Segundo edição de 1562
PRÓLOGO
CAPÍTULO
6
6. Comencé a hacer devociones de misas
y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que
hacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no podía
sufrir y a ellas les hacía devoción; después se ha dado a entender no
convenían, que eran supersticiosas. Y tomé por abogado y señor al gloriosoSan
José y encomendéme mucho a él.
Vi claro que así de esta necesidad
como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó
con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado
cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que
me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me
ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el
Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia
que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le
fue sujeto en la tierra -que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le
podía mandar-, así en el cielo hace cuanto le pide.
Esto han visto otras algunas personas,
a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay
muchas que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad.
7. Procuraba yo hacer su fiesta con
toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo
se hiciese muy curiosamente y bien, aunque con buen intento. Mas esto tenía malo,
si algún bien el Señor me daba gracia que hiciese, que era lleno de
imperfecciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y vanidad tenía
gran maña y diligencia. El Señor me perdone.
Querría
yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran
experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona
que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más
aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él
se encomiendan. Paréceme ha algunosaños
que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo
torcida la petición, él la endereza para más bien mío.
8.
Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara
en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a
otras personas; mas por no hacer más de lo que me mandaron, en muchas cosas
seré corta más de lo que quisiera, en otras más larga que era menester; en fin,
como quien en todo lo bueno tiene poca discreción. Sólo pido por amor de Dios que
lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es
encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial,
personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se
puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño
Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien
no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro
y no errará en el camino. Plega al Señor no haya yo errado en atreverme a
hablar en él; porque aunque publico serle devota, en los servicios y en
imitarle siempre he faltado.
Pues él hizo como quien es en hacer de
manera que pudiese levantarme y andar y no estar tullida; y yo como quien soy,
en usar mal de esta merced.
9. ¡Quién dijera que había tan presto
de caer, después de tantos regalos de Dios, después de haber comenzado Su
Majestad a darme virtudes, que ellas mismas me despertaban a servirle, después
de haberme visto casi muerta y en tan gran peligro de ir condenada, después de
haberme resucitado alma y cuerpo, que todos los que me vieron se espantaban de
verme viva! ¡Qué es esto, Señor mío! ¿En tan peligrosa vida hemos de vivir? Que
escribiendo esto estoy y me parece que con vuestro favor y por vuestra
misericordia podría decir lo que San Pablo, aunque no com esa perfección, que
no vivo yo ya sino que Vos, Criador mío, vivís en mí, según ha algunos años
que, a lo que puedo entender, me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y
determinaciones y en alguna manera probado por experiencia en estos años en muchas
cosas, de no hacer cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea, aunque
debo hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin entenderlo. Y también me parece
que no se me
ofrecerá
cosa por vuestro amor, que con gran determinación me deje de poner a ella, y en
algunas me habéis Vos ayudado para que salga con ellas, y no quiero mundo ni
cosa de él, ni me parece me da contento cosa que salga de Vos, y lo demás me
parece pesada cruz.
Bien me puedo engañar, y así será que
no tengo esto que he dicho; mas bien veis Vos, mi Señor, que a lo que puedo
entender no miento, y estoy temiendo -y con mucha razón- si me habéis de tornar
a dejar; porque ya sé a lo que llega mi fortaleza y poca virtud en no me la
estando Vos dando siempre y ayudando para que no os deje; y plega a Vuestra
Majestad que aun ahora no esté dejada de Vos, pareciéndome todo esto de mí.
No sé cómo queremos vivir, pues es
todo tan incierto. Parecíame a mí, Señor mío, ya imposible dejaros tan del todo
a Vos; y como tantas veces os dejé, no puedo dejar de temer, porque, en apartándoos
un poco de mí, daba con todo en el suelo.
Bendito
seáis por siempre, que aunque os dejaba yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan
del todo, que no me tornase a levantar, com darme Vos siempre la mano; y muchas
veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais
de nuevo, como ahora diré.
CAPÍTULO
7
1.
Pues así comencé, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de
ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan
estragada mi alma en muchas vanidades, que ya yo tenía vergüenza de en tan
particular amistad como es tratar de oración tornarme a llegar a Dios. Y ayudóme
a esto que, como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en
las cosas de virtud. Veía yo muy claro,
Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos.
Este fue el más terrible engaño que el
demonio me podía hacer debajo de parecer humildad, que comencé a temer de tener
oración, de verme tan perdida; y parecíame era mejor andar como los muchos,
pues en ser ruin era de los peores, y rezar lo que estaba obligada y
vocalmente, que no tener oración mental y tanto trato con Dios la que merecía
estar con los demonios, y que engañaba a la gente, porque en lo exterior tenía
buenas apariencias.
Y
así no es de culpar a la casa adonde estaba, porque con mi maña procuraba me
tuviesen en buena opinión, aunque no de advertência fingiendo cristiandad;
porque en esto de hipocresía y vanagloria, gloria a Dios, jamás me acuerdo
haberle ofendido que yo entienda; que en viniéndome primer movimiento, me daba
tanta pena, que el demonio iba con pérdida y yo quedaba con ganancia, y así en
esto muy poco me ha tentado jamás. Por
ventura si Dios permitiera me tentara en esto tan recio como en otras cosas,
también cayera; mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en esto, sea por sempre
bendito; antes me pesaba mucho de que me tuviesen en buena opinión, como yo
sabía lo secreto de mí.
2. Este no me tener por tan ruin venía
que, como me veían tan moza y en tantas ocasiones y apartarme muchas veces a
soledad a rezar y leer, mucho hablar de Dios, amiga de hacer pintar su imagen
en muchas partes y de tener oratorio y procurar en él cosas que hiciesen
devoción, no decir mal, otras cosas de esta suerte que tenían apariencia de
virtud, y yo que de vana me sabía estimar en las cosas que en el mundo se
suelen tener por estima, con esto me daban tanta y más libertad que a las muy
antiguas y tenían gran seguridad de mí. Porque tomar yo libertad ni hacer cosas
sin licencia, por agujeros o paredes o de noche, nunca me parece lo pudiera
acabar conmigo en monasterio hablar de esta suerte, ni lo hice, porque me tuvo
el Señor de su mano. Parecíame a mí – que con advertencia y de propósito miraba
muchas cosas - que poner la honra de tantas en aventura, por ser yo ruin,
siendo ellas buenas, que era muy mal hecho; como si fuera bien otras cosas que
hacía.
A la verdad, no iba el mal de tanto
acuerdo como esto fuera, aunque era mucho.
3. Por esto me parece a mí me hizo
harto daño no estar en monasterio encerrado; porque la libertad que las que
eran buenas podían tener con bondad (porque no debían más, que no se prometía clausura),
para mí, que soy ruin, hubiérame cierto llevado al infierno, si con tantos
remedios y medios el Señor con muy particulares mercedes suyas no me hubiera
sacado de este peligro.
Y
así me parece lo es grandísimo, monasterio de mujeres com libertad, y que más
me parece es paso para caminar al infierno las que quisieren ser ruines, que
remedio para sus flaquezas.
Esto no se tome por
el mío, porque hay tantas que sirven muy de veras y con mucha perfección al
Señor, que no puede Su Majestad dejar, según es bueno, de favorecerlas, y no es
de los muy abiertos, y en él se guarda toda religión, sino de otros que yo sé y
he visto.
SANTA TERESA DE JESÚS O DE ÁVILA
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