En el jueves en que la Iglesia celebra la solemnidad
de los apóstoles Pedro y Pablo por lo que el Papa Francisco ha presidido la
misa que se ha celebrado en la Plaza de San Pedro acompañado de los cinco
nuevos cardenales que creó este miércoles.
Como hace en muchas de sus homilías, el Santo Padre
centró su predicación a raíz de tres palabras, en este caso: confesión,
persecución y oración.
El Papa comenzó su homilía asegurando que “de poco
sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la
propia vida”.
Tal y como recoge Aciprensa, Francisco añadió:
“Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las
cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que
confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón”.
De este modo, explicó que “quien confiesa a Jesús
sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con
tibieza, sino que está llamado a ‘arder’ por amor; sabe que en la vida no puede
conformarse con ‘vivir al día’ o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que
correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo”.
La persecución silenciada en la actualidad
Sobre la palabra persecución, el Papa dijo a los
miles de personas presentes en la celebración que “no fueron sólo Pedro y Pablo
los que derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la
comunidad fue perseguida, como nos lo ha recordado el libro de los Hechos de
los Apóstoles”.
“Incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a
veces en un clima de silencio –un silencio con frecuencia cómplice–, muchos
cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia
incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus
sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo”, agregó.
Francisco recordó que el cristiano está llamado a
“soportar el mal” que significa “no sólo tener paciencia y continuar con
resignación”, sino que “soportar es imitar a Jesús: es cargar el peso, cargarlo
sobre los hombros por él y por los demás”. “Es aceptar la cruz, avanzando con
confianza porque no estamos solos: el Señor crucificado y resucitado está con
nosotros”.
Pablo vivió "corriendo"
Sobre el apóstol San Pablo, el Papa comentó que “su
comportamiento en la noble batalla fue únicamente no vivir para sí mismo, sino
para Jesús y para los demás. Vivió ‘corriendo’, es decir, sin escatimar
esfuerzos, más bien consumándose. Una cosa dice que conservó: no la salud, sino
la fe, es decir la confesión de Cristo”.
“Por amor a Jesús experimentó las pruebas, las
humillaciones y los sufrimientos, que no se deben nunca buscar, sino aceptarse.
Y así, en el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que
muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el
poder salvador de la cruz de Jesús”.
La oración es el "agua indispensable"
Sobre la oración, dijo que “es el agua indispensable
que alimenta la esperanza y hace crecer la confianza”. “La oración nos hace
sentir amados y nos permite amar. Nos hace ir adelante en los momentos más
oscuros, porque enciende la luz de Dios. En la Iglesia, la oración es la que
nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas”.
De esta manera, “una Iglesia que reza está protegida
por el Señor y camina acompañada por él. Orar es encomendarle el camino, para
que nos proteja. La oración es la fuerza que nos une y nos sostiene, es el
remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte
espiritual. Porque el Espíritu de vida no sopla si no se ora y sin oración no
se abrirán las cárceles interiores que nos mantienen prisioneros”.
“Qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de
oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la
oración”, indicó.
REL
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