¿Quién no tiene un traspiés de
vez en cuando? Ayer me tocó presenciar dos, de dos hermanas distintas, y,
¿sabes qué nos salió decir a las que estábamos alrededor después del tropezón?
-¡Cuidado!
La primera vez no me llamó la
atención, pero, la segunda, me quedé pensando sobre ello... ¿Por qué después de
un tropezón decimos "cuidado"? ¡Si el tropezón ya ha pasado! La
persona a la que se lo decimos está con el susto, con el corazón a mil... ¿y le
decimos "cuidado"?
Así nos pasa muchas veces con
las personas que nos rodean y que, por una cosa u otra, tropiezan en la vida o
en el día a día. Después de la caída les decimos todos los "cuidados"
que tienen que tener para que no vuelvan a tropezar: cuidado con la gente con
la que te juntas, cuidado con las personas en que confías, cuidado...
El juicio es lo primero que nos
sale cuando vemos a alguien herido. Sabemos qué podría haber hecho o dejado de hacer,
pero no llegamos a lo más profundo de su ser.
Miro a Cristo y es curioso,
porque lo primero que hace es curar las heridas, vendarlas, darnos la mano,
restaurarnos... y ya, cuando ve que podemos caminar, que volvemos a emprender
el camino, nos dice lo que tenemos o no tenemos que hacer para que nuestro
corazón no sufra más. «"Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?"
Ella respondió: "Nadie, Señor." Jesús le dijo: "Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más."»
"¿Qué te duele?", "¿Cómo te
sientes?", "Te quiero igual", "Voy a estar a tu lado",
el abrazo oportuno, permanecer, escuchar... palabras y gestos de aliento que se
necesitan tras un tropezón y que a menudo nos saltamos.
Hoy el reto del amor es que
tengas un gesto de cariño hacia alguien que haya tenido un
"tropezón". Un gesto con el que se sienta querido y aceptado. Pídele
a Cristo el don de mirar como Él mira.
VIVE DE CRISTO
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