Las pitas del jardín se han
hecho gigantescas, y están por todas partes. ¡Ah! Y pinchan de lo lindo. Así
pues, la semana pasada decidimos quitar algunas.
No bastó con las tijeras y el
hacha: tuvimos que recurrir al azadón y la motosierra. Sólo se veían las hojas,
verdes, brillantes, muy apretadas... y afiladas como espadas.
Tras un buen rato de pelea,
logramos abrirnos camino hasta el tronco madre. ¡Qué barbaridad! Jamás había
visto uno, pues las hojas lo cubren totalmente. ¡Era exageradamente ancho y
grande!
De pronto descubrí que el sueño
de cualquier pita es crecer, tener muchas ramificaciones, convertirse en una
"montaña verde". Pero, para ello, es fundamental algo que nadie ve:
un tronco fuerte y grande. ¡Ése es Jesucristo!
Cristo es el único que puede
sostenerte por completo, el único que puede llenar de vida y de color todas tus
ramificaciones, todas las cosas que hagas a lo largo del día. Si quieres que tu
Semana Santa esté llena de color y vitalidad, apuesta por lo que no se ve: ¡el
tronco!
Hoy el reto del amor es pasar
cinco minutos con el Señor antes de empezar tu día. Seguramente nadie vea ese
tiempo, pero, créeme, ¡será el tronco de tu jornada! Preséntale los planes y
proyectos que tienes para hoy, para esta semana de gracia. Háblalos con Él, y
deja que Cristo te acompañe en cada uno de ellos. Vive estos días enganchado al
Tronco... ¡y tu pita florecerá en mil destellos de amor! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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