"Trabajo comunitario:
¡hoy, entre todas, vamos a hacer membrillo!" Éste fue el saludo con el que
nos sorprendió la Madre Priora el otro día.
Y allí nos reunimos todas,
prepararon una sala con toda clase de utensilios necesarios para 'deshuesar'
los frutos y trocearlos... También habían sacado unas enormes cazuelas para
hacer la mezcla y los otros ingredientes.
Era la primera vez que cogía un
membrillo en mis manos. Es un fruto parecido a la manzana, sólo que más grande.
Está bastante duro, y, por ello, es peligroso partirlo, ya que fácilmente te
puedes cortar.
Me entró la curiosidad y me
llevé un trozo a la boca para averiguar cómo sabía, y... bueno... la verdad es
que es bastante áspero y duro, y, por supuesto, no sería capaz de comerme
muchos más trozos seguidos.
Según estaba troceando, me di
cuenta de cuántas veces sentimos nuestro corazón así, áspero con los demás,
duro con uno mismo...
Con el membrillo entre mis
manos, sentí como que me entraba misericordia por él. Si en esos momentos nos dejáramos
en las manos de nuestro Hacedor, cómo cambia Él las cosas...
Y fui orando, recorriendo todo
el proceso de esta receta por todos los pasos hasta llegar al riquísimo dulce
de membrillo:
Tras trocear el membrillo, se
echa en la cazuela, añadiendo un poco de manzana para suavizar y mucho azúcar
para endulzar. Estos ingredientes son los hermanos que el Señor nos pone en el
camino. Son los que hacen vida contigo, los que te quieren de verdad, los que
Cristo añade a la cazuela de tu vida para sacar Vida nueva cada día.
Pero, si sólo se quedasen así,
en la cazuela, no cambiaría nada; simplemente sería estar juntos. Todavía no se
ha dado la transformación total. Para ello es fundamental el fuego, que es el
Amor de Cristo. Sólo este fuego es capaz de ablandar hasta al más duro de los
frutos, y de derretir el azúcar para que envuelva todo.
Ahí, sobre el fuego, pasan
mucho tiempo, no hay prisa. El Amor de Cristo te acerca a los otros de manera
que lo convierte en parte de ti, y a ti en parte de ellos, ya no serías el
mismo sin ellos, ni ellos sin ti.
Y, ¿cuál es el resultado? Un
dulce exquisito, que, además, es muy beneficioso para la salud.
Así es como podrás dejar que tu
entorno se vuelva dulce, pacífico, y podrás vivir desde el Amor. ¿Quién diría
que de ese fruto duro y áspero podría salir un dulce tan rico?
Hoy el reto del Amor es no
dejarte llevar por tu propia visión de ti mismo. Hoy no tengas miedo a tu
pobreza, simplemente prueba a mirar hacia las personas que el Señor te regala a
tu alrededor y descubre todo lo que os une. Potencia esa unión, ya sea con un
diálogo, con un detalle, con un gesto de cariño...
El Señor ha encendido ya el
fuego, ¿añadirás tu ingrediente?
VIVE DE CRISTO
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