Día de orden y limpieza: unas,
la sala; y otras otra, parte del Noviciado.
Recibí una llamada y, al ver
que se alargaba bastante, observé la galería llena de cajas y cajas, bolsas y
más bolsas de basura de gran tamaño... desplegadas por todos los sitios, pues
estamos vaciando una sala que hace años que no se tocaba.
Agarrando el teléfono con la
oreja aplastada sobre el hombro, mientras "escuchaba" la llamada,
bajé una gran bolsa en la que, por el peso, se abrió un agujero y fui dejando
un rastro que luego tuve que recoger de vuelta; otra bolsa en que, mientras
"escuchaba", coincidió que mi pierna, a cada escalón, golpeaba un
patito de goma que se dedicaba a delatarme con un "cuack" "cuack"
continuo; otra tenía un juego para llevar a las monjas que se activó, y no
paraba de decir: "¡Bienvenido a la guerra de las galaxias!", seguido
de una musiquilla imparable... y yo..."escuchando" y, a su vez,
sintiéndome una heroína por poder sorprender dejando vacía la galería.
Se acabó la conversación y yo
sola seguí con la galería que entre todas debíamos haber vaciado después de
acabar todo. Pero ya sólo miraba por el "logro" de conseguirlo sola.
No me conformé y, una vez que bajé todo, sola también me dediqué a llevar todo
a la otra punta del monasterio: un viaje, otro, otro...
¿Me ofrecieron ayuda? Sí,
¡incluso Israel apareció con dos carretillas! Pero, ante mi "gran
acogida", desaparecieron... ¡era mi hazaña! Dentro de mí sabía que tenía
que pedir ayuda, que era algo de equipo, pero no paré. Al día siguiente, el
dolor de espalda se reía de mí, ¿quién no?
Cuántas veces nos ponemos metas
a alcanzar solos, sin poder ver a los hermanos. Nuestro valor no depende de las
grandes hazañas, de nuestra autosuficiencia, de lo sorprendidos que podamos
dejar al resto con nuestra tenacidad, de lo perfectas que creamos hacer las
cosas... Sin Amor, sólo crece nuestro Yo y no dejamos que Cristo, el Amor,
crezca en nosotros. Y sí, yo dejé la galería impoluta, llevé todo a su sitio
pero... no escuché con calma la llamada de teléfono y no me dejé ayudar. ¡Ésa
era la hazaña que me pedía el Señor en ese momento!
Puede que tengas que presentar
algo en el trabajo, hacer la programación de una actividad, la comida, desplazarte
a algún sitio, ir a la consulta del médico, puede que te estén haciendo pasarlo
mal en el cole o en el trabajo... prueba a pedir ayuda, prueba a dejar que los
demás entren en lo que tienes entre manos, también en tus problemas y
preocupaciones. No tengas miedo a tu debilidad, a sentirte juzgado; seguro que
te sorprendes. Cristo no quiere que vivas todo solo y te pone cerca a mucha
gente buena.
Hoy el reto del Amor es que
pidas ayuda. Pero no te pongas este reto sólo para hoy: prueba cada día pedir
ayuda en algo. Verás que no es fácil pero que esta hazaña sí es grande.
VIVE DE CRISTO
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