El viernes se me rompió el
rosario que llevamos colgado del cinturón. Con el peso de las cuentas, el
cordón se ha ido desgastando y se rompió, quedando colgando por distintos
sitos.
La cosa es que sor Amada se
encarga de hacer y arreglar los rosarios, y, como era viernes, no quise
molestarla, y lo apañe enganchando lo que caía con el cinturón.
El sábado, al ponerme el
cinturón, tuve que volver a apañarlo, y tampoco me pareció oportuno decirlo...
molestar en sábado... mejor esperar. Pero pasé a un "plan B", y uní
los dos extremos del cordón con celo, ¡vueltas y más vueltas! Remiendo del
siglo XXI que funcionó hasta el día siguiente, momento en que, en medio de la
Liturgia, se desmontó entero.
Y, total, que era domingo y...
¿cómo molestar en domingo?
Me dirigí al Noviciado y, por
detrás, una mano me tocó el hombro.
-Tengo ahora un rato; dame el
rosario que te lo hago -me giré y vi a sor Amada, que me tendía la mano para
cogerlo con una sonrisa.
Al rato me encontré el rosario
perfectamente arreglado colgando del pomo de la puerta del Noviciado.
Muchas veces el peso del día,
de lo que tenemos en nuestro interior, termina rompiéndonos por dentro. Poco a
poco, la tristeza nos invade, y no sabemos por dónde salir. Intentamos enrollar
nuestros pensamientos con actividad para que no toquen el suelo, pero terminan
cayendo tarde o temprano. Otras veces los apañamos con celo, pensando que con
nuestras mañanas nos podemos reconstruir solos. ¿Para qué contar lo que tenemos
dentro? ¿Para qué molestar?
Cristo nos regala hermanos, y
Él pone a nuestro lado a la persona que nos ayudará a reconstruirnos. No estás
solo, los hermanos te los ha puesto el Señor no para que les muestres "lo
que vales" o "lo perfecto" que puedes llegar a ser. Simplemente compartiendo
aquello que te pesa, en muchos momentos se van los fantasmas, se pone cada cosa
en su sitio. Cuando una voz te diga: "No lo cuentes", "Sal tú
solo de ésta", "¿Para qué molestar?"... ¡cuéntalo!
Hoy el reto del amor es que
compartas eso que te pesa en el corazón con la persona que Cristo ha puesto a
tu lado en la Iglesia. Dale gracias al Señor por esa dirección o acompañamiento
espiritual que la Iglesia te regala en sacerdotes, consagrados o laicos. Si hoy
algo te pesa o te paraliza el corazón, no dudes en contarlo.
VIVE DE CRISTO
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