“Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba”, reza el Papa Francisco en esta oración.
Además, el Santo Padre recordó la presencia de la Virgen María en nuestras vidas “como signo de salvación y esperanza”. Por ello, instó a encomendarse a la Madre de Jesús, “salud de los enfermos”, y también a la Salus Populi Romani (Salvación del Pueblo Romano), porque sabe “lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba”.
Francisco también se dirige a la Madre del Divino Amor, para que ayude “a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección”.
En estos días de emergencia sanitaria, Francisco, Papa y obispo de Roma, confía “la ciudad, Italia y el mundo a la protección de la Madre de Dios como signo de salvación y esperanza”.
Tal y como informa el Vaticano, el Santo Padre participó espiritualmente a través de esta oración, con la cual se inició la celebración Eucarística, de la Jornada de oración y ayuno promovida por la diócesis de Roma. Oración a la Virgen del Divino Amor, al pie de la cual en 1944 Pío XII y los romanos imploraron la salvación de Roma durante la retirada de las tropas nazis. Después de 75 años otra emergencia, invisible e igualmente amenazante, llevó al Papa a dirigirse a la Madre Dios compartiendo los sentimientos del Cardenal Vicario de Roma.
Esta es la oración que el Papa ha rezado y que anima a todos a rezar en esta situación:
Oh María,
Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
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