Una de las ocupaciones de las
sacristanas al acabar cada celebración es "arreglar las velas". Es
muy importante: aparte de prolongar su duración, también mantienen su calidad y
dignidad.
Cuando las velas del altar
terminan su función, por todo el tiempo que han estado prendidas, la mecha de
cada vela se hace grande, consumiendo cada vez más cera, y produciendo humo,
que afecta a las gargantas.
El remedio lleva unos minutos,
pero es muy sencillo. Las sacristanas soplamos con cuidado la vela y, acto
seguido, se recorta un poquito la mecha, se añade algo de cera... ¡y listo!
Sin embargo, ahora que estamos
en Pascua, nuestra misión se amplía de forma especial: arreglar el Cirio Pascual.
Se trata de un
"ritual" constante que deseo aprovechar: cojo el Cirio y lo saco de
la capilla a la sacristía, para poder trabajar mejor.
Cuando, después de Laudes,
llevo el Cirio a la sacristía, apenas llegan los primeros rayos del nuevo
amanecer. El Cirio va iluminando el pasillo con su luz cálida, vibrante,
alegre.
Cada paseo con él en las manos
siento que es acercamiento a Cristo Resucitado. Al llevarlo con reverencia y
cariño, voy reviviendo la obra que hace el Señor con nosotros.
Él, la columna de fuego sólida
y firme, está ofreciéndonos la Vida, iluminando y calentando nuestro corazón,
cantando en cada Aleluya que nos ama. Podemos ver que todo es oscuridad a
nuestro alrededor, pero Cristo es el Fuego vivo que nunca se apaga. Por muy densas
que sean las tinieblas, Él siempre nos ilumina el siguiente paso. Yendo de su
mano, ¡siempre estamos rodeados de luz!
Por eso, hoy el reto del amor
es que tú también seas luz. Te invito a que pares unos minutos con Cristo antes
de empezar tu Jornada. Pídele poder sentir su Presencia a tu lado todo el
día... ¡y trasmite su luz! De la mano del Señor, hoy sonríe a tres personas.
¡Puede ser el rayo de luz que ilumine su día!
VIVE DE CRISTO
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