Ayer recibimos un paquete devuelto. Lo habíamos enviado
hace ya bastantes días, pero debió de suceder que el destinatario no estaba en
casa y, como no consiguieron contactar con él, finalmente la mensajería lo
reenvió de vuelta al lugar de donde había partido.
Recuerdo perfectamente haber preparado ese paquete con
ilusión, esperando que lo que nos habían pedido llegase bien y pronto pudieran
disfrutar de ello. Creo que por ello, cuando recibimos la devolución, me
invadió una sensación de frustración... pues mi interior ya consideraba que lo
tendrían es sus manos, y, sin embargo, ahí estaba, de vuelta.
Seguí haciendo mis cosas, hasta que, al rato, me puse a
dar vueltas sobre ello. Me asombré al pensar cómo el Señor me envía
"gracia tras gracia", esperando que acoja cada uno de esos
"paquetes", que los disfrute y sea feliz con ellos.
Sin embargo, ¡cuántas de estas gracias se me pasan desapercibidas!
Y no es porque el Señor no las mande (que Él siempre lo hace), sino porque
quizá sea yo la que no está en casa, en mi ser, en mi corazón, que es donde se
escucha el timbre, la llamada del Señor.
Sin embargo, Él nunca tiene esa sensación de frustración
que me invadió a mí, ya que su Amor por nosotros es incondicional. Ahí me di
cuenta de la pequeñez de mi entrega y de mi amor tan limitado, que normalmente
espera una respuesta, un "gracias"...
Pero Él nos ama gratuitamente, y nunca busca satisfacerse
a sí mismo, sino que sólo piensa en nosotros, sólo ve nuestras necesidades, y
nunca se cansará de enviarnos, uno tras otro, estos "paquetes" tan
especiales. Es más, Él nunca se cansará de buscar al destinatario por muy lejos
que esté de casa.
Hoy el reto del Amor es preparar un detalle sorpresa para
alguien que te venga al corazón. Experimenta en tu propio ser la ilusión de la
que se llena el Señor al regalarnos su Gracia. Deja que Cristo guíe tu corazón,
reza primero y prepara algo que forme parte de ti y que veas que a la otra
persona le va a ayudar, le va a acercar más al Señor.
VIVE DE CRISTO
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