El otro día, mientras secaba
los cacharros de la cocina, la sartén pequeña se me resbaló de entre los dedos.
Leyes de la gravedad, unidas a las leyes de Murphy... y chocó contra el suelo
por el lado del mango, que se partió inmediatamente. Casi me da algo.
-No os preocupéis -comenté- Es
un golpe limpio. Ahora mismo pego el mango con Loctite.
-¿Que vas a hacer el qué? -Lety
parecía alarmada- ¿Pero tú no has mirado las advertencias que ponen en el bote?
-Pues no...
-¡El Loctite es inflamable!
Si Lety no llega a advertirme,
habría diseñado (sin querer) un nuevo método para flambear la comida y a la
cocinera, todo de una sola vez...
¿No te pasa a ti también?
Cuando algo se estropea, ¿no intentas arreglarlo lo antes posible, sea como
sea?
Sin embargo, las prisas no son
buenas, y menos cuando se trata de reparar el corazón de quien tienes a tu
lado.
¡Es tan fácil provocar grietas
o fisuras con un desliz en nuestras palabras! Sin embargo, tratar de
solucionarlo a toda velocidad puede empeorar la situación... ¡hasta hacer que
la cosa acabe en llamas!
Cristo nos enseña que las cosas
importantes requieren su tiempo. Así vemos como Él, en los momentos claves
(como antes de la elección de los Doce), se retira a orar. ¿Y no crees que el
querer acercarte al corazón de otra persona es importante?
Hoy el reto del amor es hacer
despacio las reparaciones. A lo largo del día puedes meter la pata de muchas
maneras: palabras, gestos... ¡incluso olvidos! Si hoy sientes que alguien se ha
molestado contigo, no vayas corriendo a arreglarlo. Para primero con Cristo.
Habla con Él lo que ha sucedido, descubre la Verdad... y pídele que ponga las
palabras adecuadas en tus labios. Y, ahora sí, ¡adelante! ¡No habrá roto que se
resista al Amor! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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