El otro día estábamos paseando
por el jardín cuando, de pronto, vimos que una hermosa flor había salido de la
tapia del monasterio, en una de las fachadas.
Nos quedamos alucinadas y le
hicimos algunas fotos… Era de la misma clase que las de una jardinera cercana.
Ahora, dándole vueltas, creo
que de una forma parecida se da el encuentro con Cristo.
El Espíritu Santo, que es el
viento, siempre está soplando, trayendo las semillas de aquí para allá buscando
una pequeña rendijita para poder meterla hasta el fondo.
Y, sí, muchas veces hay
personas duras como piedras, parece que ni se les mueve la ropa, pero por
dentro están rotas, casi han dejado de sentir. Otras veces es más bien su
entorno el que es de piedra.
Sin embargo, el Espíritu busca
la más mínima apertura del corazón para introducir su mejor semilla: el Amor.
Entonces empieza a llover. Sí,
a llover. Porque, cuando abrimos nuestro corazón al Amor, siempre nos lleva a
pensar: “¡Dios mío, la que me va a caer!” Pero sólo es una “lluvia de gracias”,
como la llamamos aquí.
Y, tras esta lluvia, surge el
sol radiante, un Sol (Cristo) que ilumina todo y que da calor, un sol que
enciende el Amor; y de la semilla comienza a brotar una vida nueva. Ese antiguo
corazón, agrietado por la dureza, se va volviendo blandito, como tierra mullida
de donde brota la flor. Lo nuevo ha comenzado, y ahora ¿quién quiere lo
anterior? ¡Ni por asomo!
Pero, claro, esa flor que ya ha
brotado ahora necesita más tierra, ahora sus raíces se quedan pequeñitas para
continuar dando más fruto… Ha llegado la hora de trasplantar la preciosa flor a
un jardín de tierra buena, de tierra preparada, para que, junto con otras
flores, siga dando vida.
Llega un momento en el que, si
seguimos con lo anterior, con esas durezas o esos ambientes tan hostiles… nos
costará mucho seguir con nuestra nueva vida y sólo quedará como la anécdota de
la flor que un día salió en la roca.
Por eso damos un paso más, que
esto es vivir de Cristo: sólo se trata de una opción por vivir del Amor, por
vivir de Cristo.
Hoy el reto del amor es optar.
Señor, yo hoy opto por Ti, quiero vivir de Tu Amor, y quiero que los demás en
mí se sientan amados por Ti, opto por que realices en mí ese trasplante que me
lleve a conocer a otros que quieren vivir como yo y donde yo reciba vida para
luego poder darla. Gracias Señor porque primero optaste Tú por mí.
VIVE DE CRISTO
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