Era la hora de la siesta. Fui a
cerrar las cortinas, preparándome para un descanso reparador...
Según corría la cortina, sentí
que su peso variaba de repente. Yo, que ya estaba mirando a la cama, volví la
cabeza: ¡se había desprendido la barra de la cortina!
Para ser más exactos, sólo se
había desprendido de un lado, formando así un divertidísimo tobogán por el que
se deslizaban las argollas antes de desprenderse con un apasionante
"¡clic! ¡clic! ¡clic!..."
Lo que me faltaba. No sólo
tendría que arreglar la barra, sino que tendría que volver a montar la
cortina...
Rápidamente puse una pinza bloqueando
la salida de anillas y resolviendo temporalmente el problema.
-¡No hay manera! -comentaba
después- Haga lo que haga, mi celda siempre parece una reproducción del
Tártaro, el reino del caos...
Cuando llegué por la noche...
¡estaba todo arreglado! ¡Israel y Joane habían colocado mi cortina!
El Señor me hizo ver con este
gesto de mis hermanas que Él está siempre atento a cada uno de nosotros. Cristo
era capaz de ver que la gente que le seguía estaba cansada, o que necesitaban
que alguien les diese de comer... ¡el Señor está pendiente de todo! Y así, en
nuestro día a día, descubrimos fácilmente su Mano en pequeños detalles.
Y, si nosotros tenemos que amar
con su amor... ¡habrá que pedirle que nos haga detallistas! Porque hay muchas
veces que, un pequeño comentario que nos hace quien está a nuestro lado, puede
esconder una necesidad; es decir, ¡una oportunidad para amar!
Hoy el reto del amor es
escuchar con atención. Pídele al Señor que te abra el oído para descubrir una
necesidad de ese compañero, o de tu esposo, o de tu hija... Sin que lleguen a
pedírtelo, sorpréndeles haciéndolo: quitar el lavavajillas, vaciar su papelera,
¡o arreglar la cortina!... El Señor desea amar contigo en un detalle pequeño,
¡descubre el momento! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
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