Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO 11
6.
Habré de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo las quisiera excusar por
ser mujer y escribir simplemente lo que me mandan. Mas este lenguaje de
espíritu es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo, que habré
de buscar algún modo, y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la
comparación. Servirá de dar recreación a vuestra merced de ver tanta torpeza.
Paréceme
ahora a mí que he leído u oído esta comparación – que como tengo mala memoria,
ni sé adónde ni a qué propósito, mas para el mío ahora conténtame -: ha de
hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy
infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su
Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta
que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma y lo ha
comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos
hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no
se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar
recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta
huerta y a holgarse entre estas virtudes.
7.
Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos
de hacer y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor que la ganancia, o
hasta qué tanto tiempo se há de tener.
Paréceme
a mí que se puede regar de cuatro maneras: o con sacar el agua de un pozo, que
es a nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que se saca con un torno;
yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más
agua; o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la
tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo
mucho del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno
nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho.
8.
Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se ha de sustentar
este huerto -porque sin ella perderse ha-, es lo que a mí me hace al caso y ha
parecido que se podrá declarar algo de cuatro grados de oración, en que el
Señor, por su bondad, ha puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine
a decirlo de manera que aproveche a una de las personas que esto me mandaron
escribir, que la ha traído el Señor en cuatro meses harto más adelante que yo estaba
en diecisiete años. Hase dispuesto mejor, y así sin trabajo suyo riega este
vergel con todas estas cuatro aguas, aunque la postrera aún no se le da sino a
gotas; mas va de suerte que presto se engolfará en ella con ayuda del Señor. Y
gustaré se ría, si le pareciere desatino la manera del declarar.
9.
De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del
pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger
los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto
trabajo. Han menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y
aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad y,
apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros y postreros todos lo han
de hacer muchas veces, hay más y menos de pensar en esto, como después diré. Al
principio aún da pena, que no acaban de entender que se arrepienten de los
pecados; y sí hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de
procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en esto.
Hasta
aquí podemos adquirir nosotros, entiéndese con el favor de Dios, que sin éste
ya se sabe no podemos tener un buen pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua
del pozo, y aun plega a Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por
nosotros, que ya vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas
flores.
Y
es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe – por ventura para
gran provecho nuestro- quiere que esté seco el pozo, haciendo lo que es en
nosotros como buenos hortelanos, sin agua sustenta las flores y hace crecer las
virtudes. Llamo «agua» aquí las
lágrimas
y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento interior de devoción.
10.
Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino sequedad y
disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar el agua, que si no se le
acordase que hace placer y servicio al Señor de la huerta y mirase a no perder
todo lo servido y aun lo que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas
veces el caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas veces
le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá tener un buen pensamiento:
que este obrar con el entendimiento, entendido va que es el sacar agua del pozo.
Pues,
como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por grandísima
merced de trabajar en huerto de tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en
aquello y su intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho,
que hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado
de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la cruz y piense que toda la vida
vivió en ella y no quiera acá su reino ni deje jamás la oración. Y así se determine,
aunque para toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la
cruz. Tiempo vendrá que se lo pague por junto. No haya miedo que se pierda el
trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está. No haga caso de malos pensamientos.
Mire
que también los representaba el demonio a San Jerónimo en el desierto.
11.
Su precio se tienen estos trabajos, que, como quien los pasó muchos años (que cuando
una gota de agua sacaba de este bendito pozo pensaba me hacía Dios merced), sé
que son grandísimos y me parece es menester más ánimo que para otros muchos
trabajos del mundo. Mas he visto claro que no deja Dios sin gran premio, aun en
esta vida; porque es así, cierto, que una hora de las que el Señor me ha dado
de gusto de Sí después acá, me parece quedan pagadas todas las congojas que en
sustentarme en la oración mucho tiempo pasé.
Tengo
para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre,
estos tormentos y otras muchas tentaciones que se ofrecen, para probar a sus
amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes
que ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad
llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de tan
gran dignidad las mercedes de después, que quiere por experiencia veamos antes
nuestra miseria primero que nos las dé, por que no nos acaezca lo que a Lucifer.
12.
¿Qué hacéis Vos, Señor mío, que no sea para mayor bien del alma que entendéis
que es ya vuestra y que se pone en vuestro poder para seguiros por donde
fuereis hasta muerte de cruz y que está determinada a ayudárosla a llevar y a
no dejaros solo con ella?
Quien
viere en sí esta determinación, no, no hay que temer. Gente espiritual, no hay
por qué se afligir. Puesto ya en tan alto gradocomo es querer tratar a solas
con Dios y dejar los pasatiempos del mundo, lo más está hecho. Alabad por ello
a Su Majestad y fiad de su bondad, que nunca faltó a sus amigos. Tapaos los
ojos de pensar por qué da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en
tantos años. Creamos es todo para más bien nuestro. Guíe Su Majestad por donde
quisiere. Ya no somos nuestros, sino suyos.
Harta
merced nos hace en querer que queramos cavar en su huerto y estarnos cabe el
Señor de él, que cierto está con nosotros. Si El quiere que crezcan estas
plantas y flores a unos con dar agua que saquen de este pozo, a otros sin ella,
¿qué se me da mí? Haced vos, Señor, lo que quisiereis. No os ofenda yo. No se
pierdan las virtudes, si alguna me habéis ya dado por sola vuestra bondad.
Padecer
quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mí de todas maneras vuestra
voluntad. Y no plega a Vuestra Majestad que cosa de tanto precio como vuestro
amor se dé a gente que os sirve sólo por gustos.
13.
Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por experiencia que el alma que en
este camino de oración mental comienza a caminar con determinación y puede acabar
consigo de no hacer mucho caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque
falten estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte del
camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece, porque va comenzado
el edificio en firme fundamento. Sí, que no está el amor de Dios en tener
lágrimas ni estos gustos y ternura, que por la mayor parte los deseamos y
consolamos con ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de ánima y
humildad. Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.
14.
Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me parece a mí conviene,
como Dios ahora lo hace, llevarme con regalos, porque pueda sufrir algunos
trabajos que ha querido Su Majestad tenga; mas para siervos de Dios, hombres de
tomo, de letras, de entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no los
da devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo que no la tomen, si Dios se
la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá Su Majestad que conviene; mas
que cuando no la tuvieren, que no se fatiguen y que entiendan que no es
menester, pues Su Majestad no la da, y anden señores de sí mismos. Crean que es
falta. Yo lo he probado y visto. Crean que es imperfección y no andar con
libertad de espíritu, sino flacos para acometer.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA
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