Segundo a edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 22
4.
Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo. Porque esto era ya a la postre
(digo a la postre de antes que el Señor me hiciese estas mercedes de
arrobamientos y visiones), y en tanto extremo duró muy poco estar en esta
opinión. Y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en
especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su
retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo
quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi pensamiento ni una hora que
Vos me habíais de impedir para mayor bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos los
bienes sino de Vos?
No
quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho, que cierto era
ignorancia; y así quisisteis Vos, por vuestra bondad, remediarla con darme
quien me sacase de este yerro, y después con que os viese yo tantas veces, como
adelante diré, para que más claro entendiese cuán grande era, y que lo dijese a
muchas personas que lo he dicho, y para que lo pusiese ahora aquí.
5.
Tengo para mí que la causa de no aprovechar más muchas almas y llegar a muy
gran libertad de espíritu, cuando llegan a tener oración de unión, es por esto.
Paréceme
que hay dos razones en que puedo fundar mi razón, y quizá no digo nada, mas lo
que dijere helo visto por experiencia, que se hallaba muy mal mi alma hasta que
el Señor la dio luz; porque todos sus gozos eran a sorbos, y salida de allí, no
se hallaba con la compañía que después para los trabajos y tentaciones.
La
una es, que va un poco de poca humildad tan solapada y escondida, que no se
siente. Y ¿quién será el soberbio y miserable, como yo, que cuando hubiere
trabajado toda su vida con cuantas penitencias y oraciones y persecuciones se
pudieren imaginar, no se halle por muy rico y muy bien pagado, cuando le
consienta el Señor estar al pie de la Cruz con San Juan? No sé en qué seso cabe
no se contentar con esto, sino en el mío que de todas maneras fue perdido en lo
que había de ganar.
6.
Pues si todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la
Pasión, no se sufre, ¿quién nos quita estar con El después de resucitado, pues
tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado, y no le
miraremos tan fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre, cansado por los caminos,
perseguido de los que hacía tanto bien, no creído de los Apóstoles? Porque,
cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos trabajos como pasó.
Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos, animando a los
otros, antes que subiese a los cielos, compañero nuestro en el Santísimo
Sacramento, que no parece fue en su mano apartarse un momento de nosotros. ¡Y
que haya sido en la mía apartarme yo de Vos, Señor mío, por más serviros! Que
ya cuando os ofendía, no os conocía; ¡mas que, conociéndoos, pensase ganar más
por este camino! ¡Oh, qué mal camino llevaba, Señor! Ya me parece iba sin
camino, si Vos no me tornarais a él, que en veros cabe mí, he visto todos los
bienes. No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de
los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan
buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es
ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he
visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes,
quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se
deleita. Muy muy muchas veces lo he visto por experiencia.
Hámelo
dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos
nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.
7.
Así que vuestra merced, señor, no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre
de contemplación; por aquí va seguro. Este Señor nuestro es por quien nos
vienen todos los bienes. El le enseñará. Mirando su vida, es el mejor dechado.
¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos
y tribulaciones, como hacen los del mundo?
Bienaventurado
quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al glorioso San
Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía
bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de
algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco
da muestra de ello en las llagas; San Antonio de Padua, el Niño; San Bernardo
se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina de Sena... otros muchos que
vuestra merced sabrá mejor que yo.
8.
Esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser, cierto, pues gente tan
espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando el
alma
muy aprovechada, porque hasta esto, está claro, se ha de buscar al Criador por
las criaturas. Todo es como la merced el Señor hace a cada alma; en eso no me
entremeto. Lo que querría dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta
la sacratísima Humanidad de Cristo. Y entiéndase bien este punto, que querría saberme
declarar.
9.
Cuando Dios quiere suspender todas las potencias, como en los modos de oración
que quedan dichos hemos visto, claro está que, aunque no queramos, se quita
esta presencia. Entonces vaya enhorabuena; dichosa tal pérdida que es para
gozar más de lo que nos parece se pierde; porque entonces se emplea el alma
toda en amar a quien el entendimiento ha trabajado conocer, y ama lo que no
comprendió, y goza de lo que no pudiera tan bien gozar si no fuera perdiéndose
a sí, para, como digo, más ganarse.
Mas
que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no procurar con todas
nuestras fuerzas traer delante siempre – y pluguiese al Señor fuese siempre -
esta sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el
alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le
parece anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos,
traerle humano, que éste es el otro inconveniente que digo hay. El primero, ya
comencé a decir es un poco de falta de humildad de quererse levantar el alma
hasta que el Señor la levante, y no contentarse con meditar cosa tan preciosa,
y querer ser María antes que haya trabajado con Marta. Cuando el Señor quiere
que lo sea, aunque sea desde el primer día, no hay que temer; mas comidámonos
nosotros, como ya creo otra vez he dicho.
Esta
motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para querer aprovechar en la
contemplación hace mucho daño.
10.
Tornando al segundo punto, nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo.
Querernos hacer ángeles estando en la tierra – y tan en la tierra como yo
estaba - es desatino, sino que ha menester tener arrimo el pensamiento para lo
ordinario. Ya que algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de
Dios que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan ordinario,
que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta
quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos
Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre,
es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se
pueda.
Para
esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de
espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa. Desierto
quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le
dejemos nosotros, que, para más sufrir, El nos dará mejor la mano que nuestra
diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y que quiere el Señor
sacar el alma de sí, como he dicho.
11.
Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero a su Hijo y
le ama tanto, que aun queriendo Su Majestad subirle a muy gran contemplación
-como tengo dicho-, se conoce por indigno, diciendo con San Pedro: Apartaos de
mí, que soy hombre pecador.
Esto
he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros irán - como he dicho-
por otro atajo. Lo que yo he entendido es que todo este cimiento de la oración
va fundado en humildad y que mientrasmás se abaja un alma en la oración, más la
sube Dios. No me acuerdo haberme hecho merced muy señalada, de las que adelante
diré, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y aun procuraba Su
Majestad darme a entender cosas para ayudarme a conocerme, que yo no las
supiera imaginar.
Tengo
para mí que cuando el alma hace de su parte algo para ayudarse en esta oración
de unión, que aunque luego luego parece la aprovecha, que como cosa no fundada
se tornará muy presto a caer; y he miedo que nunca llegará a la verdadera
pobreza de espíritu, que es no buscar consuelo ni gusto en la oración -que los de
la tierra ya están dejados-, sino consolación en los trabajos por amor de El
que siempre vivió en ellos, y estar en ellos y en las sequedades quieta. Aunque
algo se sienta, no para dar inquietud y la pena que a algunas personas, que, si
no están siempre trabajando con el entendimiento y con tener devoción, piensan
que va todo perdido, como si por su trabajo se mereciese tanto bien.
No
digo que no se procure y estén con cuidado delante de Dios; mas que si no
pudieren tener aun un buen pensamiento, como otra vez he dicho, que no se
maten; siervos sin provecho somos, ¿qué pensamos poder?
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA