“Cuando el pueblo de Dios se
cierra, se vuelve prisionero en un establo, como un asno que no comprende ni va
adelante”, aseguró el Santo Padre en su homilía.
En ella, tal y como recoge
Aciprensa, Francisco habló de las tres plenitudes de los tiempos: la primera
plenitud se habría producido con la resurrección de Cristo; la segunda se
producirá cuando se cumpla su segunda venida; y la tercera plenitud es la
plenitud personal de cada cristiano que tendrá lugar cuando nos encontremos
cara a cara con Dios.
Dejarnos
guiar por el Espíritu
“Dios se dio a conocer en la historia. Su
salvación tiene una gran y larga historia”, afirmó. “La salvación de Dios está
en camino hacia la plenitud de los tiempos”. Se trata de “un camino con santos
y pecadores”. El Señor “guía a su pueblo por ese camino en el que hay momentos
buenos y momentos malos, libertad y esclavitud, pero guía al pueblo hacia la
plenitud”.
De este modo, añadió que para
guiarnos, se sirve del Espíritu Santo, que “nos hace recordar y comprender el
mensaje de Jesús”. En ese camino, la Iglesia “va delante con muchos santos y
muchos pecadores. Mediante la gracia y el pecado, la Iglesia va a delante”.
El Santo Padre consideró que es
un camino en el que “comprendemos, profundizamos en la persona de Jesús, en la
fe, en la moral y en los mandamientos”. De esa manera, cosas que “durante un
tiempo eran normales, que ni siquiera se consideraban pecado, hoy son pecado
mortal”.
Además, el Pontífice puso
algunos ejemplos de esa profundización en la fe que ha llevado a identificar
como pecado lo que antes estaba admitido como moral.
“Pensemos, por ejemplo, en la
esclavitud. Cuando íbamos a la escuela nos contaban cosas que hacían con los
esclavos, que los llevaban a un puesto de venta y los vendían a otras personas.
En América Latina ocurría eso: se compraban, se vendían… Y es un pecado mortal.
Hoy se reconoce. Pero en aquel momento algunos decía que se podía hacer porque
aquella gente no tenía alma”.
La
segunda venida
De este modo, añadió: “Por eso
se debía avanzar, para comprender mejor la fe, para comprender mejor la moral”.
Sin embargo, advirtió contra la tentación de contentarnos con el lugar al que
hemos llegado y decir: “‘Ah, Padre. ¡Gracias a Dios que hoy no hay esclavos!’.
¡Pero si hoy hay más esclavos que nunca! Al menos sabemos que es pecado mortal.
Hemos avanzado. Lo mismo con la pena de muerte, que durante mucho tiempo era
normal. Hoy decimos que es inadmisible la pena de muerte”. El mismo
razonamiento lo realizó sobre las “guerras de religión”.
En este proceso de
clarificación de la fe y de la moral tienen gran importancia “tantos santos que
conocemos y que no conocemos”. La Iglesia “está llena de santos desconocidos, y
es esa santidad la que nos lleva hacia la segunda plenitud de los tiempos,
cuando el Señor venga al final para ser todo en todos”.
La
tercera plenitud: la nuestra
Por otro lado, explicó que “hay
una tercera plenitud de los tiempos. La nuestra. Cada uno de nosotros está en
camino hacia la plenitud de su propio tiempo. Cada uno de nosotros llegará al
momento del tiempo pleno y la vida terminará y deberá encontrarse con el Señor.
Ese es nuestro momento personal”.
“Pensemos en los apóstoles, los
primeros predicadores… Tenían necesidad de entender que Dios ha amado, ha
elegido, ha amado a su pueblo siempre en camino”.
"¿Me doy cuenta de que
estoy en camino?"
El Obispo de Roma subrayó que
“Jesús envió al Espíritu Santo para que nosotros pudiéramos ponernos en camino.
El mismo Espíritu nos empuja a caminar. Esta es la gran obra de misericordia de
Dios. Que cada uno de nosotros está en camino hacia la plenitud personal de los
tiempos”.
En concreto, es precisamente en
la confesión cuando comprendemos que “ese paso que doy en el confesionario es
un paso en el camino hacia la plenitud de los tiempos. Pedir perdón a Dios no
es una cosa automática. Es comprender que estoy en camino con un pueblo en
camino. Con un pueblo que un día se encontrará cara a cara con aquel Señor que
nunca nos deja solos, sino que nos acompaña en el camino”.
“Pensad en esto –concluyó–.
Cuando me confieso, ¿pienso en estas cosas? ¿Me doy cuenta de que estoy en
camino? ¿Me doy cuenta de que se trata de un paso hacia el encuentro con el
Señor, hacia mi plenitud de los tiempos? Porque esa es la gran obra de
misericordia de Dios”.
REL
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