No conseguía centrarme en la
oración. Tampoco me decía nada la Liturgia. Todas las alarmas se me encendieron
de golpe.
-Señor, por favor, -le dije en
la oración de la mañana- no sé qué me pasa, pero no podemos estar así...
sálvame...
Ya por la tarde, Lety nos
preguntó que qué tal estábamos. Hablaron Joane e Israel y, cuando llegó mi
turno, comencé a decir que me encontraba mal... ¡y rápidamente lo organizaron
todo para que pudiese irme pronto a dormir!
Por la noche, mientras me ponía
el pijama, no dejaba de dar gracias al Señor: ¡mis hermanas me conocen mejor
que yo misma! Y el Señor realmente había venido a rescatarme: después de esta
semana tan intensa, ¡lo único que me pasaba es que tenía sueño!
Esta mañana me he despertado...
¡deseando comenzar un día nuevo! Es impresionante: el Señor nos ha creado con
alma y cuerpo, pero, tan unidos entre sí, ¡que es imposible separarlos!
Si tu interior rebosa de
felicidad, el cuerpo lo expresa con una sonrisa. Si tu alma está triste,
llora... Del mismo modo, aunque el alma permanezca intacta, no es igual la
oración que se hace en la salud que en la enfermedad...
Dios Padre, al crearnos, vio
que "era muy bueno". Cristo en la Resurrección no se olvidó su cuerpo
en el sepulcro, y san Pablo asegura que nuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo... ¡el Señor nos ama por completo, alma y cuerpo!
Hoy el reto del amor es que
ores con alma y cuerpo. Te invito a que hoy te arregles de forma especial:
¡siendo consciente de que eres hijo de Dios! Para ello, antes de empezar la
jornada, dedica unos minutos al Señor. ¡Siéntete querido, amado, esperado por
Él! Si Cristo te dibuja una sonrisa, ¡todo te quedará estupendo! Y, al sentirte
a gusto en tu piel... ¡vive el día en acción de gracias! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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