Lety lleva
unos días con dolor en el empeine de un pie. Debe de tener una tendinitis, para
cuya recuperación recomiendan reposo, pero, como eso iba a ser más complicado,
intenté convencerla de que estos días llevara unos zapatos más holgados. Como
no se negó a ello, le dije que probara con los míos, que son alguna talla más y
así nos asegurábamos de que no le apretaban.
A la mañana
siguiente fui a coger algunos de mis zapatos para ofrecérselos, pero todos
estaban sucios, así que decidí darles un poco de betún y frotarlos con la
esponja para dejárselos medianamente presentables.
Mientras los
limpiaba, me reía de mí misma intentando recordar cuándo había sido la última
vez que los había limpiado. Ni me acordaba... Cómo me sorprendió el Señor,
porque lo que me movió a limpiarlos no fue el perfeccionismo, sino un gesto de
amor. Y así, sin darme casi ni cuenta de lo que hacía, me acababa de limpiar
los zapatos.
El Amor
provoca que las cosas que normalmente te pueden costar más, se vuelvan
sencillas de realizar. Pues ya no se trata de hacer las cosas porque la ley
dice que hay que hacerlas, sino que todo brota desde el Amor.
Cristo obró
esta transformación desde que vino al mundo. Para Él no eran importantes los
grandes cumplidores de la ley, sino lo pequeños, los que cambiaban al
encontrase con Su Amor, como Zaqueo o Mateo. Tampoco alababa a los observantes
de la religión, sino a los que se sabían pecadores y que, sin ocultar su
pequeñez, se dejaron transformar por Él, como la pecadora, Magdalena, o Pablo.
Su Amor es el
que nos trasforma y nos limpia, y por eso, cada vez que te descubres haciendo
algo que no sueles hacer, puedes descubrir Su paso por tu día. Él es quien te
mueve, déjate llevar por su Amor.
Hoy el reto
del Amor es dejar que el Amor conduzca tu corazón. Él siempre te guiará a salir
de ti mismo y mirar a los demás, pero recuerda que siempre saldrás beneficiado
tú primero.
VIVE DE CRISTO
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