CAPÍTULO I
PROGENITOR B: EL MARXISMO
La otra gran ideología en la que se apoya la ideología de
género es el marxismo. El marxismo se presenta como una concepción del mundo, como una
visión de conjunto
de la naturaleza y del hombre, como una doctrina
que lleva a una acción, pues no se conforma con interpretar el mundo, sino lo que quiere es transformarlo. Por
ello es preciso
crear una nueva
ética, que busca
en lo real el fundamento de la evaluación moral, y como lo que quiere es
transformar el mundo, necesita valor, sentido de la responsabilidad, entusiasmo y conocimientos para tener comprensión de la situación y lucidez en sus acciones.
Para Marx toda la Historia es una lucha de clases, de
opresor contra oprimido, que se resolverá sólo cuando los oprimidos se percaten
de su situación e impongan una dictadura de los oprimidos. Pero es Engels en su libro “El origen de la
familia, la propiedad y el Estado” quien señala: “El primer antagonismo de
clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre
el hombre y la mujer
unidos en matrimonio monógamo, y la
primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el
masculino”. En el propio “Manifiesto del Partido Comunista” leemos: “No; los
comunistas no tienen que molestarse en implantar lo que ha existido siempre o casi siempre
en la sociedad… A lo sumo, podría
reprocharse a los comunistas el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen
colectivo de hoy por una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer”.
Todo esto es verdad, como lo es también que fue la Rusia comunista en 1920 el primer
país en legalizar el aborto y que la ideología que ha realizado más crímenes en el siglo XX ha sido la comunista. Pero también encontramos cosas buenas. Por ejemplo
Lenin en lo referente a la Educación dice a los jóvenes comunistas que su tarea
revolucionaria puede reducirse a una sola palabra: aprender. Pero aprender
¿qué y cómo? Nos responde:
“No podemos edificar el
comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo
de medios y fuerzas humanas
que hemos heredado de la vieja sociedad”. E incluso en lo referente
a sexualidad juvenil muchas
veces, como luego veremos, he leído a mis alumnos textos suyos que podría
firmar tranquilamente cualquier Papa.
Pero desgraciadamente no es sobre una base moderada que
se va a asentar la interpretación neomarxista de la ideología de género, sino con una postura mucho más radical.
Para la ideología de género el marxismo
fracasa, así como la propia lucha de clases, porque se concentran en
soluciones económicas sin atacar
directamente ni la desigualdad entre
hombres y mujeres, ni la familia, que son la verdadera causa
de las clases. Y así como la meta final de la revolución socialista era no
sólo acabar con los privilegios de las clase dominante, sino con la distinción
misma de clases, la meta definitiva de la revolución feminista es no
simplemente acabar con el privilegio masculino, sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres
humanos no tendrán ya una importancia cultural. Es necesario abolir las propias identidades masculina y femenina,
subordinadas al sexo biológico, a fin que las personas puedan dejarse
llevar por sus múltiples y variables orientaciones sexuales.
HISTORIA DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO
La ideología de género con respecto al sexo se basa en la
famosa frase de Simone de Beauvoir, en “Le deuxième sexe”: “Una no nace mujer,
la hacen mujer”, completada poco después con la afirmación: “uno no nace varón,
le hacen varón”. Los antecedentes de esta ideología hay que buscarlos en el
feminismo radical y en los primeros grupos
organizados a favor
de una cultura en la que prima la despersonalización absoluta de la
sexualidad. Este primer germen cobró
cuerpo con la interpretación sociológica de la sexualidad llevada a cabo por el informe
Kinsey, en los años cincuenta del siglo pasado.
Después, a partir de los años sesenta, y como uno de los frutos de Mayo
de 1968, fue alentado por el influjo de
un cierto marxismo que interpreta la relación entre hombre y mujer en forma de lucha
de clases, y así se ha extendido ampliamente
en ciertos ámbitos
culturales. El proceso
de ‘deconstrucción’ de la persona, del matrimonio y de la familia, ha venido después
propiciado por filosofías
inspiradas en el individualismo liberal, así como por el constructivismo y las corrientes freudo-marxistas, en particular las teorías de
W. Reich y H.
Marcuse.
La autora feminista radical Amelia Valcárcel
distingue tres olas feministas: la primera consistió
en la teorización de la igualdad entre los sexos; la segunda se manifiesta
en la conquista de determinadas
libertades públicas y privadas: el derecho
al voto y a la participación política, la libertad de elección
de estado y el derecho al acceso a la educación superior.
En la tercera ola, los temas
son el poder y el sexo: ésta es la fase en la que el feminismo
radical se convierte en ideología de género,
una ideología de corte totalitario y basada en el odio.
Pero, desgraciadamente, en la actualidad
es este feminismo radical el que se
ha adueñado
del movimiento feminista. Sus
defensores, como W. Reich, Simone de Beauvoir,
H. Kentler, M. Sanger, G. Greer, K. Millet, S. Firestone
y
H. Marcuse, intentan llevar la libertad sexual al máximo. Para ellos no hay ningún criterio discriminante entre lo lícito
y lo ilícito,
lo normal y lo anormal, siendo, por tanto, permisibles y moralmente
iguales todas las relaciones sexuales
voluntarias, significando para ellos el ser responsable
tan sólo el tomar precauciones contraceptivas a fin de evitar embarazos
no deseados y siendo la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar
según le venga en gana. La permisividad absoluta, el rechazo de toda moral que no identifique bien con placer y el naturalismo biológico son el denominador común de este tipo de corrientes. Empieza a desarrollarse
esta ideología, sobre
todo en las Universidades de Estados
Unidos entre 1967 y 1975, amparándose en la concepción
marxista, pero sustituyendo la lucha de clases
por la lucha de sexos y siendo
la destrucción de la familia el objetivo principal a conseguir.
¿Cuáles son las consecuencias prácticas de esta
ideología? La mayor parte de los psiquiatras te dirán que sus consultas están
llenas de «liberados sexuales». ¿Qué podemos
esperar de unos chicos y chicas que a los trece años ya
se han acostado juntos y que están constantemente cambiando
de pareja en la cama? ¿Es que nos podemos creer que
de los adolescentes y jóvenes promiscuos puede salir algo? Y que conste que
este último interrogante- afirmación no es mío, sino de Lenin.
Pero de este desastre tampoco
se han librado muchos de los teóricos
de esta ideología. Nietzsche
terminó sus días en un psiquiátrico, W. Reich murió en una penitenciaría psiquiátrica,
diagnosticado de paranoia y esquizofrenia progresiva, Kinsey era sadomasoquista
y pedófilo, Althuser estranguló a s esposa, Bataille
fue partidario del satanismo orgiástico, Foucault tuvo varios intentos de suicidio, era politoxicómano y padecía una grave enfermedad del sistema nervioso, Margaret Sanger terminó internada en una
clínica con delirio alcohólico, K. Millet era una enferma
mental con tendencias suicidas, Shulamit Firestone pasó
varios años en una clínica
psiquiátrica, E. Fischer, M. Drago y E. Frankfurt se suicidaron. Y es que la naturaleza no perdona.
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