Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 19
3.
Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya, con entender
claro que no es suya la fruta, comenzar a repartir de ella, y no le hace falta
a sí. Comienza a dar muestras de alma que guarda tesoros del cielo, y a tener
deseo de repartirlos con otros, y suplicar a Dios no sea ella sola la rica.
Comienza a aprovechar a los prójimos casi sin entenderlo ni hacer nada de sí;
ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el olor, que les
hace desearllegarse a ellas. Entienden que tiene virtudes y ven la fruta que es
codiciosa. Querríanle ayudar a comer.
Si
esta tierra está muy cavada con trabajos y persecuciones ymurmuraciones y
enfermedades -que pocos deben llegar aquí sin esto- y si está mullida con ir
muy desasida de propio interés, el agua se embebe tanto, que casi nunca se
seca; mas si es tierra que aun se está en la tierra y con tantas espinas como
yo al principio estaba, y aun no quitada de las ocasiones ni tan agradecida
como merece tan gran merced, tórnase la tierra a secar.
Y
si el hortelano se descuida y el Señor por sola su bondad no torna a querer
llover, dad por perdida la huerta, que así me acaeció a mí algunas veces; que,
cierto, yo me espanto y, si no hubiera pasado por mí, no lo pudiera creer.
Escríbolo
para consuelo de almas flacas, como la mía, que nunca desesperen ni dejen de
confiar en la grandeza de Dios. Aunque después de tan encumbradas, como es
llegarlas el Señor aquí, caigan, no desmayen, si no se quieren perder del todo;
que lágrimas todo lo ganan: un agua trae otra.
4.
Una de las cosas por que me animé - siendo la que soy – a obedecer en escribir
esto y dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes que me ha hecho el Señor,
con no servirle sino ofenderle, ha sido ésta. Que cierto, yo quisiera aquí
tener gran autoridad para que se me creyera esto. Al Señor suplico Su Majestad
la dé. Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración, con
decir: «si torno a ser malo, es peor ir adelante con el ejercicio de ella». Yo
lo creo, si se deja la oración y no se enmienda del mal; mas, si no la deja,
crea que la sacará a puerto de luz. Hízome en esto gran batería el demonio, y
pasé tanto en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que, como ya he
dicho, la dejé año y medio - al menos un año, que del medio no me acuerdo bien -
Y no fuera más, ni fue, que meterme yo misma sin haber menester demonios que me
hiciesen ir al infierno. ¡Oh, válgame Dios, qué ceguedad tan grande! ¡Y qué
bien acierta el demonio para su propósito en cargar aquí la mano! Sabe el
traidor que alma que tenga con perseverancia oración la tiene perdida y que
todas las caídas que la hace dar la ayudan, por la bondad de Dios, a dar después
mayor salto en lo que es su servicio: ¡algo le va en ello!
5.
¡Oh Jesús mío! ¡Qué es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado,
cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y la levantáis!
¡Cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su miseria!
Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar
alzar los ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se
hace devota de la Reina del Cielo para que os aplaque; aquí invoca los Santos
que cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el
parecer que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra
que pisa; el acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la
virtud que Dios en ellos puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y
ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las
quitan.
Espántanse
de esto. Y ¿quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan
grande y merced tan crecida a traición tan fea y abominable? Que no sé cómo no
se me parte el corazón, cuando esto escribo; porque soy ruin.
6.
Con estas lagrimillas que aquí lloro, dadas de Vos - agua de tan mal pozo en lo
que es de mi parte - parece que os hago pago de tantas traiciones, siempre haciendo
males y procurando deshacer las mercedes que Vos me habéis hecho. Ponedlas Vos,
Señor mío, valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no dé a alguno tentación
en echar juicios, como me la ha dado a mí, pensando por qué, Señor, dejáis unas
personas muy santas, que siempre os han servido y trabajado, criadas en
religión y siéndolo, y no como yo que no tenía más del nombre, y ver claro que
no las hacéis las mercedes que a mí. Bien veía yo, Bien mío, que les guardáis
Vos el premio para dársele junto, y que mi flaqueza ha menester esto. Ya ellos,
como fuertes, os sirven sin ello y los tratáis como a gente esforzada y no
interesal.
7.
Mas con todo, sabéis Vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de Vos,
disculpando a las personas que me murmuraban, porque me parecía les sobraba
razón. Esto era ya, Señor, después que me teníais por vuestra bondad para que
tanto no os ofendiese, y yo estaba ya desviándome de todo lo que me parecía os
podía enojar; que en haciendo yo esto, comenzasteis, Señor, a abrir vuestros
tesoros para vuestra sierva. No parece esperabais otra cosa sino que hubiese
voluntad y aparejo en mí para recibirlos, según con brevedad comenzasteis a no
sólo darlos, sino a querer entendiesen me los dabais.
8.
Esto entendido, comenzó a tenerse buena opinión de la que todas aún no tenían
bien entendido cuán mala era, aunquemucho se traslucía. Comenzó la murmuración
y persecución de golpe y, a mi parecer, con mucha causa; y así no tomaba con
nadie enemistad, sino suplicábaos a Vos miraseis la razón que tenían.
Decían
que me quería hacer santa y que inventaba novedades no habiendo llegado
entonces con gran parte aun a cumplir toda mi Regla, ni a las muy buenas y
santas monjas que en casa había (ni creo llegaré, si Dios por su bondad no lo hace
todo de su parte), sino antes lo era yo para quitar lo bueno y poner costumbres
que no lo eran; al menos hacía lo que podía para ponerlas, y en el mal podía
mucho. Así que sin culpa suya me culpaban. No digo eran sólo monjas, sino otras
personas; descubríanme verdades, porque lo permitíais Vos.
9.
Una vez rezando las Horas, como yo algunas tenía esta tentación, llegué al
verso que dice: Justus es, Domine, y tus juicios; comencé a pensar cuán gran
verdad era, que en esto no tenía el demonio fuerza jamás para tentarme de
manera que yo dudase tenéis Vos, mi Señor, todos los bienes, ni en ninguna cosa
de la fe, antes me parecía mientras más sin camino natural iban, más firme la
tenía, y me daba devoción grande: en ser todopoderoso quedaban conclusas en mí
todas las grandezas que hicierais Vos, y en esto -como digo- jamás tenía duda.
Pues pensando cómo con justicia permitíais a muchas que había - como tengo
dicho - muy vuestras siervas, y que no tenían los regalos y mercedes que me hacíais
a mí, siendo la que era, respondísteisme, Señor: Sírveme tú a Mí, y no te metas
en eso. Fue la primera palabra que entendí hablarme Vos, y así me espantó
mucho.
Porque
después declararé esta manera de entender, con otras cosas, no lo digo aquí,
que es salir del propósito, y creo harto he salido: casi no sé lo que me he
dicho. No puede ser menos, mi hijo, sino que ha vuestra merced de sufrir estos
intervalos; porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido y me veo en este
estado, no es mucho pierda el tino de lo que digo y he de decir. Plega al Señor
que siempre sean esos mis desatinos y que no permita ya Su Majestad tengayo
poder para ser contra El un punto, antes en éste que estoy me consuma.
10.
Basta ya para ver sus grandes misericordias, no una sino muchas veces que ha
perdonado tanta ingratitud. A San Pedro una vez que lo fue, a mí muchas; que
con razón me tentaba el demonio no pretendiese amistad estrecha con quien
trataba enemistad tan pública. ¡Qué ceguedad tan grande la mía! ¿Adónde
pensaba, Señor mío, hallar remedio sino en Vos? ¡Qué disparate huir de la luz
para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el
demonio: apartarme de estar arrimada a la columna y báculo que me ha de
sustentar para no dar tan gran caída! Ahora me santiguo y no me parece que he
pasado peligro tan peligroso como esta invención que el demonio me enseñaba por
vía de humildad. Poníame en el pensamiento que cómo cosa tan ruin y habiendo
recibido tantas mercedes, había de llegarme a la oración; que me bastaba rezar
lo que debía, como todas; mas que aun pues esto no hacía bien, cómo quería
hacer más; que era poco acatamiento y tener en poco las mercedes de Dios.
Bien
era pensar y entender esto; mas ponerlo por obra fue el grandísimo mal. Bendito
seáis Vos, Señor, que así me remediasteis.
11.
Principio de la tentación que hacía a Judas me parece ésta, sino que no osaba
el traidor tan al descubierto; mas él viniera de poco en poco a dar conmigo
adonde dio con él. Miren esto, por amor de Dios, todos los que tratan oración.
Sepan que el tiempo que estuve sin ella era mucho más perdida mi vida; mírese
qué buen remedio me daba el demonio y qué donosa humildad; un desasosiego en mí
grande. Mas ¿cómo había de sosegar mi alma? Apartábase la cuitada de su
sosiego; tenía presentes las mercedes y favores; veía los contentos de acá ser
asco. Cómo pudo pasar, me espanto. Era con esperanza que nunca yo pensaba (a lo
que ahora me acuerdo, porque debe haber esto más de veinte y un años), dejaba
de estar determinada de tornar a la oración; mas esperaba a estar muy limpia de
pecados. ¡Oh, qué mal encaminada iba en esta esperanza! Hasta el día del juicio
me la libraba el demonio, para de allí llevarme al infierno.
12.
Pues teniendo oración y lección -que era ver verdades y el ruin camino que llevaba-
e importunando al Señor con lágrimas muchas veces, era tan ruin que no me podía
valer, apartada de esto, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones y pocas
ayudas - y osaré decir ninguna sino para ayudarme a caer -, ¿qué esperaba sino
lo dicho?
Creo
tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo, gran letrado, que él me
despertó de este sueño; él me hizo, como creo he dicho, comulgar de quince a
quince días; y del mal, no tanto.
Comencé
a tornar en mí, aunque no dejaba de hacer ofensas al Señor; mas como no había
perdido el camino, aunque poco a poco, cayendo y levantando, iba por él; y el
que no deja de andar e ir adelante, aunque tarde, llega. No me parece es otra
cosa perder el camino sino dejar la oración. ¡Dios nos libre, por quien El es!
SANTA
TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA