Estos días he estado elaborando
un escrito sobre sor Rosario para poner en la web, y veréis qué aventura,
porque he tardado más en prepararlo que en escribirlo...
Lo escribí los días siguientes
de su partida al Cielo. Pasé el texto a un Word y, ¡a buscar fotos!
Como no tenía a mano el álbum
del archivo, me fui a hacérselas a los lugares que menciono, donde sor Rosario
había vivido, trabajado etc. Las descargué y las coloqué en el escrito.
Hecho esto, me comentaron que
era mejor poner fotos de ella. Pido el álbum a la archivera y vuelta a empezar
con mucho cariño, porque es verdad que es mejor fotos suyas...
Busco las fotos, las reemplazo,
las coloco... y le digo a Israel que ya lo tengo, que está tan trabajado que no
va a necesitar tocar nada. Ella se ríe y me comenta que tiene que separarlo:
para subirlo a la web hay que poner primero el texto y luego las fotos una a
una. ¡¡¡No me lo puedo creer!!! ¿Y decís que esto ayuda, tan listos que son los
ordenadores? ¡Vamos, hombre, esto hay que contarlo al mundo! Que la técnica,
tan sofisticada, te haga descomponer para reanudar el trabajo ya hecho, con el
poco tiempo que tenemos... Ya sé que depende de los programas, de la nube, etc.
y que tendrá su lógica, pero acabo de recibir una lección de cómo y porqué hay
que hacer las cosas.
Si yo no hubiera disfrutado del
cariño que tengo a sor Rosario, si no hubiera revivido su vida y la mía al
mirar las fotos, si no me hubiera servido para dar gracias a Dios por vivir a
su lado... si no lo haces por el Señor, estos contratiempos serían motivo de
desesperación. He escrito para hacerla un homenaje contando la obra de santidad
que Dios hace a través de una vida sencilla de cada día, en cada detalle; al
fin es cantar la gloria de Dios porque nos elige, nos conserva, nos cuida, nos
construye y nos santifica.
Muchas veces me ocurre que me
expreso escribiendo o dibujando, sólo para dar cauce al corazón; no necesito
más, porque la acción ha cumplido su misión. Pero en esta ocasión me ha
admirado la paciencia y tenacidad de Israel, que, con su mejor sonrisa y
disponibilidad, va a hacer su trabajo de desmontar y volver a montar. El Señor
me ha regalado volver a descubrir que los hermanos no somos máquinas, y, si
trabajamos mirando a Cristo, es ahí donde está el valor de las cosas.
El reto de hoy es que seas
humano y des calor a todo lo que haces, porque las máquinas no siempre
ayudan.
VIVE DE
CRISTO
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