Ayer estaba en la oración y me
puse a leer las obras de misericordia. Me impactaron mucho. Las leí despacio,
dejando que calaran dentro de mí y pidiéndole a Cristo que me las explicara.
Me detuve en una que me tocó el
corazón: la de visitar al enfermo. Saqué la Biblia y me puse a buscar pasajes
en los que Jesús visita a enfermos para ver cómo Él se comportaba. Me di cuenta
de con qué cariño les escuchaba lo que le decían, cómo les acariciaba, les
hablaba con una dulzura especial para paliar su dolor, para sanar su
sufrimiento.
Seguro que tú en algún momento
has pasado por la enfermedad. Uno de los mayores sufrimientos no es el dolor
físico, sino la soledad. El verdadero dolor es el del que sufre sin amigos.
Éste es un dolor profundo y más desgarrador que el físico. El dolor de la
soledad y de la indiferencia es muy duro. Por eso Jesús nos tiende la mano para
que le visitemos en el que sabemos que está enfermo.
Hoy el reto del amor es dejar
tus manos y tu voz en manos de Jesús, hoy Jesús te necesita para llegar al
corazón del que está enfermo. Seguro que ya tienes en tu cabeza a la persona
que sabes que está sola y sufriendo; hoy el reto es acercarte a visitarla y, si
no puedes, llámala, comparte un rato de tu tiempo... Hoy pon aceite en las
heridas, como el buen samaritano.
Te deseo un feliz día y que tu
visita al enfermo te colme el corazón de felicidad. Ahora, en la Eucaristía, te
presentaré en la Patena para que Cristo te lo regale y acabes el día dando
gracias por la oportunidad de amar que Él te ha puesto en tu camino.
VIVE DE CRISTO
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