Uno no puede por menos de asombrarse del cacao mental que
demuestran tanto Fillon, que ha resultado ser el vencedor, como sobre todo
Juppé. Para un católico, para cualquier católico que se considere tal, "el
aborto y el infanticidio son crímenes abominables".
Escribo este artículo un tanto impactado por algo que leí
en la prensa del día 23 sobre la lucha entre François Fillon y Alain Juppé por
el liderazgo de la derecha francesa. Leo en ABC: “Ambos aspirantes
intercambiaron ayer ataques a propósito de su visión de la familia y del
aborto. Fillon es contrario a la adopción por parte de parejas homosexuales, y
Juppé la apoya. Sobre todo, Fillon afirma que no puede estar a favor del aborto
'desde el punto de vista filosófico y religioso’ como católico. Juppé en cambio
(que se define como ‘católico agnóstico’) es partidario del aborto”. Sin
embargo Fillon matiza su posición y califica el aborto “como un derecho que
nadie se replanteará”.
Según el periódico La Rioja, Juppé dice de su adversario
que “pertenece a una familia tradicionalista y yo soy mucho más abierto al
modernismo, me siento más próximo al Papa Francisco que a Sentido Común o La
Manifa para todos’, dijo el lunes en referencia a los movimientos cristianos
que se opusieron a la legalización del matrimonio homosexual por los socialistas
y que apoyan a Fillon”.
Cuando uno lee estas cosas, uno no puede por menos de
asombrarse del cacao mental que demuestran tanto Fillon, que ha resultado ser
el vencedor, como sobre todo Juppé. Para un católico, para cualquier católico
que se considere tal, “el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”
nos dice el Concilio en la Gaudium et Spes nº 51, y por tanto no puede ser un
derecho. Por su parte el Papa Francisco en su Carta Apostólica Misericordia et
Misera de este 21 de noviembre nos dice sobre él: “Quiero enfatizar con todas
mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana
inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe
ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí
donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”. El
aborto es un pecado grave que como todos necesita arrepentimiento para su
perdón.
La responsabilidad del aborto abarca por supuesto a los
políticos. Por ello San Juan Pablo II nos dice: “La responsabilidad implica
también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el
aborto” (encíclica Evangelium Vitae nº 59), porque “una ley intrínsecamente
injusta, como es la que admite el aborto, nunca es lícito someterse a ella, ni
participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el
sufragio del propio voto” (EV nº 73).
Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Sacramentum
Caritatis de febrero de 2007, nº 83, dice: “El culto agradable a Dios nunca es
un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales;
al contrario exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale
para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes,
por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre
valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su
concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre
hombre y mujer… Estos valores no son negociables”.
Pero desgraciadamente el aborto no es algo aislado, sino
que forma parte de ese complejo que se llama ideología de género y que abarca
todas las relaciones sexuales en una línea totalmente anticatólica, relativista
y hedonista sobre la que el Papa Francisco declaraba el pasado 2 de octubre:
“Educar a los niños en la ideología de género es una maldad”. Recordemos que
nuestra infame Ley del Aborto del 2010 se llama “Ley de Salud Sexual y
reproductiva y del Interrupción voluntaria del embarazo”, ratificada por la Ley
del 2012, incluyéndose en ambas la perspectiva de género.
Volviendo a Francia, no entiendo la declaración de Juppé:
“Soy católico agnóstico”. O eres católico o eres agnóstico, pero las dos cosas
a la vez, no. Como tampoco entiendo que se pueda tener tal ignorancia religiosa
como demuestra Juppé, aunque después de Zapatero o la Cifuentes no me asombra
nada, cuando dice que se siente más próximo al Papa Francisco que a los
movimientos cristianos que se oponen a la legalización del matrimonio
homosexual, puesto que la postura del Papa Francisco, que ya expresó de cardenal,
ante este problema es de rotunda oposición a la consideración de la unión
homosexual como matrimonio, “porque está en juego la identidad y la
supervivencia de la familia, así como la vida de tantos niños que serán
discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se
diera con un padre y una madre. Ello además supone un rechazo frontal a la ley
de Dios, grabada en nuestros corazones”. Incluso afirma: “No seamos ingenuos;
no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan
de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el
instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende
confundir y engañar a los hijos de Dios” (20-VI-2010).
Termino aprovechando la ocasión para decir que con mucha
frecuencia he encontrado gran diferencia entre lo que realmente dice el Papa
Francisco y lo que dicen que dice. Cuando algo nos suene raro, procuremos
confirmar la noticia con fuentes de verdad fidedignas, no lo que dice cualquier
periódico o televisión, incluso aunque se ponga en boca de políticos que
debieran saber lo que dicen.
pedro trevijano,29 noviembre 2016
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