Los primeros y terceros viernes
de mes tenemos Exposición del Santísimo desde la Eucaristía hasta después del
rezo de nona.
Ayer, como era tercer viernes
de mes, tuvimos al Señor expuesto. En el momento de la acción de gracias,
después de la Eucaristía, me senté en mi sitio de la oración mirándole. Me
impactó muchísimo porque, como entraba tanta luz natural por la ventana (que
está justo al lado contrario de donde yo estaba sentada), pues me daba todo el
reflejo, y no conseguía ver más allá del cristal de la custodia. En él veía
perfectamente reflejada la ventana, la luz, el árbol de la calle... pero no
alcanzaba a ver al Señor.
Me impactó mucho, porque al
instante caí en la cuenta de cuántas veces le he pedido al Señor ser como el
cristal de la custodia: transparente, que todos sabemos que está, pero que
nadie se queda en él, sino que miran más allá, porque están viendo al Señor.
Sin embargo, esta vez, el cristal me estaba impidiendo ver más allá. Es verdad
que muchas veces surge cerrarse en uno mismo, entonces es como un cristal que
se cierra, y ¿en qué se convierte? En un espejo.
Lo que nos hace felices
realmente es amar con el Amor que el Señor pone en nuestro corazón. Amar tal y
como nos hemos sentido amados en nuestra propia pobreza, dejar que sea Él quien
ame, quien mire a través nuestro. Pero, cuando nos encerramos en nosotros
mismos, ya sólo vemos las pobrezas de los demás, convirtiéndonos en un espejo
que desvela todos los defectos.
Hoy el reto del amor es ser
transparente compartiendo con una persona, mediante un mensaje o una llamada,
lo que a ti te hace feliz. Hoy no tengas miedo a caer, porque sabes Quién te
habita, y Quién te levantará. Hoy deja pasar a través de tu vida, de tus
actos... el Amor del Señor. Hoy no seas ese espejo que saca los defectos de los
demás. Hoy puedes amar tu pobreza, y eso será lo que trasparente la Luz de
Cristo que llevas dentro.
VIVE DE CRISTO
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