Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO
7
21. El que de hablar en esto tuviere
vanagloria, también la tendrá en oír misa con devoción, si le ven, y en hacer
otras cosas que, so pena de no ser cristiano, las ha de hacer y no se han de
dejar por miedo de vanagloria.
Pues
es tan importantísimo esto para almas que no están fortalecidas en virtud - como
tienen tantos contrarios, y amigos para incitar al mal - que no sé cómo lo
encarecer. Paréceme que el demonio ha
usado de este ardid como cosa que muy mucho le importa: que se escondan tanto
de que se entienda que de veras quieren procurar amar y contentar a Dios, como
ha incitado se descubran otras voluntades malhonestas, con ser tan usadas, que ya
parece se toma por gala y se publican las ofensas que en este caso se hacen a
Dios.
22.
No sé si digo desatinos. Si lo son, vuestra merced los rompa; y si no lo son,
le suplico ayude a mi simpleza con añadir aquí mucho.
Porque
andan ya las cosas del servicio de Dios tan flacas, que es menester hacerse
espaldas unos a otros los que le sirven para ir adelante, según se tiene por
bueno andar en las vanidades y contentos del mundo. Y para estos hay pocos
ojos; y si uno comienza a darse a Dios, hay tantos que murmuren, que es menester
buscar compañía para defenderse, hasta que ya estén fuertes en no les pesar de
padecer; y si no, veránse en mucho aprieto.
Paréceme
que por esto debían usar algunos santos irse a; y es un género de humildad no
fiar de sí, sino creer que para aquellos con quien conversa le ayudará Dios, y
crece la caridad con los desiertos ser comunicada, y hay mil bienes que no los
osaría decir, si no tuviese gran experiencia de lo mucho que va en esto.
Verdad
es que yo soy más flaca y ruin que todos los nacidos; mas creo no perderá
quien, humillándose, aunque sea fuerte, no lo crea de sí, y creyere en esto a
quien tiene experiencia. De mí sé decir que,
si el Señor no me descubriera esta verdad y diera medios para que yo muy
ordinario tratara con personas que tienen oración, que cayendo y levantando iba
a dar de ojos en el infierno. Porque para caer había muchos amigos que me
ayudasen; para levantarme hallábame tan sola, que ahora me espanto cómo no me
estaba siempre caída, y alabo la misericordia de Dios, que era sólo el que me
daba la mano.
Sea bendito por siempre jamás, amén.
CAPÍTULO
8
1. No sin causa he ponderado tanto
este tiempo de mi vida, que bien veo no dará a nadie gusto ver cosa tan ruin;
que, cierto, querría me aborreciesen los que esto leyesen, de ver un alma tan pertinaz
e ingrata con quien tantas mercedes le ha hecho. Y quisiera tener licencia para
decir las muchas veces que en este tiempo falté a Dios.
2. Por estar arrimada a esta fuerte
columna de la oración, pasé este
mar
tempestuoso casi veinte años, con estas caídas y com levantarme y mal -pues
tornaba a caer- y en vida tan baja de perfección, que ningún caso casi hacía de
pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues
no me apartaba de los peligros. Sé
decir que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; porque
ni yo gozaba de Dios ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los
contentos del mundo, en acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba
con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es una guerra tan
penosa, que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuánto más tantos años.
Con
todo, veo claro la gran misericordia que el Señor hizo conmigo: ya que había de
tratar en el mundo, que tuviese ánimo para tener oración. Digo ánimo, porque no
sé yo para qué cosa de cuantas hay
en
él es menester mayor, que tratar traición al rey y saber que lo sabe y nunca se
le quitar de delante. Porque, puesto que sempre
estamos delante de Dios, paréceme a mí es de otra manera los que tratan de
oración, porque están viendo que los mira; que los demás podrá ser estén
algunos días que aun no se acuerden que los ve Dios.
3.
Verdad es que en estos años hubo muchos meses, y creo alguna vez año, que me
guardaba de ofender al Señor y me daba mucho a la oración y hacía algunas y hartas diligencias
para no le venir a ofender. Porque va todo lo
que escribo dicho con toda verdad, trato ahora esto. Mas acuérdaseme poco de
estos días buenos, y así debían ser pocos, y mucho de los ruines. Ratos grandes
de oración pocos días se pasaban sin tenerlos, si no era estar muy mala o muy ocupada.
Cuando estaba mala, estaba mejor con Dios; procuraba que las personas que
trataban conmigo lo estuviesen, y suplicábalo al Señor; hablaba muchas veces en
El.
Así que, si no fue el año que tengo
dicho, en veinte y ocho que há que comencé oración, más de los dieciocho pasé
esta batalla y contienda de tratar con Dios y con el mundo. Los demás que ahora
me quedan por decir, mudóse la causa de la guerra, aunque no há sido pequeña;
mas con estar, a lo que pienso, en servicio de Dios y con conocimiento de la
vanidad que es el mundo, todo ha sido suave, como diré después.
4. Pues para lo que he tanto contado
esto es, como he ya dicho, para que se vea la misericordia de Dios y mi
ingratitud; lo otro, para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma
que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta
como es menester, y cómo si en ella persevera, por pecados y tentaciones y
caídas de mil manera que ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el
Señor a puerto de salvación, como -a lo que ahora parece- me ha sacado a mí.
Plega a Su Majestad no me torne yo a perder.
5. El bien que tiene quien se ejercita
en oración hay muchos santos
y
buenos que lo han escrito, digo oración mental: ¡gloria sea a Dios por ello! Y cuando no fuera esto, aunque soy poco humilde, no tan
soberbia que en esto osara hablar.
De
lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que
haga
quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a
remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y
no le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejarla por humildad; crea
que no pueden faltar sus palabras, que en arrepintiéndonos de veras y
determinándose a no le ofender, se torna a la amistad que estaba y hacer las
mercedes que antes hacía y a las veces mucho más si el arrepentimiento lo
merece.
Y
quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto
bien. No hay aquí que temer,
sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser
perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar
irá entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo en la misericordia
de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa
oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama.
Y si vos aún no le amáis (porque, para
ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar las condiciones:
la del Señor ya se sabe que no puede tener falta, la nuestra es ser viciosa,
sensual, ingrata), no podéis acabar con vos de amarle tanto, porque no es de
vuestra condición; mas viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho
que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos.
6.
¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo de esta suerte!
¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría, cuando esto veo, deshacer en
amaros! ¡Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él! ¡Oh, qué buen amigo hacéis, Señor mío! ¡Cómo le vais
regalando y sufriendo, y esperáis a que se haga a vuestra condición y tan de
mientras le sufrís Vos la suya!
¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos
que os quiere, y con un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha
ofendido!
He
visto esto claro por mí, y no veo, Criador mío, por qué todo el mundo no se
procure llegar a Vos por esta particular amistad: los malos, que no son de
vuestra condición, para que nos hagáis buenos con que os sufran estéis con
ellos siquiera dos horas cada día, aunque ellos no estén con Vos sino con mil
revueltas de cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía. Por esta fuerza
que se hacen a querer estar en tan buena compañía, miráis que en esto a los
principios no pueden más, ni después algunas veces; forzáis vos, Señor, los
demonios para que no los acometan y que cada día tengan menos fuerza contra
ellos, y dáisselas a ellos para vencer. Sí, que no matáis a nadie - ¡ vida de
todas las vidas! - de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo;
sino sustentáis la vida del cuerpo con más salud y dáisla al alma.
7. No entiendo esto que temen los que
temen comenzar oración mental, ni sé de qué han miedo. Bien hace de ponerle el
demonio para hacernos él de verdad mal, si con miedos me hace no piense en lo
que he ofendido a Dios y en lo mucho que le debo y en que hay infierno y hay
gloria y en los grandes trabajos y dolores que pasó por mí.
Esta
fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos peligros, y aquí era mi
pensar cuando podía; y muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con
desear se acabase la hora que tenía por mí de estar, y escuchar cuándo daba el
reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave
se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener
oración.
Y es cierto que era tan incomportable
la fuerza que el demonio me hacía o mi ruin costumbre que no fuese a la
oración, y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester
ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se há visto me le
dio Dios harto más que de mujer, sino que le he empleado mal) para forzarme, y
en fin me ayudaba el Señor.
Y después que me había hecho esta
fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo
de rezar.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA
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