Estos días tenemos la alergia a
flor de piel: picor de ojos, congestión... pañuelos por todos los sitios. Y por
las ventanas vemos cómo las nubes de polen van de un lado para otro. Evitamos
salir a la huerta, dejar abiertas las ventanas... pero... seguimos igual.
Cuando tienes alergia tiendes a
huir de todo aquello que tu cuerpo rechaza, a protegerte, a meterte en una
burbuja.
Muchas veces los miedos son
como la alergia. Hablar en público nos da dolor de tripa, pensar en el futuro
nos quita el sueño, imaginar lo que puede pasar supone un tremendo dolor de
cabeza, el temor a ser juzgados nos bloquea.
Vemos tantas amenazas, que nos
hacen correr en otra dirección para protegernos. Sin embargo, el temor crece en
la medida en que lo intentamos evitar. Procuramos evitar las experiencias
dolorosas, nos escondemos en lugar de correr riesgos, incluso llegando a no
mostramos como somos antes que permitir que tengan la oportunidad de
rechazarnos, de traicionarnos...
¿Cómo hacer que el miedo
desaparezca? No esperes que desaparezca para actuar. No lo hará. Pero, a base
de enfrentarte a situaciones, irá disminuyendo poco a poco. ¡Pero no a fuerza
de puños...! Vencerás el miedo con la confianza.
¿Qué miedos tienes? ¿Qué te
surge en este momento? Es momento de afrontar tus miedos, de ver si te dicen la
verdad o te están engañando. Pero no lo hagas para ser fuerte, te harás más
daño. Cristo te tiende la mano para que te sientes con Él, para que le muestres
tus alergias, tus miedos, todo aquello que te paraliza y después, antes de
afrontarlos, quiere reconstruirte a ti: que te sientas amado como eres y te
vuelvas a querer; que descubras aquellos sentimientos que tienes que poner en sus
manos y confiar... Cristo te reconstruye, te vacuna contra esos miedos que
tanto te bloquean, y después... ¡a abrir ventanas, a salir a la huerta!
Hoy el reto del amor es que
dejes de correr en otra dirección. Para con el Señor y deja que sea Él el que
te vacune desde su Amor, y, de su mano, tendrás esa conversación pendiente, esa
decisión que retrasabas, esa visita a tu familiar enfermo, el cambio que
necesitas de vida... No sigas corriendo: podrás volver a pasear y a abrir las
ventanas de tu interior.
VIVE DE CRISTO
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