Ha salido el sol un par de
días... ¡y yo ya me siento en primavera! ¡¡Me encanta!!
Sin embargo, no soy la única
que está exultante. Con el aumento de temperatura, los árboles están rebosantes
de alegría, tanto, que han empezado a soltar polen con todas sus ganas. Es algo
natural, sí... pero a las alérgicas no nos hace ni pizca de gracia.
Este año mi organismo se ha
decantado por el picor de ojos. ¡Me arden!
Ya no sabía qué hacer para
aliviar los picores. De pronto recordé que, el año pasado, Verónica me dio un
poco de suero para los ojos. Fui a buscarla corriendo. Con mucho gusto, se dedicó
a echarme un par de gotitas en cada ojo. ¡¡Qué alivio!! Y además estaba
fresquito, ¡un auténtico bálsamo!
Después, en la oración, sólo me
salía darle gracias a Cristo. Es impresionante lo diminutas que son las gotas,
¡pero cuánto alivian!
Y, así nos pasa a nosotros: tal
vez creas que no eres nadie importante, o que no puedes hacer grandes cosas ni
transformar la Humanidad... es posible que notes que no eres capaz más que de
pequeños gestos, detalles del tamaño de una gotita, ¡pero no te imaginas lo
mucho que puede aliviar una diminuta gota!
Parece que para amar o ayudar a
alguien hay que hacer cosas grandes y llamativas, parece que los gestos
pequeños pasan desapercibidos y eso nos lleva a no valorarlos, hasta, incluso,
dejar de hacerlos. Pero Cristo hoy te invita a ver la realidad con sus ojos,
¡descubriendo el valor de lo pequeño!
Hoy el reto del amor es tener
un gesto pequeño con una persona. Puedes sonreír al encontrarte con él o ella,
puedes poner la mesa con algún detalle especial o regalarle un rato de tu
tiempo con alegría. Como decía la Madre Teresa: " No podemos hacer grandes
cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor". Y, créeme, una gotita
pequeña, ¡puede cambiar el día de quien tienes al lado! ¡Feliz domingo!
VIVE DE CRISTO
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