Ayer
estaba regando las plantas de la sala. Para ello, me bajo un cubo lleno de agua
y sumerjo los tiestos. ¡Así las orquídeas me están durando más que nunca!
Al
terminar el proceso, cogí el cubo y salí a la huerta. En ese momento descubrí
que llevaba las deportivas limpias, la bata recién lavada... y hacía un frío
siberiano de categoría.
"No
puedo mojarme...", pensé.
Traté
de lanzar el agua lejos de mí. Pero, ¡zas!, la base del cubo se me resbaló de
la mano, el cubo se balanceó en el asa que aún tenía agarrada y, tras un giro
de 180º, disfruté de un segundo bautismo casi por inmersión. ¡No hay nada peor
que ir con miedo!
Pero...
¿quién no ha sentido miedo alguna vez? Ante un nuevo puesto de trabajo, una
situación desconocida o, simplemente, por un comentario... ¡el miedo llega
cuando menos lo esperas!
Dando
vueltas a esto, he descubierto que en el Evangelio el Señor nos invita a
"no tener miedo": es lo que le dice el ángel a María, a José, a los
pastores... es lo que dice Jesús a los discípulos y lo que escuchan las mujeres
en la Resurrección.
No
podemos elegir el sentir miedo o no; pero podemos decidir entre quedarnos
paralizados o dar un salto de confianza, mirar a Cristo sabiendo que Él es
quien lleva nuestra barca: ¡llegaremos a buen puerto, aunque haya olas por el
camino!
Hoy
el reto del amor es aprovechar el miedo para mirar a Cristo. Te invito a que,
si hoy algo acelera un poco tu corazón, te des un minuto para mirar al Señor.
Para con Él y pregúntale cómo afrontarlo. ¡Vívelo con Él, siente su Mano
sosteniendo la tuya! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO, Año del Señor 2017, Lerma, 12 de enero
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