Un
guardián chino en la frontera con Corea del Norte. Atravesarla no es garantía
de haber escapado de la tiranía fundada en 1948 por Kim Il Sung.
Therese
Kang Mi-jin, de 45 años de edad, trabaja en Corea del Sur como periodista para
Daily NK, un sitio especializado en Corea del Norte, país del que huyó en el
año 2009. Fue bautizada en 2010 con el nombre de Therese y su hija en 2011 con
el nombre de Cecilia. Esta es la historia de su conversión, recogida por Tempi:
En
el corazón de la noche, negra como la pez, una madre y una hija rezaban
desesperadamente a un Dios desconocido, en un momento en el que se podía
decidir su vida o su muerte. "Te ruego, Dios, ayúdanos a atravesar la
frontera haciendo que los guardias caigan en un sueño profundo".
Decidí
escapar de Corea del Norte para darle a mi única hija un futuro mejor. Era el
año 2009 cuando, con cuarenta años, atravesé la frontera con mi hija de trece
años. En Corea del Norte trabajaba en una empresa que comercia con oro cerca de
la frontera, mientras que mi hija, en lugar de ir al colegio, trabajaba en un
pequeño comercio. Cuando mi marido murió prematuramente tuve que trasladarme
cerca de la frontera para buscar un trabajo.
Un
día las fuerzas de seguridad me convocaron y un guardia me amenazó diciéndome
que no podíamos vivir y trabajar allí puesto que no teníamos autorización. De
hecho, en Corea del Norte es muy difícil cambiar la propia residencia, aunque
muchas personas se trasladan en secreto para buscar un trabajo. Estaba rodeada
de personas sin autorización. Así, cuando el guardia vino a hacerme las
preguntas y a ordenarme que obtuviera un permiso de residencia si quería seguir
viviendo allí, entendí que sólo quería dinero. Sabía que un montón de gente
antes de mí había obtenido ilegalmente un permiso de residencia corrompiendo a
un guardia de seguridad. Pero en ese momento pensé en mi pequeña, crecida sin
padre y obligada a trabajar desde los once años. No podía dar a ese guardia el
dinero ganado tan duramente y que mi hija y yo habíamos ahorrado durante años,
superando todo tipo de adversidades.
Mi
primera oración
Luché
durante mucho tiempo y por esto fui condenada a trabajos forzados. Cuando salí,
decidí huir de Corea del Norte. Pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Así, con
una mezcla de miedo e inquietud, fui a un chamán para buscar una vaga
esperanza. Le pregunté cuál sería el mejor momento para poner en práctica mi
plan, del que dependía toda mi vida. El chamán me respondió que no me
preocupara demasiado, que continuara mi camino y que me fuera en cualquier
momento: "Dios te guiará", me dijo. Añadió también que le preguntara
a Dios qué quería yo realmente antes de irme. Entonces no entendí a quién me
decía que rezara. Para mi fue chocante y sorprendente oír a un chamán decir
este tipo de cosas. No sabía exactamente de qué Dios hablaba, pero es curioso
que haya sido él la primera persona en hablarme de Dios en toda mi vida.
De
hecho, desde pequeña recibí una educación centrada en la ideología de Kim
Il-sung, el único que puede ser venerado en Corea del Norte, y crecí repitiendo
que todas las religiones son como la droga. Que el chamán me hablara de Dios
era más increíble que mi decisión de huir. Esta es la razón por la que estaba
verdaderamente confundida. Pero en el momento de atravesar el río Yalu, en la
frontera con China, me encontré pidiendo desesperadamente a Dios que nos
salvara, a mi hija y a mí. Dios escuchó mi oración y conseguimos atravesar la
frontera sanas y salvas, escondiéndonos en China durante un tiempo.
El
tumor y una misteriosa medicina
Pero
también en China la vida estaba hecha de inquietud e inseguridad. Mi hija y yo
temblábamos cada vez que oíamos las sirenas de los coches de policía en la
lejanía. Teníamos miedo de ser capturadas. De hecho, si los
"desertores" son descubiertos en China, son repatriados a Corea del
Norte. Se dice también que las mujeres norcoreanas que están ilegalmente en
China son vendidas como esclavas o prostitutas. Durante nuestra estancia
teníamos tanto miedo que rezábamos continuamente a Dios para que no nos
abandonara en ese peligro. El miedo sólo desapareció cuando tocamos suelo
tailandés.
Tras
pasar varios meses en Tailandia llegamos a Corea del Sur. Nos dirigimos a las
oficinas del centro educativo estatal para refugiados norcoreanos Hanawon. Aquí
conocí a dos religiosas que me encaminaron hacia la fe. Con la gracia de Dios
fui bautizada y confirmada en la Iglesia católica, y renací como miembro de un
nuevo mundo.
"Confío
en Él"
El
Señor ha sido mi apoyo y mi consuelo desde que me establecí aquí. Ha aplacado
mi rabia y secado mis lágrimas cuando los prejuicios de muchos surcoreanos, que
me despreciaban y me daban la espalda, me causaba dolor. Me dio valor y
consuelo todas las veces que me encontré en dificultades. Cuando enfermé de
cáncer y caí en un profundo estado de frustración, Dios estuvo a mi lado para
darme valor, diciéndome que podía superarlo porque ya había superado
dificultades mayores para escapar de Corea del Norte y de China. Durante mi
larga batalla contra la enfermedad Dios estuvo siempre conmigo: a veces como un
amigo con el que desahogarme, otras como una roca sobre la que lanzar mi rabia.
Dialogar con Dios ha sido una medicina misteriosa y analéptica que me ha dado
fuerzas y me ha hecho madurar.
Si
alguien me preguntara por qué doy gracias a Dios y no puedo dejarlo, diría que
Dios es el Único que conoce todo de mí y del cual espero la solución a cada uno
de mis problemas. Dios vino a mi encuentro de una manera misteriosa y aunque sé
que me llevará por caminos desconocidos, confío en Él porque sé que estará
siempre conmigo.
ReL17 enero 2017, Traducción de Helena Faccia Serrano
(diócesis de Alcalá de Henares).
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