Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 39
8.
Ahora que digo de «verdadera vista», me acuerdo de los grandes trabajos que se
pasan en tratar (personas a quien Dios ha llegado a conocer lo que es verdad)
en estas cosas de la tierra, adonde tanto se encubre, como una vez el Señor me
dijo. Que muchas cosas de las que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que
me las decía este mi Maestro celestial. Y porque en las cosas que yo señaladamente
digo «esto entendí», o «me dijo el Señor», se me hace escrúpulo grande poner o
quitar una sola sílaba que sea; así, cuando puntualmente no se me acuerda bien
todo, va dicho como de mío; porque algunas cosas también lo serán; no llamo mío
lo que es bueno, que ya sé no hay cosa en mí, sino lo que tan sin merecerlo me
ha dado el Señor; sino llamo «dicho de mí», no ser dado a entender en
revelación.
9.
Mas ¡ay Dios mío, y cómo aun en las espirituales queremos muchas veces entender
las cosas por nuestro parecer, y muy torcidas de la verdad también, como en las
del mundo, y nos parece que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los años
que tenemos algún ejercicio de oración, y aun parece queremos poner tasa a
quien sin ninguna da sus dones cuando quiere, y puede dar en medio año más a
uno que a otro en muchos! Y es cosa ésta que la tengo tan vista por muchas personas,
que yo me espanto cómo nos podemos detener en esto.
10.
Bien creo no estará en este engaño quien tuviere talento de conocer espíritus y
le hubiere el Señor dado humildad verdadera; que éste juzga por los efectos y
determinaciones y amor, y dale el Señor luz para que lo conozca. Y en esto mira
el adelantamiento y aprovechamiento de las almas, que no en los años; que en
medio puede uno haber alcanzado más que otro en veinte. Porque, como digo, dalo
el Señor a quien quiere y aun a quien mejor se dispone.
Porque
veo yo venir ahora a esta casa unas doncellas que son de poca edad, y en
tocándolas Dios y dándoles un poco de luz y amor - digo en un poco de tiempo
que les hizo algún regalo -, no le aguardaron, ni se les puso cosa delante, sin
acordarse del comer, pues se encierran para siempre en casa sin renta, como
quien no estima la vida por el que sabe que las ama. Déjanlo todo, ni quieren voluntad,
ni se les pone delante que pueden tener descontento en tanto encerramiento y
estrechura: todas juntas se ofrecen en sacrificio por Dios.
11.
¡Cuán de buena gana les doy yo aquí la ventaja y había de andar avergonzada
delante de Dios! Porque lo que Su Majestad no acabó conmigo en tanta multitud
de años como ha que comencé a tener oración y me comenzó a hacer mercedes,
acaba con ellas en tres meses -y aun con alguna en tres días-, con hacerlas
muchas menos que a mí, aunque bien las paga Su Majestad. A buen seguro que no
están descontentas por lo que por El han hecho.
12.
Para esto querría yo se nos acordase de los muchos años a los que los tenemos
de profesión y las personas que los tienen de oración, y no para fatigar a los
que en poco tiempo van más adelante, con hacerlos tornar atrás para que anden a
nuestro paso; y a los que vuelan como águilas con las mercedes que les hace Dios,
quererlos hacer andar como pollo trabado; sino que pongamos los ojos en Su
Majestad y, si los viéremos con humildad, darles la rienda; que el Señor que
los hace tantas mercedes no los dejará despeñar. Fíanse ellos mismos de Dios,
que esto les aprovecha la verdad que conocen de la fe, ¿y no los fiaremos nosotros,
sino que queremos medirlos por nuestra medida conforme a nuestros bajos ánimos?
No así, sino que, si no alcanzamos sus grandes efectos y determinaciones,
porque sin experiencia se pueden mal entender, humillémonos y no los condenemos;
que, con parecer que miramos su provecho, nos le quitamos a nosotros y perdemos
esta ocasión que el Señor pone para humillarnos y para que entendamos lo que
nos falta, y cuán más desasidas y llegadas a Dios deben estar estas almas que
las nuestras, pues tanto Su Majestad se llega a ellas.
13.
No entiendo otra cosa ni la querría entender, sino que oración de poco tiempo
que hace efectos muy grandes, que luego se entienden (que es imposible que los
haya, para dejarlo todo sólo por contentar a Dios, sin gran fuerza de amor), yo
la querría más que la de muchos años, que nunca acabó de determinarse más al postrero
que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios, salvo si unas cositas menudas
como sal, que no tienen peso ni tomo – que parece un pájaro se las llevara en
el pico -, no tenemos por gran efecto y mortificación; que de algunas cosas
hacemos caso, que hacemos por el Señor, que es lástima las entendamos, aunque
se hiciesen muchas.
Yo
soy ésta, y olvidaré las mercedes a cada paso. No digo yo que no las tendrá Su
Majestad en mucho, según es bueno; mas querría yo no hacer caso de ellas, ni
ver que las hago, pues no son nada.
Mas
perdonadme, Señor mío, y no me culpéis, que con algo me tengo de consolar, pues
no os sirvo en nada, que si en cosas grandes os sirviera, no hiciera caso de
las nonadas.
¡Bienaventuradas
las personas que os sirven con obras grandes! Si con haberlas yo envidia y
desearlo se me toma en cuenta, no quedaría muy atrás en contentaros; mas no
valgo nada, Señor mío.
Ponedme
Vos el valor, pues tanto me amáis.
14.
Acaecióme un día de estos que con traer un Breve de Roma para no poder tener
renta este monasterio, se acabó del todo, que paréceme ha costado algún
trabajo. Estando consolada de verlo así concluido y pensando los que había
tenido y alabando al Señor que en algo se había querido servir de mí, comencé a
pensar las cosas que había pasado. Y es así que en cada una de las que parecía eran
algo, que yo había hecho, hallaba tantas faltas e imperfecciones, y a veces
poco ánimo, y muchas poca fe; porque hasta ahora, que todo lo veo cumplido
cuanto el Señor me dijo de esta casa se había de hacer, nunca determinadamente
lo acababa de creer, ni tampoco lo podía dudar. No sé cómo era esto. Es que muchas
veces, por una parte me parecía imposible, por otra no lo podía dudar, digo
creer que no se había de hacer. En fin, hallé lo bueno haberlo el Señor hecho
todo de su parte, y lo malo yo; y así dejé de pensar en ello, y no querría se
me acordase por no tropezar con tantas faltas mías. Bendito sea El, que de
todas saca bien, cuando es servido, amén.
15.
Pues digo que es peligroso ir tasando los años que se han tenido de oración,
que aunque haya humildad, parece puede quedar un no sé qué de parecer se merece
algo por lo servido. No digo yo que no lo merecen y les será bien pagado; mas
cualquier espiritual que le parezca que por muchos años que haya tenido oración
merece estos regalos de espíritu, tengo yo por cierto que no subirá a la cumbre
de él. ¿No es harto que haya merecido le tenga Dios de su mano para no le hacer
las ofensas que antes que tuviese oración le hacía, sino que le ponga pleito
por sus dineros, como dicen? No me parece profunda humildad. Ya puede ser lo sea;
mas yo por atrevimiento lo tengo; pues yo, con tener poca humildad, no me
parece jamás he osado. Ya puede ser que, como nunca he servido, no he pedido;
por ventura si lo hubiera hecho, quisiera más que todos me lo pagara el Señor.
16.
No digo yo que no va creciendo un alma y que no se lo dará Dios, si la oración
ha sido humilde; mas que se olviden estos años, que es todo asco cuanto podemos
hacer, en comparación de una gota de sangre de las que el Señor por nosotros
derramó. Y si con servir más quedamos más deudores, ¿qué es esto que pedimos, pues
si pagamos un maravedí de la deuda, nos tornan a dar mil ducados? Que, por amor
de Dios, dejemos estos juicios, que son suyos. Estas comparaciones siempre son
malas, aun en cosas de acá; pues ¿qué será en lo que sólo Dios sabe? Y lo
mostró bien Su Majestad cuando pagó tanto a los postreros como a los primeros.
17.
Es en tantas veces las que he escrito estas tres hojas y en tantos días - porque
he tenido y tengo, como he dicho, poco lugar -, que se me había olvidado lo que
comencé a decir, que era esta visión:
Vime
estando en oración en un gran campo a solas. En rededor de mí mucha gente de
diferentes maneras que me tenían rodeada.
Todas
me parece tenían armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas; otras,
espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin, yo no podía salir
por ninguna parte sin que me pusiese a peligro de muerte, y sola, sin persona
que hallase de mi parte. Estando mi espíritu en esta aflicción, que no sabía
qué me hacer, alcé los ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto
de mí en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía de
manera que yo no temía toda la otra gente, ni ellos, aunque querían, me podían
hacer daño.
18.
Parece sin fruto esta visión, y hame hecho grandísimo provecho, porque se me
dio a entender lo que significaba. Y poco después me vi casi en aquella batería
y conocí ser aquella visión un retrato del mundo, que cuanto hay en él parece
tiene armas para ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al
Señor, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes, que está claro
que, cuando no se cata, se ve enredada, al menos procuran todas estas cosas enredar;
mas amigos, parientes y, lo que más me espanta, personas muy buenas, de todo me
vi después tan apretada, pensando ellos que hacían bien, que yo no sabía cómo me
defender ni qué hacer.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA
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