gente a salir de la pobreza, pero, eso sí, con una enorme capacidad
para enriquecer a la clase dirigente. Nunca se me olvidará lo que nos dijo
nuestra guía turística en Moscú: “Moscú es la tercera ciudad del mundo en
multimillonarios”. Y es que sólo con valores humanos es muy difícil hacer algo
por los demás.
Pedro Trevijano
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